¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

viernes, 25 de noviembre de 2011

Lecturas y Homilia del Domingo 1º de Adviento+ 27 de Noviembre del 2011

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (63,16b-17.19b;64,2b-7):

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor». Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste y los montes se derritieron con tu presencia, jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos; aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.
Palabra de Dios

Salmo
Sal 79,2ac.3b.15-16.18-19
R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.


Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R/.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,3-9):

La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!
Palabra de Dios


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37):


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»
Palabra del Señor


HOMILIA

Esperar supone una vigilancia constante y responsable. Hay personas que esperan acontecimientos no del todo definidos en su vida. Esperan cosas de manera global a través de un golpe de suerte: ganarse la lotería… o esperan situaciones después de un esfuerzo considerable: seguro que voy a encontrar un buen trabajo,etc…


La espera del cristiano es distinta. Nuestro esperar se mueve en el presente y en el futuro. Tenemos que esperar no desde nuestras expectativas sino desde el ritmo de Dios. Nuestra espera es gratuita, segura. Nuestra espera pasa por la confianza en Dios más que en nosotros mismos y en las cosas que nos rodean…
En la vida de fe se pierden muchas valiosas energías, cuando somos nosotros, quienes prescindiendo de Dios, queremos marcar el ritmo y la marcha de nuestra espera…


La espera en Jesús es totalmente distinta: supone aceptar lo que ya sabemos, aceptar el encuentro amoroso con el amor.
La espera del cristiano es sabiendo a quién esperamos…


El Señor no nos dice cuándo será su venida definitiva.
Hay grupos que se han atrevido a afirmar en varias ocasiones el fin del mundo con fechas concretas. La palabra de Dios no nos dice nada al respecto, por eso debemos mantenernos alerta. Hay que estar alerta para descubrir el paso de Dios por nuestras vidas; alerta para descubrir su invitación y su conversión.


En el adviento se nos invita a tres compromisos concretos que la Palabra de hoy nos recuerda:

+estar atentos.
+velad.
+orad.


Atentos para que nada nos disponga a pasar por alto la venida del Señor. Hay muchas cosas que nos pueden distraer de descubrir al Señor. Es relativamente fácil alejarnos de Dios e incluso ocultarnos (como en el paraíso) de Él, pero es muy difícil mantenernos en Dios porque la realidad del mundo no ayuda…


Velad, estar despiertos, saber descubrir en la noche de la vida las tinieblas de nuestro yo y ver la luz de Cristo que viene. El velar significa dejarse iluminar la vida por Jesús.


Y la última condición es el orar. Esperar atentos y velando en oración. No es esperar de cualquier manera, sino en una actitud orante, de hijo, de desvalido, de quien de verdad espera al Señor. Esperar orando. Hay personas que esperan desesperándose. Hay que esperar orando.

Cuando se ora, la espera no cansa sino que ensancha y transforma nuestro corazón.
¿Eres una persona que sabes esperar o te desesperas con facilidad?


¿Qué papel tiene la oración en tu vida?

Como no sabemos cuándo vendrá el Señor tenemos que estar en vela siempre.
Tenemos que estar en vela para que la vida verdadera no nos pase de largo.


El ser humano es el único ser de la naturaleza consciente de que espera; de ahí el ofrecimiento de Dios es siempre una llamada a la espera que no acaba.


Es bueno recordar en este comienzo del adviento las virtudes teologales y, desde ellas, esperar en atenta vigilancia y oración. Fe, esperanza y amor; la mayor de ellas es el amor. Tenemos que esperar desde el amor.


Quien no sabe esperar confiado en la palabra de Jesús, desespera.


El mundo de hoy no es propenso a aconsejar la espera. Todo intenta ser ultra rápido: comidas, limpieza, tecnologia, arreglos, etc.


El mundo de hoy ha sido pensado para tratar, cambiar y transformar rapidamente lo que el ser humano ha creado. La espera del evangelio, en cambio, atañe a los más íntimo del ser humano: una persona no cambia en un día, ni de manera ultra rápida. Una persona no puede cambiar automáticamente el corazón ni su interior, de ahí la necesidad de la espera en el Señor.


La Navidad es el rostro concreto de la esperanza cristiana, la respuesta que la fe cristiana ofrece a ese anhelo latente del corazón humano. Pero hemos de tener cuidado. Celebramos litúrgicamente la Navidad, le ponemos fecha, podemos programarla gracias al calendario. Mas lo que la Navidad significa y representa no es posible programarlo a fecha fija. No es posible programar, por ejemplo, la adquisición de la virtud, ni el acontecimiento del amor. Nos haría sonreír con incredulidad si alguien nos dijera que, dadas sus ocupaciones, ha planeado enamorarse justo dentro de un año y medio, y que calcula que en tres años de ejercicios continuados habrá alcanzado la virtud de la paciencia (y, ya puestos, en uno más la de la prudencia). Las dimensiones más importantes de la vida no son el cumplimiento voluntarioso y previsible de un plan, sino un acontecimiento que se hace presente en la vida como un don. Y, sin embargo, no es un don totalmente inesperado: es, por el contrario, aquello que hemos esperado largo tiempo, por lo que nos hemos esforzado poniendo las condiciones para que ese acontecimiento tenga lugar alguna vez, sin que, sin embargo, podamos forzar su advenimiento.


El Señor viene a nuestra vida. La Navidad no es sólo el recuerdo de un hecho histórico sucedido de una vez y para siempre, no es, sobre todo, una efeméride en el calendario. La encarnación del Hijo de Dios en la historia de la humanidad hace unos 2011 años es un acontecimiento que debe suceder de nuevo en la vida de cada uno de nosotros. Cada cual tiene su historia. Aquí no caben esquemas fijos ni fórmulas preconcebidas. Pero sí cabe permanecer en vela, abrir los ojos, purificar el corazón, esforzarse por el bien, elevar al Señor una plegaria dia a dia, en definitiva, vivir en esa activa esperanza...con una conciencia despierta, anhelando una vida mas humana, plena y feliz.
Que nadie piense que para él ese acontecimiento está vetado: Dios adquiere rostro humano para todos, y llama a la puerta de cada uno. Y que nadie crea que para él eso ya ha sucedido (pues tiene ya fe y la practica): el que cree haber abierto ya la puerta ha de saber que ese acontecimiento nunca está concluido del todo, y debe realizarse siempre de nuevo a un nivel de mayor profundidad. Pues así como nadie le es a Dios extraño, tampoco puede creer nadie que ya lo conoce o posee suficientemente.


La verdadera esperanza consciente y activa nos libra de la desesperación y de la presunción. La palabra que Jesús nos dirige hoy es una llamada esencial, dirigida al centro del corazón humano, de todo hombre: “Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!”; es decir, no se encierren en esquemas estrechos y rígidos; no se dejen masificar por la rutina; no sean prisioneros de sus seguridades terrenas (ni siquiera de sus pretendidas y supuestas virtudes y buenas obras); no le pongas puertas al campo, ni quieras tapar al sol con un dedo; abramos nuestros corazones a dimensiones nuevas, abran los ojos y el corazón, levanten la cabeza, el horizonte es más grande que nuestra mirada...despierten!!!


“Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!”


HERMANO JUAN PABLO CORC +OBISPO JUAN DAVID FALCON


CRISTO VIVE!!

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