¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

sábado, 18 de septiembre de 2010

Lectura y Homilia del Domingo 19 de Septiembre del 2010

DOMINGO 19 DE SEPTIEMBRE DEL 2010



Primera lectura
Lectura de la profecía de Amos (8,4-7):
Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo:«¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?» Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.
Palabra de Dios


Salmo
Sal 112,1-2.4-6.7-8
R/. Alabad al Señor, que alza al pobre


Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R/.


El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se baja para mirar al cielo y a la tierra? R/.


Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R/.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2,1-8):
Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro. Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: éste es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol –digo la verdad, no miento–, maestro de los gentiles en fe y verdad. Quiero que sean los hombres los que recen en cualquier lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones.
Palabra de Dios


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,1-13):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.»
Palabra del Señor


HOMILIA


Parece evidente: lo que es de uno es de uno. Sin embargo, según el Evangelio, la propiedad privada no es para nadie un derecho incondicional y absoluto. Que esto es así, lo podemos ver este domingo en la parábola de San Lucas sobre el mal administrador, o también, sobre el dinero injusto. Seguramente, al escuchar la parábola, hay una serie de cosas que no se entienden y surgen interrogantes: ¿No se tratará de un despido improcedente? ¿Es justa la astucia del administrador que hace favores con dinero que no es suyo? ¿Qué significa eso de hacerse amigos con el dinero injusto? ¿Acaso tenemos un dinero que es injusto?


Ya de entrada la parábola nos presenta dos figuras clave: el dueño y el administrador. Al dueño le llega la denuncia de una mala gestión: El administrador derrochaba sus bienes. De cara a la práctica, surgen algunas preguntas:  ¿Puede uno quedar despedido (fuera de la comunión, fuera de la comunidad) por cuestiones de dinero? ¿Cómo me sitúo ante el dinero, como dueño o como administrador? O sea, lo mío ¿es mío?


En la parábola, la denuncia tiene fundamento y el despido es inevitable. El administrador se puso a echar sus cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Y empezó a hacer rebajas a los deudores de su amo. ¿Debes cien barriles de aceite? Escribe cincuenta. ¿Debes cien fanegas de trigo? Escribe ochenta. Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido.
Está claro, el dueño es generoso, y además, alaba al administrador, que incluso hizo un buen negocio. Se enfrentan aquí el juicio del mundo y el juicio del evangelio. Si ante lo que -según la lógica del mundo- es mío, me sitúo como dueño, entonces, cuando doy algo, doy lo que es mío. Si me sitúo como administrador, entonces, cuando doy algo, doy lo que no es mío. Por eso dice el Señor: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.


La parábola concluye con esta reflexión: El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os fiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, lo vuestro ¿quién os lo dará? Podemos preguntarnos qué es lo importante para nosotros: ¿el vil dinero o lo que vale de veras? También podemos revisar si somos de fiar en lo ajeno, o sea, en lo que no es nuestro, de modo que lo nuestro (que otros tienen) se nos dé.
Al final, se nos plantea una opción de fondo: Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. El dinero es un dios falso e injusto. El Evangelio nos invita a dar señales claras de que nuestro dios (nuestro dueño, nuestro amo) no es el dinero (ver Mt 6,24). Se da (hoy también) una actitud opuesta, la de los fariseos, amigos del dinero: oyendo estas cosas, se burlaban deJesús.


¿Un administrador injusto?
Esta parábola es bastante sorprendente. Jesús le da la vuelta a una situación paradójica para enseñarnos algo fundamental: que los bienes de este mundo o los utilizamos para crear lazos de fraternidad o son perfectamente inútiles. Pero para llegar a esa conclusión va por un camino del que cuesta entender bien las curvas . La mayoría de nosotros diría de entrada que no se puede alabar a ese administrador, que es un administrador “injusto” –de hecho así se ha denominado tradicionalmente la parábola: “del administrador injusto”– y que su comportamiento es reprobable. En nuestros días merecería que le juzgaran y le condenaran a devolver el dinero a su dueño y a pasar unos cuantos años en la carcel. Lo del dinero no es asunto de poca importancia en nuestro mundo. Tenemos perfectamente claro quién es el dueño y propietario. Siempre hay papeles que lo atestiguan. Nadie se debe apropiar de lo que no es suyo... según los papeles. Porque a veces la realidad es otra. A veces no son los mismos los derechos escritos que los derechos de verdad. Un ejemplo: cuando Kenia, en África, pasó a formar parte del Imperio Británico, la corona determinó que todas aquellas tierras eran de su propiedad. Y así se puso por escrito; Pero se “olvidó” de que en aquellas tierras había pueblos, personas, familias, que llevaban viviendo en ellas durante siglos. El único problema es que nunca habían hecho “papeles”. Aquello fue un robo descarado. Fue lo que desgraciadamente ha sido y es la historia humana; la historia del poder del más fuerte que se aprovecha de los más débiles, de los pequeños. Así fue aquel Imperio y todos los demás imperios que en la historia ha habido. Lo mismo se puede decir de las naciones, de los partidos políticos, de las empresas...
Ante una situación difícil, hoy meteríamos al administrador injusto en la cárcel. Pero Jesús no quiso hacer una parábola sobre la justicia. Jesús quiere siempre hablar del Reino. Toda su vida estuvo al servicio del Reino, sus palabras y sus obras. Lo de menos en esta parábola es de quién es el dinero o si el administrador está defraudando al amo.
Lo más importante es que el administrador, cuando se encuentra en una situación urgente y delicada –su patrón se había dado cuenta de que le robaba dinero y le echaba del trabajo– toma una decisión que le abre un futuro nuevo: va a utilizar el dinero de su amo no para quedárselo sino para hacerse amigos que le acojan cuando se encuentre en la calle.
Jesús pone al administrador como ejemplo del que se encuentra de golpe en una situación difícil y sabe encontrar una salida. Lo más interesante es que esa salida pasa por hacerse amigos, por construir lazos de fraternidad. En definitiva, la salida pasa por el Reino. Porque lo que salva la vida de una persona no es el dinero que tiene acumulado en el banco o las riquezas materials que pudieramos tener, sino la fraternidad que ha construido en su vida, el amor que ha dado y el que ha recibido. ¿Para qué quiere el administrador el dinero que robó? Probablemente ya se lo había gastado. Pero aquellos clientes de su patrón a los que perdonó parte de sus deudas le abrirían las puertas de su casa. El administrador encontraría una familia que le acogiese. Estaría salvado.


Conclusión: los bienes de este mundo o sirven para crear fraternidad o no sirven para nada, se apolillan y nos apolillan, se pudren y nos pudren a nosotros mismos. No hay banquete de la vida si no se comparte en fraternidad.


Crear fraternidad
Ahora es tiempo de volver a la primera lectura y escuchar la palabra dura del profeta Amós. No es agradable escuchar sus palabras pero son verdad. ¡Ay de todo el que abuse de su hermano! ¡Ay del que haga de los bienes una muralla que le impida la fraternidad! Es posible que se encuentre con una cuenta corriente llena de dinero, pero morirá en la soledad rodeado de sus tesoros, sin una mano amiga cerca. El Señor no olvidará sus acciones porque el Padre de todos no desea sino que vivamos en fraternidad. Romper e impedir la fraternidad no sólo es el mayor pecado sino que, además lleva consigo la peor de las condenas: la muerte en soledad, el aislamiento.


Es tiempo de levantarnos y ponernos en marcha. Es tiempo de usar lo que tenemos al servicio de la fraternidad. Lo mío no es mío sino nuestro y la necesidad del hermano vale más que cualquier título de propiedad. Claro, hay que saber ayudar, y verdaderamente apoyar al que lo necesite.... Aunque el hermano no tenga papeles que acrediten su propiedad, es hermano, hijo del mismo Padre, Dios, y ése es el mayor derecho que se puede tener en este mundo.


El que tenga oidos...que oiga


Cristo vive!!!!                              Revdmo David Falcon


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