¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

sábado, 3 de marzo de 2012

Lecturas y Homilia del Domingo 2º de Cuaresma +04 de Marzo del 2012

Saludo


"Dios no perdonó a su propio Hijo,
sino que lo entregó para beneficiarnos a todos".
Prefirió que muriera su Hijo,
antes que renunciar a su amor por los hombres.
Ese Jesús está ahora con nosotros,
como la garantía del amor de Dios.
Que Jesús, el Señor, esté siempre con ustedes.


Introducción por el Celebrante

Cuando estamos sufriendo, nos produce felicidad oír una palabra de consuelo y de ánimo. Es una experiencia feliz cuando, en medio de nuestras de nuestras tribulaciones y problemas, nos llega un rayo de luz que levanta nuestro ánimo y nos asegura que Jesús viene y esta con nosotros en nuestro fatigoso caminar.Y nos resulta aun mas reconfortante, durante el tiempo de Cuaresma, el hecho de que Jesús mismo, en el misterio de la Transfiguración, nos dé una visión fugaz anticipada de su victoria en Pascua. Todo eso es maravilloso y queremos que dure, pero como Pedro, tenemos que volver a las realidades de la vida. Pero sin olvidar que Jesús está todavía, siempre, con nosotros, aun cuando no estemos conscientes de ello.

Por lo mismo seguimos nuestra aventura a través de la Cuaresma. ¿A dónde nos conducirá el camino?
A Jesús, el camino le llevó a Jerusalén, a la cruz. Nosotros, con Jesús, tenemos que cargar con nuestra cruz; pero sabemos también que con Jesús la meta no será la muerte, sino la vida, no el sufrimiento, sino la resurrección. Este consuelo nos parece relativo, a veces; pero para el cristiano es real. No tenemos que pedir sufrimiento; pero, cuando venga, lo tomamos, como Jesús, por amor a Dios y a los hermanos. Por eso, de nuevo como Jesús, vemos en la montaña una visión que nos anima. Dios está con nosotros, él nos ve, y nos ama. Nosotros nos fiamos de él.

Oración Colecta
Oremos al Padre
que la luz de Cristo resplandezca sobre nosotros.
(Pausa)
Oh Padre amoroso:
Durante un breve tiempo
transfiguraste y glorificaste a tu Hijo en el monte Tabor
para animarle a llevar a cabo su misión
y para fortalecer a sus discípulos.
Que la presencia de Jesús aquí con nosotros,
en esta nuestra eucaristía,
y las palabras que él nos dirige
nos transformen y nos den luz y fuerza
para tomar con responsabilidad nuestra misión en la vida
y para aliviar la carga de nuestros hermanos y hermanas,
hasta que nos transformes a imagen y semejanza suya
en la luz eterna de tu gloria.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor.

 
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (22,1-2.9-13.15-18):

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: «¡Abrahán!»
Él respondió: «Aquí me tienes.»
Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó: «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»

Palabra de Dios
Salmo
Sal 115,10.15.16-17.18-19

R/.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida

Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.

Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R/.

Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,31b-34):

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,2-10):


En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

Palabra del Señor

HOMILIA
Abraham es nuestro padre en la fe. Su característica principal fue una fe sin dudas, una fe inconmovible, una fe a toda prueba ... y una confianza absoluta en los planes de Dios y una obediencia ciega a la Voluntad de Dios. Por eso a Abraham se le conoce como el padre de todos los creyentes.

A Abraham Dios comenzó pidiéndole que dejara todo: vete de tu tierra y de tu patria y de la casa de tu padre (Gen. 12, 1-4). Y Abraham sale sin saber a dónde va. Ante la orden del Señor, cumple ciegamente. Va a una tierra que no sabe dónde queda y no sabe siquiera cómo se llama. Deja todo, renuncia a todo: patria, casa, estabilidad, etc. Da un salto en el vacío en obediencia a Dios. Confía absolutamente en Dios. Abraham sabe que su vida la rige Dios, y no él mismo.

Y Abraham cree, a pesar de que todas las circunstancias parecen contrarias a esta promesa. Así, como para Dios no hay imposible, a un hombre de 100 años y a una mujer estéril de 90, les nace un hijo: Isaac, el hijo por el cual la descendencia de Abraham será tan numerosa como las estrellas del cielo y las arenas del mar, el hijo por el cual será Abraham padre de un gran pueblo, porque será padre de todos los creyentes.

Sin embargo, comienza a crecer Isaac, el hijo de la promesa. Cuando ya todo parece estar estabilizado, Dios interviene nuevamente para hacer una exigencia “ilógica” a Abraham: le pide que tome a Isaac y que se lo ofrezca en sacrificio. Este tal vez sea uno de los episodios más conmovedores de la Biblia (Gen. 22, 1-2.9-18). Dios vuelve a exigirle todo a Abraham. Ahora le pide la entrega de lo que Dios mismo le había dado: Isaac debe ser sacrificado. Abraham obedece ciegamente, sin siquiera preguntar por qué. Sube el monte del sacrificio para cumplir el más duro de los requerimientos del Señor. Y en el momento que se dispone a sacrificar a su hijo, Dios lo hace detener.

Dios requirió de Abraham una entrega total: le pidió el todo. Abraham creyó, esperó y obedeció. Así debe ser nuestra fe: inconmovible, si dudas, sin cuestionamientos, confiada en los planes de Dios y en su Voluntad, dispuesta a dar el todo a Dios. Una fe confiada en que Dios sabe exactamente lo que conviene a cada uno: una fe ciega.

Abraham respondió a un Dios desconocido para él -pues Abraham pertenecía a una tribu idólatra. Pero nosotros hemos conocido la gloria de Dios, que fue experimentada por los Apóstoles después de la Resurrección del Señor, pero aún antes, en los momentos de su Transfiguración ante Pedro, Santiago y Juan. Jesucristo llevó a estos tres Apóstoles al Monte Tabor y allí les mostró parte del fulgor de su divinidad. (Mc. 9, 2-10).


Recordemos que la resurrección y la gloria del Cielo es la meta de todo cristiano. Esa gloria nos la muestra Jesús con su Transfiguración. Tan bello y agradable era lo que vivieron los Apóstoles en esos momentos, que Pedro le propuso al Señor hacer tres tiendas, para quedarse allí. “¡Señor, qué bueno sería quedarnos aquí”, exclama San Pedro.

Así de agradable y de atractiva es la gloria del Cielo, en la que provoca quedarse allí para siempre. Ese es el gozo del Cielo, que los Apóstoles pudieron vislumbrar en los breves instantes de la Transfiguración del Señor. Ese es el gozo que podremos tener si, como Abraham, renunciamos a todo lo que creemos que importa. Porque la felicidad total y absoluta para siempre podrá ser nuestra sólo si nos entregamos enteramente a Dios y a su Voluntad.

Los cristianos de todos los tiempos tenemos dos peligros a la hora de percibir a Dios y su presencia en el mundo. Hay dos posturas arriesgadas que desdibujan la presencia del Dios verdadero:

+La primera postura concibe a Dios que está en el cielo tan ocupado en sus asuntos que no tiene tiempo de atender a los seres humanos… Esta postura genera cristianos incapaces de tener los pies en el suelo. Añorando, quizás por miedo de enfrentarse al mundo real, un cielo al estilo de los cuentos, se preocupan de cosas divinas que nunca verán ni entenderán.
Esta forma de entender a Dios produce cristianos alérgicos a la vida, personas que no valoran la creación de Dios que perciben como mala. Estos cristianos están más ocupados del cómo es Dios que de lo que Dios hace en su creación. ¿Dios tendrá barba? ¿Será muy mayor? ¿Cómo estará sentado…?

+La otra postura no menos dolorosa es justo la contraria. Cristianos que quieren ver a Dios tan apegado al mundo que se disuelve en él. El Dios que se hace es el Dios a medida del mundo. Un Dios que abdica de ser Dios para contentar al mundo…
Esta postura hace que Dios pierda la trascendencia ya que se mete tanto en su humanidad que se difumina su divinidad. De esta manera el Señor se convierte en algo poco más que un camarada… Se pierde lo sobrenatural por acarrear tanto mundo… Cristianos que tienen miedo de mirar cara a cara la divinidad del Señor. Son los cristianos que se olvidan que hay que estar en el mundo sin ser del mundo…

El Evangelio de hoy nos invita a ser precisamente eso: Buena Noticia, Evangelio encarnado.
De una manera espectacular y simbólica se funden el cielo y la tierra, la apariencia humana y divina. Para el ser humano esta doble realidad de Jesús es la que le produce una profunda y conmovedora felicidad....Si quitas a Jesús su divinidad a costa de su humanidad, le dejas incompleto y si lo haces al revés , también.
Si lo percibes asi… Una dimensión sin la otra sólo tendras frente a ti a un Jesús parcial, incompleto, sin capacidad de cuestionar ni dar respuesta al corazón humano.


Cuando un cristiano sabe calibrar auténticamente la presencia de Jesús desde una autenticidad de vida, asumiendo los dos niveles de la existencia del Señor, es cuando su vida se vuelve Evangelio para los otros y para sí mismo.
La transfiguración de Jesús nos recuerda estas dos dimensiones: la divina y la humana. Hoy más que nunca el mundo necesita cristianos que sepan nivelar y vivir ambos aspectos de la figura y la vivencia del Señor.

Si vivo un Dios enteramente divino estoy seguro que no entenderá mi pobre humanidad, porque lo divino es perfección y yo soy imperfecto…
Si vivo un Dios enteramente humano, estoy seguro que será un dios que morirá conmigo. No seré semejanza de Él sino que será un Dios a mi medida…


Dios Padre dice: "Este es mi hijo amado. Escúchenle.


EL QUE TENGA OIDOS...QUE OIGA.


OREMOS!!


Te damos Gracias, Dios Padre nuestro,
porque Tú manifiestas tu Divinidad
y tu Presencia en nuestro día a día,
en medio de los acontecimientos cotidianos.


 Gracias porque nos permites contemplarte
y retomar las fuerzas necesarias para continuar
la misión a la que Tú nos llamas y nos envías.


Te damos Gracias, Dios Padre Misericordioso,
porque Tú te manifiestas en nuestras vidas
para fortalecernos en la fe y reafirmarnos
en nuestra vocación a la que hemos sido llamados.


 Gracias, Dios Padre, porque Tú nos animas
y nos llenas de la fuerza necesaria para poder
caminar junto a Ti, sin desánimo ni cansancio,
aunque llegue a nosotros el sufrimiento o dificultad.


 Tú te transfiguras ante nuestros ojos, para recordarnos
que la cruz , el dolor y sufrimientos nunca vencerán
si confiamos en Ti y permanecemos siempre contigo.


 Te pedimos que apoyados en tu enorme Misericordia,
Tú nos enseñes y ayudes a vivir estos días de Cuaresma
llenándonos de esperanza e ilusión y buscando también
llenarnos de Ti a través de la Oración y de tu Palabra.


Convierte Tú nuestro corazón para lograr acercarnos a Ti,
y repartir tu Amor y Misericordia a cada hermano nuestro,
como discípulos tuyos comprometidos en las realidades
de nuestro mundo, para cambiarlo y mejorarlo cada día.


Amén


HERMANO JUAN PABLO CORC+OBISPO JUAN DAVID FALCON


CRISTO VIVE!!!!!
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario