¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

viernes, 1 de julio de 2011

Lecturas y Homilia del Domingo 03 de Julio del 2011+ Tiempo Ordinario

Primera lectura
Lectura de la profecía de Zacarías (9,9-10):

Así dice el Señor: «Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.»

Palabra de Dios

Salmo
Sal 144,1-2.8-9.10-11.13cd-14

R/.
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;

bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás. R/.


El Señor es clemente y misericordioso,

lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.


Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,

que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.


El Señor es fiel a sus palabras,

bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.

Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,9.11-13):

Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.

Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»


Palabra del Señor

HOMILIA

Uno de los pasajes más preciosos del Evangelio... y tal vez uno de los menos aprovechados, es aquella oración con que Jesús clamaba así al Padre Celestial:  “¡Te doy gracias, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!  Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.” (Mt. 11, 25)

Sí, al Padre le ha parecido bien esconder las cosas de su Reino -esconder su Sabiduría- a los sabios, a los cultos, a los racionalistas, a los que no creen en nada que no sea comprobable, a los que necesitan “ver para creer”.  Y sí se las ha revelado a la gente sencilla, a los que creen no saber mucho o tal vez no saber nada, a los que están prestos a ser enseñados por el Espíritu Santo, a los que saben que nada saben que no les venga de Dios, a los que saben que nada son ante Dios.  A ésos sí les revela el Padre sus secretos. 
Conocida esta oración del Señor, no sorprende, entonces, que San Pablo, dirigiéndose a los griegos, quienes se dedicaban con mucho ahínco a la búsqueda del saber humano, les dijera esto: “Si entre ustedes alguno se considera sabio, según los criterios de este mundo, considérese que no sabe, y llegará a ser verdadero sabio.  Pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios”.  Y luego pasa a citar frases del Antiguo Testamento:  “Dios atrapa a los sabios en su propia sabiduría ... El Señor conoce las razones de los sabios, y sabe que no valen nada”.  (1 Cor. 3,18-20).

¡Qué distinto ve Dios las cosas a como las vemos nosotros los humanos! ... Si alguno quiere ser sabio, que se reconozca incapaz de saber y de conocer por sí solo, que se reconozca insuficiente, que sepa que nada puede por su cuenta, porque ... querámoslo reconocer o no ... nada puede el hombre por sí solo.  En esto consiste la “pobreza de espíritu”.  Sólo los sencillos, los “pobres de espíritu” podrán conocer la verdadera “Sabiduría” -aquélla que viene de Dios.  Esa “Sabiduría” (con “S” mayúscula) es la que hace ver las cosas a los ojos de Dios, la que hace ver las cosas como Dios las ve.

La Santísima Virgen María, a quien invocamos como “Trono de la Sabiduría”, modelo de humildad y de esa Sabiduría que viene de Dios, sabía que nada podía por sí sola.  Por ello reconoce que, no ella, sino Dios, el Poderoso, “ha hecho grandes cosas” en ella (Lc.1,49).

Pequeñez,  sencillez, humildad.  Son virtudes evangélicas necesarísimas, que nos llevan a ser pobres en el espíritu.  Pero ¡qué lejanas están estas virtudes de lo que nuestro mundo actual -tan distinto de Dios- nos propone!

Ante la  pequeñez espiritual del Evangelio, se nos propone el engrandecimiento del propio yo.  Ante la sencillez del Evangelio, se nos proponen los racionalismos estériles.  Ante la humildad del Evangelio, se nos propone la soberbia de creer que se puede lograr cualquier cosa con tan sólo proponérsela.  Ante la pobreza en el espíritu del Evangelio se nos propone el engreimiento del ser humano.

Pero las proposiciones contenidas en la Palabra de Dios son para todos los tiempos.  Y la Palabra nos aconseja reconocernos incapaces ante el Todopoderoso  ... para poder llegar a ser sabios.  Hacernos pequeños ... necesitados como los niños ... para que Dios pueda crecer en nosotros.  Hacernos humildes ... reconocernos que no somos nada ante Dios ... para poder ser engrandecidos por El.  Sólo así, podremos salirnos del grupo de los “sabios y entendidos”,  a quienes le quedan escondidos los secretos de Dios y podremos, entonces, ser contados entre la “gente sencilla”  a quienes el Padre revela lo escondido, sus secretos, los secretos de su Sabiduría.


¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi
entendimiento, para conocer tus mandatos:
fortalece mi corazón contra las insidias del
enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y
no quiero endurecerme y resistir, diciendo:
después…, mañana...i!es Ahora!, ¡! Hoy ¡!...no vaya
a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de
entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de
paz!...

 quiero lo que quieras, quiero porque
quieres, quiero como quieras, quiero cuando
quieras.

AMEN ¡!

Revdmo. J David Falcon+hermano juan Pablo CORC

CRISTO VIVE!!

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