¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

sábado, 25 de junio de 2011

Lecturas y Homilia- Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo- Domingo 26 de Junio del 2011

Primera lectura

Lectura del libro del Deuteronomio (8,2-3.14b-16a):


Moisés habló al pueblo, diciendo: «Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no. Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan sino de todo cuanto sale de la boca de Dios. No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres.»
Palabra de Dios


Salmo
Sal 147,12-13.14-15.19-20

R/. Glorifica al Señor, Jerusalén


Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.


Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R/.


Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R/.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (10,16-17):


El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.
Palabra de Dios


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,51-58):


En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»


Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»


Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Palabra del Señor


HOMILIA


El misterio de la Misa debiera siempre asombrarnos, pero sucede que estamos acostumbrados a la Misa,y tomamos la Misa y la Comunión como un derecho adquirido.


Pero es un misterio inmenso el que cada Misa no sólo recuerda la Ultima Cena y el Calvario, sino que –de veras- los hace presente.


El sacrificio de Cristo en la Cruz siempre está presente ante el Padre Celestial, porque Dios vive en un eterno presente. Entonces el sacrificio de Cristo en la Cruz, que la Trinidad vive de manera perenne, se nos hace presente en nuestro tiempo y lugar, cada vez que estamos en Misa.


Momento importantísimo en la Misa es participar en la Cena, es decir recibir ¡a Dios! -a Jesús Dios y Hombre verdadero.


Porque la Comunión no consiste solamente en que recibimos la Hostia Consagrada, sino en que recibimos ¡una Persona! ¡que es Dios! Y esa Persona-Dios quiere unirse íntimamente con quien lo recibe. ¿Nos damos cuenta de este privilegio indescriptible?


Recibir la Comunión significa entrar en unión. No significa nada más que Jesús viene a nosotros: implica una relación de unión. Por tanto, ese deseo de Cristo unirse a nosotros requiere nuestra respuesta: debemos darnos a El como El se da a nosotros.


Un ejemplo que puede ayudarnos a apreciar y tomar conciencia de lo que significa Comunión: si vertimos cera derretida sobre cera derretida, una inter-penetra a la otra de manera perfecta. Se parece a la unión de Cristo con nosotros y de nosotros en Cristo cuando comulgamos.


En la Comunión estamos participando en el Banquete Celestial (Lc. 14, 15), el que disfrutaremos también por toda la eternidad cuando seamos llevados al Cielo y participemos, junto con toda la muchedumbre celestial, de la Cena del Cordero (Ap. 19, 9). ¡Dichosos los llamados a esta Cena! … aquí en la tierra y allá en el Cielo. “Estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo” (Ap. 3, 20).


En conclusion podemos decir que la comunión en el cuerpo y la sangre de Cristo no sólo nos sirve de alimento para el camino a título individual. El sacramento eucarístico es comunitario por antonomasia. La comunión con Cristo nos hace entrar en comunión entre nosotros, y así se constituye la Iglesia. La celebración del Corpus Christi no puede ser más que la celebración de la comunidad de los discípulos reunidos en torno a Jesús para escuchar su Palabra, reconciliarse entre sí, si hay alguna enemistad entre ellos, interceder por las necesidades de todo el mundo, alabar al Padre común y reforzar la comunión en un mismo cuerpo al comer todos del mismo pan que Jesús parte para nosotros.


Y si cada uno, al entrar en comunión con el Cristo que entrega en la Cruz su cuerpo y derrama su sangre, recibe fuerzas para realizar en su vida cotidiana el sacrificio del amor, asimismo la Iglesia, cuerpo de Cristo, tiene que vivir no para sí, sino para anunciar la Buena Noticia de la Pascua, haciéndola real mediante la propia entrega, hasta derramar su sangre si es preciso, por la salvación del mundo entero.


El que tenga oidos ...que oiga.
Revdmo. David Falcon*hermano Juan Pablo CORC
CRISTO VIVE!!










jueves, 16 de junio de 2011

Lecturas y Homilia del domingo Solemnidad de la Santísima Trinidad +19 de Junio del 2011


Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (34,4b-6.8-9):

En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor.

El Señor pasó ante él, proclamando: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.»
Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo: «Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»
Palabra de Dios

Salmo
Dn 3,52-56

R/.
A ti gloria y alabanza por los siglos

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,

bendito tu nombre santo y glorioso. R/.


Bendito eres en el templo de tu santa gloria.
R/.

Bendito eres sobre el trono de tu reino.
R/.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines

sondeas los abismos. R/.

Bendito eres en la bóveda del cielo.
R/.

Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (13,11-13):

Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.

Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (3,16-18):

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Palabra del Señor

HOMILIA
El Evangelio de hoy es breve pero muy profundo. Es la síntesis de la relación de Dios con los seres humanos. Nos habla del amor que Dios nos tiene a las personas y lo que hace por nosotros.


Hoy estamos celebrando la solemnidad de la Santísima Trinidad. ¿Qué es lo que expresamos los cristianos en esta fiesta?
Nosotros creemos en un solo Dios. Dios sólo es uno, pero a la vez es Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿No es complicar más la realidad de Dios para algunas personas a las que ya les cuesta aceptar la existencia de Dios? ¿No es la Trinidad un motivo de embrollo más que de claridad para algunas personas que no entienden nuestra fe? ¿Por qué los cristianos hablamos de la Trinidad?
Son muchas las preguntas las que entran en esta realidad espiritual, pero son precisamente esas cuestiones las que nos hacen ver que el ser humano no ha podido inventarse a Dios y formular tal complejas afirmaciones. ¿Es el cristianismo una fe difícil de entender y de vivir? Sí y no. Cuando nos acercamos a la fe con una mera curiosidad intelectual, no terminamos de entender ni comprender nunca ya que la fe va mucho más allá de estos presupuestos teóricos. Si nos adentramos en la fe y la hacemos vida entonces es cuando todo cuadra en nuestra mente y en nuestro corazón.


Decimos los cristianos que nuestro Dios es un Dios único en tres personas distintas y esto que lo formulamos con cierta sencillez se llega a complicar grandemente cuando intentamos explicarlo. Quien cree comprende la hondura de estas palabras porque las está viviendo. Quien busca comprender sin fe, sin esperanza y sin amor, nunca entrará la realidad de esta afirmación trinitaria.
¿Cómo explicar que Dios es uno y a la vez es Padre, Hijo y Espíritu Santo? Quizás tengamos que decir que en cada amor hay siempre tres realidades o sujetos: uno que ama, uno que es amado y el amor que les une. En líneas generales esto nos demuestra la realidad amorosa de Dios en su relación con las personas.


El texto que la Iglesia hoy nos propone es como una síntesis de la realidad de Dios y los seres humanos. Jesús vino a salvarnos perdonándonos los pecados por el amor que Dios nos tiene. Nos dice también que Dios entregó a su único Hijo por nuestra salvación.


Nuestro mundo tan autosuficiente puede que no atienda a estas palabras. Es probable que alguno crea que no necesita la salvación, que él mismo es el único protagonista de su historia y de su esperanza. Pero bien sabemos que esto no es así. El ser humano necesita de la ayuda de Dios para ser realmente humano. Necesita de su Palabra, de su vida para ser plenamente feliz. Aunque el mundo de hoy me deslumbre con los fogonazos de sus propuestas sólo la luz de Dios me da explicación a la indigencia de mi realidad humana. La propuesta que Dios nos ofrece es la que está basada en el amor.

Muchos cristianos se han instalado en la condena permanente hacia sí mismos y hacia los otros. Son "profetas de calamidades". Su anuncio del Evangelio no es invitación a descubrir el amor que Dios nos tiene, sino una invitación a que nosotros amemos a Dios. Las personas amamos a quien nos ama. Si no me anuncian el amor que Dios me tiene, es muy difícil que espontáneamente yo pueda amar a Dios. Toda predicación y todo acto de evangelización tiene que empezar siempre con una pregunta: "¿Sabes quién te ama de verdad?" Toda la pedagogía de la conversión será simplemente ahondar en la realidad de Dios que te ama y tu personal respuesta a ese amor. Amor con amor se paga...
 
Jesús abre las puertas del amor de Dios a toda la humanidad. Él no condena a nadie sino que intenta curar a las personas heridas por el pecado y por la vida... Cada vez tengo más la impresión de que la vida es como un gran barco donde toda la humanidad navega, y que absolutamente todos los seres humanos tenemos que ir tapando las grietas por donde entra el sufrimiento y la desesperanza. Todos navegamos por el mismo mar de la eternidad. Juntos vamos en la misma nave de la vida. Ser cristiano es tener la certeza de que Dios también navega con nosotros, no nos ha dejado ni solos ni desamparados.

 Dios ama al mundo. ¿Amamos nosotros al mundo? El mundo es la buena creación de Dios que los seres humanos nos hemos encargado de irlo maquillando a nuestro antojo. ¿Cómo es la presentación que hacemos de Dios a los demás y a nosotros? ¿Es un Dios que te ama a pesar de tus pecados y miserias personales o alguien que te condena sin remedio...? ¿Somos nosotros anunciadores del Dios que ama o hemos construido un diocesillo castigador de los demás? ¿Qué inspira tu anuncio de Cristo: amor o miedo...?
En conclusion amadisimos hermanos, celebrar la fiesta de la Trinidad es celebrar el Amor de Dios Padre creador, del Hijo que nos muestra el rostro de Dios Padre y del Espíritu que vivificando a la Iglesia y lanzándola al mundo para asi crear esa gran comunidad a la que la creación entera está llamada, la gran familia de los hijos de Dios. 

Perteneces ya a ella?...quieres pertenecer a la Familia de Dios?

                                              OREMOS!!

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi
entendimiento, para conocer tus mandatos:
fortalece mi corazón contra las insidias del
enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y
no quiero endurecerme y resistir, diciendo:
después…, mañana...i!es Ahora!, ¡! Hoy ¡!...no vaya
a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de
entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de
paz!...

 quiero lo que quieras, quiero porque
quieres, quiero como quieras, quiero cuando
quieras.

AMEN ¡!

 !! FELIZ DIA DEL PADRE !!

Revdmo. J David Falcon+hermano juan Pablo CORC

CRISTO VIVE!!



sábado, 11 de junio de 2011

Lecturas y Homilia del DOMINGO DE PENTECOSTÉS + 12 de Junio del 2011

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-11):

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

Enormemente sorprendidos, preguntaban: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.»
Palabra de Dios

Salmo
Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34

R/.
Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra


Bendice, alma mía, al Señor:

¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R/.

Les retiras el aliento, y expiran

y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R/.

Gloria a Dios para siempre,

goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R/.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,3b-7.12-13):

Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Palabra de Dios


Secuencia


Ven, Espíritu divino,

manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequia,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23)

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Palabra del Señor

HOMILIA

Pues hermanos…como hemos venido reflexionando en estos dias, nos damos cuenta  que para muchos cristianos la fe está sujeta a teorías más o menos aceptadas y no a una vivencia concreta. Me explico. Desde pequeño se nos dice que tenemos que creer en lo que formulamos en el Credo. Son realidades espirituales que abarcan la historia de la salvación. El tema está que para muchas personas estas frases son sólo eso: frases vacías, de poco contenido vivencial. De esta manera vemos que se pueden decir muchas cosas de grandes contenidos pero sin sentir vivencialmente la plenitud de lo que decimos.
Algo parecido nos ocurre con el Espíritu Santo. Una vez pregunté a unos niños quién era el Espíritu Santo y sólo uno me contestó bien: "El Espíritu Santo es Dios." Y es asi…el Espiritu Santo es Dios que se queda en nosotros, en nuestra vida diaria y nos alienta en nuestro caminar diario de cristianos.

¿Eres una persona "espiritual"? ¿Qué es ser "espiritual"?.

Para muchos detrás de este calificativo se esconden muchas complicaciones interiores. A un carácter tímido, cerrado, sin empuje, que se refugia en la fe muchas veces para tratar de explicar sus propias fustraciones... se le puede tildar de "espiritual...!! Nada más lejos de la verdad!!. Ser espiritual no es ser tímido, cerrado, lleno de miedos y complejos. Ser espiritual es dejarse guiar por el Espíritu, tener un carácter firme, alegre, seguro…dispuesto.

Nadie puede dudar que san Pedro o san Pablo eran personas espirituales y por lo mismo podemos afirmar que no eran personas tímidas, cerradas, metidas en su pequeño y corto mundo, si no todo lo contrario, lideres alegres, llenos de vida y Amor…

Ser espiritual es tener un corazón donde quepa todo el mundo…pero el problema de muchos corazones es que padecen de atrofia espiritual. Cuanto menos se entregan al Señor más pequeños y egoístas se vuelven. Con el tiempo llegan incluso a confundir las cosas, llamando a lo bueno malo y a lo malo bueno. Ese es el camino de quien no vive en la sintonía del Espíritu Santo.
Todo rito religioso celebrado, les parece sin "alma" (sin vida)aburrido,no les llena. Son para ellos palabras vacías que no producen ecos espirituales, sino ecos mudos de sus propias frustraciones. Las personas que se dicen creyentes y viven así lo que les ocurre es que se mantienen en un permanente infantilismo que infantiliza negativamente todo lo que con ellos se roza.

Estamos llamados a crecer en el Espíritu. Estamos invitados a madurar humana y espiritualmente y para ello necesitamos la presencia constante de Dios en nuestra vida.
La Palabra nos recuerda que los discípulos estaban reunidos (como muchas veces nos reunimos nosotros hoy), pero tenían las puertas cerradas (no se refiere sólo a las puertas físicas, sino a las de nuestro corazón), por miedo (tengo que descubrir los miedos que rondan mi vida y me impiden crecer como persona y creyente). Bien sabe el Señor que para la titánica misión de crecer y hacer presente a Dios en el mundo es necesario la ayuda del propio Dios. El ser humano no tiene fuerzas suficiente para por sí mismo mantenerse en la presencia constante de Dios. Es por ello que necesitamos de su ayuda y aliento.
¿Vives tú bajo la ley del Espíritu?

Los frutos del Espíritu Santo son el testimonio más importante de su acción en nosotros. Somos cristianos en la medida que dejamos que Dios nos transforme y nos capacite para ser sus seguidores.

A pesar de estar la casa cerrada Jesús no violenta las cerraduras ni da una patada en la puerta de aquellos discípulos. Entra silenciosamente. Se filtra por las paredes. Aquellos estaban llenos de miedo pero estaban reunidos recordando lo que había ocurrido. Fue tan fuerte el ver a Cristo resucitado, tan fuerte la fuerza de su Espiritu, que el miedo les desapareció y a partir de ese momento se creó la Iglesia. La Iglesia aparece por tanto con estos elementos: estaban reunidos- aceptando la presencia de Cristo Resucitado- abriendo las puertas del alma- superando el miedo- recibiendo el Espíritu Santo.

La Iglesia es la patria del alma. Ser Iglesia es tener las puertas abiertas, reunidos y sin miedos, esperanzados, agradecidos y felices. Quienes intentan vivir el Evangelio desde esas premisas son los que ven y sienten cómo el Espíritu Santo los va transformando, ayudandolos a crecer en la fe y madurar en sabiduria y verdad… día a día.

Los fieles, sacerdotes, religiosas, ministros… que viven llenos de miedos e inseguridades,tristes, frustrados, inseguros, fastidiados, viendo egoistamente solo por sus intereses, serán unos ineficaces discípulos porque en ellos no se dan los frutos del Espíritu.Su palabra es esteril, su testimonio vacio… Quien vive en cobardías sólo cobardías transmitirán a otros. No puedes dar lo que no tienes, si no vives en el Espiritu, en el Amor…no podras darlo a los demas.Quienes piensan que la fe es algo tan íntimo que no necesita ser compartida se encontrarán encerrados en su egoísmo, solos y sin la presencia alegre, viva del Espíritu Santo.

En este día de Pentecostés tenemos que preguntarnos sobre el proceso de madurez de nuestra fe:
+ ¿Ha ido mi corazón en todos estos años acercándose a la madurez espiritual a la que soy llamado? 
+ ¿Qué cerraduras son las más difíciles de abrir en mi vida y por qué?
+ ¿Qué miedos son los que todavía tengo que superar? 
+ ¿Acepto al Espíritu Santo en mi vida?...
Responde sinceramente…y abre la puerta de tu Corazon al Espiritu Santo, dejate llevar…dejate transformar!!!

¿Cómo puede suceder esta trasformación en nosotros?  El protagonista del cambio tan radical de los apostoles fue el Espíritu Santo.  Pero no podemos dejar de observar cuál era la actividad principal de los Apóstoles antes de Pentecostés: “Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu ... en compañía de María, la Madre de Jesús ... Acudían diariamente al Templo con mucho entusiasmo” (Hech. 1, 12-14 y 2, 46).  

Esa es la actitud!!...El secreto del Espíritu Santo, el secreto de la acción del Espíritu Santo en nosotros y a través de nosotros está en la oración: oración perseverante, frecuente, con entusiasmo y siempre junto a Nuestra Santísima Virgen María. 

 ¡Ven, Espíritu Santo!... y transforma nuestros corazones!! Amen!

El que tenga oidos…que oiga.

Revdmo. J David Falcon+hermano juan Pablo CORC

CRISTO VIVE!!


jueves, 9 de junio de 2011

DEBEMOS CREER, CON FE FIRME Y VERDADERA...DE FORMA TOTAL Y ABSOLUTA EN EL ESPIRITU SANTO


OREMOS!!


Ven, Espíritu Santo, y
envía desde el cielo un
rayo de tu luz. Ven, padre
de los pobres; ven dador
de gracias, ven luz de los
corazones. Consolador
magnífico,
dulce huésped del alma.
Descanso en la
fatiga, brisa en el estío,
consuelo en el llanto. ¡Oh luz
santísima!, llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.
Sin tu ayuda, nada hay en el
hombre, nada que sea bueno.

Lava lo que está manchado,
riega lo que está árido, sana lo
que está enfermo. Doblega lo
que está rígido, calienta lo que
está frío, endereza lo que está
extraviado. Concede a tus fieles
que en Ti confían tus siete
sagrados dones. Dales el mérito
de la virtud, dales el puerto de
salvación, dales la felicidad
eterna.Amen.


Non est abbreviata manus Domini, no se ha hecho más
corta la mano de Dios…

No es menos poderoso Dios hoy
que en otras épocas, ni menos verdadero su amor por
los hombres. Nuestra fe nos enseña que la creación
entera, el movimiento de la tierra y el de los astros, las
acciones rectas de las criaturas y cuanto hay de
positivo en el sucederse de la historia, todo, en una
palabra, ha venido de Dios y a Dios se ordena. La
acción del Espíritu Santo puede pasarnos inadvertida,
porque Dios no nos da a conocer sus planes y porque
el pecado del hombre enturbia y obscurece los dones
divinos. Pero la fe nos recuerda que el Señor obra
constantemente: es Él quien nos ha creado y nos
mantiene en el ser; quien, con su gracia, conduce la
creación entera hacia la libertad de la gloria de los
hijos de Dios.


Por eso, la tradición cristiana ha resumido la actitud
que debemos adoptar ante el Espíritu Santo en un solo
concepto: docilidad. Ser sensibles a lo que el Espíritu
divino promueve a nuestro alrededor y en nosotros
mismos: a los carismas que distribuye, a los
movimientos e instituciones que suscita, a los afectos y
decisiones que hace nacer en nuestro corazón. El
Espíritu Santo realiza en el mundo las obras de Dios:
es —como dice el himno litúrgico— dador de las
gracias, luz de los corazones, huésped del alma,
descanso en el trabajo, consuelo en el llanto. Sin su
ayuda nada hay en el hombre que sea inocente
y valioso, pues es Él quien lava lo manchado, quien
cura lo enfermo, quien enciende lo que está frío, quien
endereza lo extraviado, quien conduce a los hombres
hacia el puerto de la salvación y del gozo eterno.


Pero esta fe nuestra en el Espíritu Santo ha de ser
plena y completa: no es una creencia vaga en su
presencia en el mundo, es una aceptación agradecida
de los signos y realidades a los que, de una manera
especial, ha querido vincular su fuerza. Cuando venga
el Espíritu de verdad —anunció Jesús—, me glorificará
porque recibirá de lo mío, y os lo anunciará. El Espíritu
Santo es el Espíritu enviado por Cristo, para obrar en
nosotros la santificación que Él nos mereció en la
tierra.


Por lo mismo, Dios no quiere esclavos, sino hijos, y respeta nuestra
libertad. La salvación continúa y nosotros participamos
en ella: es voluntad de Cristo que — según las
palabras fuertes de San Pablo— cumplamos en nuestra
carne, en nuestra vida, aquello que falta a su pasión,
pro Corpore eius, quod est Ecclesia, en beneficio de su
cuerpo, que es la Iglesia.


Vale la pena jugarse la vida, entregarse por entero,
para corresponder al amor y a la confianza que Dios
deposita en nosotros. Vale la pena, ante todo, que nos
decidamos a tomar en serio nuestra fe cristiana. Al
recitar el Credo, profesamos creer en Dios Padre
todopoderoso, en su Hijo Jesucristo que murió y fue
resucitado, en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida.
Confesamos que la Iglesia, una santa, católica y
apostólica, es el cuerpo de Cristo, animado por el
Espíritu Santo.
Nos alegramos ante la remisión de los
pecados, y ante la esperanza de la resurrección futura.
Pero, esas verdades ¿penetran hasta lo hondo del
corazón o se quedan quizá en los labios? El mensaje
divino de victoria, de alegría y de paz de la
Pentecostés debe ser el fundamento inquebrantable en
el modo de pensar, de reaccionar y de vivir de todo
cristiano.

No puede haber por eso fe en el Espíritu Santo, si no
hay fe en Cristo, en la doctrina de Cristo, en los
sacramentos de Cristo, en la Iglesia de Cristo. No es
coherente con la fe cristiana, no cree verdaderamente
en el Espíritu Santo quien no ama a su la Iglesia, quien no
tiene confianza en ella, quien se complace sólo en
señalar las deficiencias y las limitaciones de los que la
representan, quien la juzga desde fuera y es incapaz
de sentirse hijo suyo.


OREMOS!!


Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.


V. Envía tu espíritu y serán creados


R. Y renovarás la faz de la tierra.


Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.


Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.


Revdmo David Falcon_hermano juan pablo CORC


miércoles, 8 de junio de 2011

CAMINO Y PREPARACION A PENTECOSTES

En la primera lectura del domingo pasado Jesucristo prometió a sus discípulos que les enviaría al Paráclito, el Espiritu de verdad…el Espiritu Santo y los discípulos en preparación a ese gran momento permanecieron juntos en Jerusalén en continua oración junto a María.

Por lo tanto, estos días,en vísperas al dia de pentecostes es una ocasión propicia para recordar aquella primera oración conjunta y prepararnos, a ejemplo de los apostoles y Maria, para celebrar la venida del Espíritu Santo.

Por eso hermanos, estos días previos al domingo de pentecostés, reflexionaremos y oraremos juntos, como verdadera comunidad cristiana, disponiendo y preparando nuestro corazón y nuestra mente y asi podamos recibir al Espiritu de Dios, que nos fortalecerá, abrirá nuestro entendimiento…y nos unira aun mas a nuestros hermanos y a Cristo mismo…Asi sea.

OREMOS!!

¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi
entendimiento, para conocer tus mandatos:
fortalece mi corazón contra las insidias del
enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y
no quiero endurecerme y resistir, diciendo:
después…, mañana...i!es Ahora!, ¡! Hoy ¡!...no vaya
a ser que el mañana me falte.

¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de
entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de
paz!: quiero lo que quieras, quiero porque
quieres, quiero como quieras, quiero cuando
quieras.

AMEN ¡!

El día en que el Espíritu Santo
descendió sobre los discípulos del Señor…PENTECOSTES!

Los Hechos de los Apóstoles, al narrarnos los
acontecimientos de aquel día de Pentecostés en el que
el Espíritu Santo descendió en forma de lenguas de
fuego sobre los discípulos de Nuestro Señor, nos hacen
asistir a la gran manifestación del poder de Dios, con
el que la Iglesia inició su camino entre las naciones. La
victoria que Cristo —con su obediencia, con su
inmolación en la Cruz y con su Resurrección— había
obtenido sobre la muerte y sobre el pecado, se reveló
entonces en toda su divina claridad.
Los discípulos, que ya eran testigos de la gloria del
Resucitado, experimentaron en sí la fuerza del Espíritu
Santo: sus inteligencias y sus corazones se abrieron a
una luz nueva. Habían seguido a Cristo y acogido con
fe sus enseñanzas, pero no acertaban siempre a
penetrar del todo su sentido: era necesario que llegara
el Espíritu de verdad, que les hiciera comprender todas
las cosas. Sabían que sólo en Jesús podían encontrar
palabras de vida eterna, y estaban dispuestos a
seguirle y a dar la vida por Él, pero eran débiles y,
cuando llegó la hora de la prueba, huyeron, lo dejaron
solo.

El día de Pentecostés todo eso ha pasado: el
Espíritu Santo, que es espíritu de fortaleza, los ha
hecho firmes, seguros, audaces. La palabra de los
Apóstoles resuena recia y vibrante por las calles y
plazas de Jerusalén.

Vigencia y actualidad de pentecostés en nuestras vidas

La fuerza y el poder de Dios iluminan la faz de la
tierra. El Espíritu Santo continúa asistiendo a la Iglesia
de Cristo, para que sea —siempre y en todo— signo
levantado ante las naciones, que anuncia a la
humanidad la benevolencia y el amor de Dios. Por
grandes que sean nuestras limitaciones, los hombres
podemos mirar con confianza a los cielos y sentirnos
llenos de alegría: Dios nos ama y nos libra de nuestros
pecados. La presencia y la acción del Espíritu Santo en
la Iglesia son la prenda y la anticipación de la felicidad
eterna, de esa alegría y de esa paz que Dios nos
depara.

También nosotros, como aquellos primeros que se
acercaron a San Pedro en el día de Pentecostés, hemos
sido bautizados. En el bautismo, Nuestro Padre Dios ha
tomado posesión de nuestras vidas, nos ha
incorporado a la de Cristo y nos ha enviado el Espíritu
Santo. El Señor, nos dice la Escritura Santa, nos ha
salvado haciéndonos renacer por el bautismo,
renovándonos por el Espíritu Santo, que Él derramó
copiosamente sobre nosotros por Jesucristo Salvador
nuestro, para que, justificados por la gracia, vengamos
a ser herederos de la vida eterna conforme a la
esperanza que tenemos.

La experiencia actual,nuestra debilidad, nuestras
Fallas, el desanimo y apatía en la misión… puede producir el
espectáculo doloroso de la pequeñez o incluso de la
mezquindad en algunos hermanos, que se llaman cristianos. El
aparente fracaso o la desorientación de algunas
empresas apostólicas, etc...todo esto —comprueba la
realidad del pecado y de las limitaciones humanas—
y a su vez pueden constituir grandes pruebas para nuestra
fe, y hacer que se acrecienten en nuestro corazón y nuestra mente, la tentación y la duda.
y preguntarnos...
¿dónde están la fuerza y el poder de Dios?

 Por esto mismo es el momento de reaccionar!!... de practicar de manera más
pura, más recia Y REAL nuestra esperanza, nuestra fe y, por tanto, de
procurar que sea más firme nuestra fidelidad.Por eso es tan necesaria la oración en estos días…y en toda nuestra vida.

Oremos!!

Ven Oh Santo Espíritu, llena los
corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor.

V. Envía tu espíritu y serán creados

R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de
los fieles con la luz del Espíritu Santo.

Concédenos según el mismo Espíritu,
conocer las cosas rectas y gozar siempre de
sus divinos consuelos. Por el mismo Cristo
nuestro Señor. Amén.

Revdmo. J. David Falcon_hermano juan pablo CORC



sábado, 4 de junio de 2011

Lecturas y Homilia del Domingo Solemnidad de la Ascensión del Señor 05 de Junio del 2011

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (1,1-11):


En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que habla escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.


Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.»


Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»


Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.» Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista.


Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Palabra de Dios


Salmo


Sal 46,2-3.6-7.8-9
R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas


Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R/.


Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.


Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/.


Segunda lectura


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,17-23):


Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.


Palabra de Dios


Evangelio


Conclusión del santo evangelio según san Mateo (28,16-20):
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.


Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»
Palabra del Señor


HOMILIA


El Evangelio de san Mateo termina con esta escena. Jesús envía a sus discípulos por el mundo con la misión de acercarlo a Él. No es acercar a Dios al mundo, es acercar el mundo y a las personas a Dios.


Desde el nacimiento de Jesús, Dios está presente en nuestra realidad de cada día, pero también es cierto que en esa realidad no siempre está Dios. Conjugar estos dos momentos es la vida cristiana. Saber que Dios está muy cerca de nosotros pero sin la presencia física como otra persona, es el gran desafío que planteamos los cristianos al mundo que nos rodea.


Dice la Palabra que los discípulos adoraron a Jesús, pero "algunos dudaban". No creían con facilidad, buscaban pruebas y razones para saber si el resucitado era realmente Jesús u otra persona. Me temo que nuestra vida en esta tierra estará siempre salpicada por estos dos momentos de adoración y de duda. El ser humano es capaz de adorar y dudar.


Jesús les habla diciéndoles que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra. ¿Cómo entender esta autoridad de Jesús cuando vemos que el mundo va por caminos totalmente contrarios a su mensaje? Esta es la pregunta que se hacen numerosas personas: ¿Si Dios tiene tanto poder por qué el mundo está tan mal...?


El mundo está mal cuando no hacemos caso a lo que Dios nos indica. Si vivimos el Evangelio verdaderamente, el mundo será más parecido a lo que Dios quiere. La maldad en el mundo es la ausencia de Dios.


Dios tiene poder para ofrecer a los seres humanos un mensaje, su persona, que se entrega por nosotros. Para aceptar a Dios necesito equilibrar mi mente y mi corazón y hacer una opción desde mi libertad. Tiene poder para invitarnos siempre desde lo hondo de nuestro corazón a seguirle con alegría.


El Señor rompe las categorías religiosas de la época. Para los creyentes de entonces sólo se salvarían los que pertenecían a una raza, lengua o nación concreta. El resto no vería el rostro salvífico de Dios. Jesús nos invita a ir a todo el mundo para hacer discípulos a todos los habitantes del mundo. Hoy que tanto se habla de la unidad de las naciones para el bien común, nos olvidamos que fue el cristianismo quien comenzó, por encima de todas las diferencias humanas, quien impulsó la globalización de la salvación de Dios. Fue algo así como "la ONU" de los espíritus que aman a Dios...


La tarea del cristiano es bien clara: llevar el Evangelio a otras personas sean del lugar y raza que sean. El bautismo es la puerta de encuentro con el Señor. Por el bautismo empezamos el camino que Jesús hace por los senderos del mundo.


En la Solemnidad de la Ascensión del Señor la Iglesia nos propone este texto donde Jesús nos deja la promesa de quedarse con nosotros. "Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo." Está siempre, todos los días; en los momentos malos y buenos. Es un "me voy pero me quedo."


Sabemos que Jesús se queda entre nosotros. Eso para el creyente no es difícil experimentarlo. La pregunta queda en el aire para saber hacia dónde se marcha. El Señor asciende al cielo. En el Credo decimos: "Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre." ¿Qué significa "el cielo"?


Para muchas personas el cielo es un lugar al que llegamos después de nuestra muerte. Ante todo tenemos que decir que el cielo no es un lugar sino un estado. El cielo es estar con Dios. Conocer a Cristo y ser su discípulo ya es el comienzo del paraíso aquí en la tierra. Cuando llegue la hora de nuestra muerte lo que ocurrirá es que se transformará en un estado eterno, para siempre, no roto por las horas y los días de nuestra vida terrena. Imaginarnos el cielo no es fácil porque "lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que lo aman." (1 Cor 2,9).


El cielo ha comenzado ya en esta vida para los que creemos e intentamos permanecer en el Señor. Esperamos la eternidad con Él cuando nos llegue la muerte. Mientras tanto nuestra vida estará siempre salpicada de adoración a Dios, de ir a los demás para acercarlos a Cristo y también algunas veces de dudas. Todo ello logrará acercarnos más a ese cielo y tierra nueva sin desentendernos de nuestro débil y desalentado mundo actual. La labor del cristiano es acercar un poco más el cielo al mundo y viceversa...


El que tenga oídos…que oiga-


Revdmo David Falcon


CRISTO VIVE!!!!


miércoles, 1 de junio de 2011

"Nunca tomes por ejemplo al hombre en lo que hubieres de hacer, por santo que sea, porque te pondrá el demonio delante sus imperfecciones; sino imita a Cristo, que es sumamente perfecto y sumamente santo, y nunca errarás" ++++++ San juan de la cruz.


Necesitamos un modelo de vida?!...Quien mejor que JESUS, sea nuestra mayor inspiracion y ejemplo a seguir…reflexionemos el porque:

La figura y presencia de Jesús arrastra, cautiva y convence. Tiene un gran poder de atracción. Porque une en sí maravillosamente el vigor y la ternura, la energía más viril y la más extremada delicadeza. Posee una lucidez mental que sobrecoge y, al mismo tiempo, una insoborna­ble libertad frente a todos y frente a todo. Nada le aterra. Pero tampoco es un temerario. Sabe lo que quiere y lo quiere de verdad. Es capaz de sentir miedo, temor, tristeza e incluso angustia mortal. Y, sin embargo, es inaccesible al desaliento. Posee un equilibrio sorprendente. Sin exaltaciones y sin abatimientos. Aun en los momentos más decisivos de la prue­ba, saca fuerzas de flaque­za para reaccionar con energía, siem­pre en fidelidad amorosa a la voluntad del Padre. Sabe conmover­se y llorar. Es profundamente humano. Mucho más humano que Juan el Bautista, por ejemplo. No conoce la insensibilidad ni la apatía; y, menos todavía, la frial­dad. Es perfectamente Hombre y Hombre perfecto. Todas las páginas del Evangelio son un grito que proclama su humanidad y su humanis­mo.

Jesús -tan finamente sensible y delicado y tan excepcio­nal­mente amable- tiene un extraordinario coraje. Sabe incluso indignarse cuando es necesario. Mantiene una viva polémica con los jefes religiosos de Israel, condenando abiertamente sus actitudes y su hipocresía, y se atreve a llamarles "raza de víboras" y "sepul­cros blanqueados". Dice la verdad sin miramien­tos. Es intrépido y valeroso. Sube hacia Jerusalén, muy cons­ciente de lo que en Jerusalén le espera, y lo hace con paso tan decidido que los apóstoles apenas pueden seguirle. Lo único que le interesa es la voluntad del Padre, y realizar la obra que el Padre le encomendó, que es la salvación de los hombres. Y de esa voluntad nada ni nadie le podrá apartar. Por eso, no cede a la tentación de un mesianismo fácil, triunfalista, tal como le propone el demonio y como le sugiere el mismo Pedro.


Cristo es de verdad realista. No se pierde nunca en abstrac­ciones. Sus palabras son sencillas, directas, incisivas y, al mismo tiempo, tan profundas que a veces producen vértigo. Nunca se terminan de comprender, y se convierten para la conciencia humana en un permanente y vigoroso reto interior, capaz de conmover los cimientos mismos de la persona y de la sociedad. Su rostro es como esos rostros que nunca se terminan de mirar, y que cada vez invitan a viajar hacia nuevas y mayores profundidades.


Jesús no desprecia nada. Lo ama todo, y ama a todos y a cada uno con amor personal e inconfundible. Pero no se deja sobornar ni subyugar por nada ni por nadie. Tiene y mantiene siempre una plena y absoluta libertad interior y exterior.


Sólo el encuentro personal con Jesús es capaz de transformar a alguien por dentro, desde su misma realidad y desde sus más profundas raíces. (Y justamente los Ejercicios Espirituales son una especie de 'estrategia' para provocar este 'encuentro perso­nal'. Un encuentro personal ‑no lo olvidemos nunca‑ que el mismo Jesús suscita por medio del Espíritu, y en el que nuestra acción propia consiste o debe consistir en dejarnos encontrar por él, ya que es él quien de verdad nos sale al encuentro, y tratar de conocerle, consintiendo activamente en su acción transforma­dora).


"Jesucristo, fue de una personalidad extraordina­ria­mente dotada…dinámico y sereno, asombrosamente atractivo y subyugador. No puede caber duda alguna sobre su equilibrio consumado, su sentido común, lo penetrante de su inteligencia y lo profundo de su piedad. Y, sin embargo, hay en su vida acciones y palabras que, si no fuera más que un hombre, rayarian en la locura y la blasfemia, y harían de él un enigma indescifrable, por mucho que él este arriba y se levante por encima del nivel medio de la humanidad".


Desconocemos muchos detalles y aspectos de la vida de Jesús. Ignoramos numerosos datos de su historia. Pero conocemos perfec­tamente sus actitudes vitales y su verdadera pretensión. Su actitud vital fue vivir y desvivirse por el Reino, es decir, por Dios y por los hombres a la vez. Por eso, su existencia fue de verdad una proexistencia: Ser y existir para los otros. Vivió filialmente para el Padre (consagración, virginidad, sacrifi­cio sacerdotal, obediencia, pobreza, oración...) y fraternal­mente para los hermanos (donación de sí mismo, actitud perma­nente de servicio, anuncio del reino, signos y milagros en favor de los más necesitados...).


Jesús, modelo de humildad y mansedumbre (cf Mt 11, 29), de equilibrio y sensatez, tuvo y manifestó unas pretensio­nes inauditas. Afirma ser superior a los más grandes persona­jes del antiguo testamento. Se considera también superior a las grandes instituciones tradicionales. Se atribuye el poder de perdonar los pecados, prerrogativa exclusiva de Dios. Jamás insinúa un senti­miento de culpa o de arrepentimiento, porque se sabe libre de todo pecado. Manifiesta una relación con el Padre de asombrosa intimi­dad, de comunión perfecta, de igualdad. Se sabe 'plenipotenciario' de Dios, con todo poder en el cielo y en la tierra, capaz de dar la vida y de resucitar a los muertos, juez de todos, preexistente a la misma creación del mundo, con palabras que nunca pasarán. Se atreve a decir de sí mismo lo que nadie jamás se atrevió a pensar o a decir, ni en el colmo de su locura: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn l4, 6). Puede exigir y exige la disponibilidad total, e incluso perderlo todo de hecho ‑los bienes materiales, los lazos humanos más sagrados, la integridad física y hasta la propia vida‑ para seguirle.


Si Jesús no fuera más que un Hombre...Dios... estas pretensiones serían no sólo inauditas, sino blasfemas. Pero Jesús confirmó con sus obras y, sobre todo, en la resurrección toda la verdad de sus palabras y de su vida.


Contemplar es fuente de conocimiento. Y el conocimiento es principio de amor. Y, a su vez, el amor es nueva fuente de nuevo conocimiento. "El conocimiento, decía San Gregorio de Nisa, se convierte en amor". Y San Gregorio Magno añadía:"Amor ipse notitia est, el amor mismo es conocimiento". Esta afirmación vale, sobre todo, cuando se trata de personas, o sea, de cono­cer y de amar a alguien. Y vale muy especialmente cuando se trata de Jesucristo. Conocer de verdad a Cristo es amarle. Y amarle es la mejor manera de conocerle de verdad. Podríamos hablar, parafraseando a San Ignacio, de 'contemplación para alcanzar conocimiento'; de 'cono­cimiento para alcanzar amor'; y de ' amor para alcanzar nuevo conocimiento'...


Cuando Jesús pide ‑exige‑ que sus seguidores le amen a él más que al padre y a la madre, a la mujer, a los hijos, a los hermanos e incluso más que a sí mismos, advierte claramente que perderlo todo ‑la integridad física y hasta la propia vida‑ por él es la suprema manera, la única manera, de ganarlo todo para siempre. Es una auténtica paradoja y parece casi un contra­sentido; pero es una gran verdad. Porque es cierto ‑aunque no resulte evidente a primera vista‑ que nunca existe verdadero conflicto entre el amor verdadero a Cristo y el verdadero amor a sí mismo y a los demás. (Habría que subrayar las tres veces el adjetivo verdade­ro). Y que el auténtico amor a Cristo y el amor auténtico a nosotros mismos (también habría que subrayar ahora las dos veces el adjetivo auténtico) coinciden exactamente, hasta identificarse, pues no son propiamente dos amores, sino uno solo.


Cristo es nuestro mayor 'Bien', nuestro 'Bien' absoluto y pleno, nuestra verdadera 'identidad'. Y es más íntimo a nosotros que nosotros mismos. El es, para cada uno, su mejor 'Yo', su 'Yo' más profundo, que no suplanta sino que afirma y confirma la propia personali­dad.


Hay que recordar que somos 'nosotros mismos' en la medida en que nos parecemos a Jesús y reproducimos en nosotros su imagen: en la misma medida en que 'vamos siendo él', hasta conse­guir su plena madurez y que él esté plenamente formado en nosotros y sea él quien en nosotros viva.
Jesucristo es la Verdad, la Vida, el Amor, la Libertad, más aún, nuestra Verdad, nuestra Vida, nuestro Amor y nuestra Libertad. Por eso, amarle a él es amar lo mejor de nosotros mismos: nuestra verdadera 'identidad'; es amarnos verdadera­mente a nosotros. En cambio, pretender amarnos, en contra y sin Jesús, es amar nuestra false­dad, nuestra mentira, nuestra muerte, nuestro egoísmo y nuestra esclavitud; y, en definitiva, no nos amariamos de verdad…porque seria como querer nuestro verda­dero mal.

Cristo es Amor…nuestro Amor…El Amor mismo.

El que tenga oidos que oiga.

Revdmo. David Falcon

CRISTO VIVE!!!