¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

sábado, 27 de octubre de 2012

Lecturas y Homilia del Domingo 30º del Tiempo Ordinario- 28 de Octubre del 2012


Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías (31,7-9):

Así dice el Señor: «Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Mirad que yo os traeré del país del norte, os congregaré de los confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito.»

Palabra de Dios

Salmo
Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R/.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R/.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (5,1-6):

Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy», o, como dice otro pasaje de la Escritura: «Tú eres sacerdote eterno, se gún el rito de Melquisedec.»

Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,46-52):

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.»
Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.»
Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo.»
Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?»
El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.»
Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Palabra del Señor

Homilia

No hay peor ciego que el que, aunque quiera, no puede ver...


El Evangelio de hoy nos narra la curación del ciego Bartimeo, incidente que nos ofrece bastante tela de donde cortar para extraer enseñanzas muy útiles a nuestra fe, nuestra vida de oración y nuestro seguimiento a Cristo.

Y vamos directo a la primera enseñanza...Ciertamente Bartimeo era ciego en sus ojos corporales:  no tenía luz exterior.  Pero sí tenía luz interior, sí veía en su interior, pues reconocer que Jesús era el Mesías,“el hijo de David”, y poner en El toda su esperanza, es ser vidente en el espíritu.  Su fe lo hacía gritar cada vez más y más fuertemente, pues estaba seguro que su salvación estaba sólo en Jesús.  Y tal era su emoción que solto el manto y de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús”, cuando éste, respondiendo a sus gritos, lo hizo llamar.


Ahora bien, los “gritos” de Bartimeo llamaron la atención de Jesús, no sólo por el volumen con que pronunciaba su oración de súplica, sino por el contenido.  “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”.  Un contenido de fe profunda, pues no sólo pedía la curación, sino que reconocía a Jesús como el Hijo de Dios, el Mesías que esperaba el pueblo de Israel.   De allí que Jesús le dijera al sanarlo:  “Tu fe te ha salvado”.

Analicemos un poco más los “gritos-oración ” de Bartimeo.  “Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí”.  (Reconocer a Jesús, como hijo de David, era lo mismo que reconocerlo como el Mesías; es decir, el Hijo de Dios).  Podemos decir que esta súplica desesperada de Bartimeo contiene una profesión de fe tan completa que resume muchas verdades del Evangelio.  Es la llamada “oración de Jesús” que se utiliza para la oración constante, para orar “en todo momento ... sin desanimarse” (Ef. 6, 18), como nos recomienda San Pablo.


Si nos fijamos bien, es una oración centrada en Jesús, pero es también una oración Trinitaria, pues al decir que Jesús es Hijo de Dios, estamos reconociendo la presencia de Dios Padre, y nadie puede reconocer a Jesús como Hijo de Dios, si no es bajo la influencia del Espíritu Santo. 

Además, al reconocer a Jesús como el Mesías, nuestro Señor, reconocemos su soberanía sobre nosotros y su señorío sobre nuestra vida, es decir, reconocemos nuestro sometimiento a su Voluntad.  Y al decir “ten compasión de mí”,  reconocemos que, además, de dependientes de El, tenemos toda nuestra confianza puesta sólo en El, nuestra única esperanza, igual que Bartimeo.

“Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí, pecador”...
Es una oración que contiene esta verdad del Evangelio:  que somos pecadores y que dependemos totalmente de Dios para nuestra salvación.  Es una oración de estabilidad y de paz...esta oracion amados hermanos yo les recomiendo que la repitamos al despertar y antes de dormir y de ser posible en todo momento a lo largo del día, pues puedo asegurarles que si asi lo hacemos ademas de dar paz y tranquilidad a nuestro ser, a nuestro espiritu puede ayudarnos a vivir de acuerdo a la Voluntad de Dios ... y a seguir a Cristo, como lo hizo Bartimeo, quien “al momento recobró la vista y se puso a seguirlo por el camino”. 


Pero existe también la otra ceguera espiritual de quien no ve, de quien no oye, de quien no se deja guiar. Es la ceguera de aquellos que tienen sensibilidad espiritual pero que no han percibido que Jesús es el que pasa por el camino de sus vidas. Todos conocemos personas buenas, sensibles, capaces de actos de amor y hacederos de buenas obras, pero que no han parado al Señor que pasa por delante de su propia existencia, que no lo han reconocido, escuchado...menos le han orado. La vida cristiana es hacer constantemente, dia a  día, lo que hizo nuestro ciego del Evangelio de hoy: llamar a Dios para que tenga compasión de nosotros. Dos veces le grita el ciego a Jesús que tenga compasión de él.

¿Qué es la compasión?

Tener compasión o compadecerse es compartir con alguien sus desgracias sean del tipo que sean. Pero la compasión no es algo estático sino que el compadecerse nos lleva a buscar junto con el que sufre la posible solución a sus problemas. Cuando el ciego le pide a Jesús que se compadezca de él, lo que está haciendo es urgir a Jesús para que haga algo para sacarlo de su ceguera.

Ser compasivo no es "tener pena...lastima" sino ponerse en camino con quien te encuentras en tu camino demandándote comprensión y ayuda.

La oscuridad de nuestro ciego no le impidió detectar la divinidad de Jesús. Fue un descubrimiento desde el vacío y el desposeimiento. Las cosas materiales muchas veces nos pueden alejar del Señor, pero una adecuada ceguera a lo material a lo que no es de Dios puede acercarnos a Él. 

Para muchas personas es justo al revés: ven lo que no les llena y se olvidan de lo que les puede llenar en plenitud. El invidente le dice a Jesús que quiere recobrar la vista, que necesita ver. Al igual que los creyentes mientras estamos en el camino de la vida, vamos a tientas y sólo al final del camino de nuestra existencia podemos ver a Dios "cara a cara".

Cuando Jesús le llama, dice la escritura que el ciego arrojó su manto y dando un salto se acercó al Maestro. El manto bien puede significar esas escasas seguridades a las cuales nos aferramos en la vida. El manto representa las cosas que nos dan tranquilidad, las rentabilidades que hemos ido eligiendo en la vida. Ayudar a quitarse el manto y dar un salto en la dirección indicada escuchando las palabras de ánimo de los discípulos es también la misión de la Iglesia. La comunidad eclesial tiene que realizar esa funcion de animadores para el encuentro con Jesús. 

La Iglesia no está para condenar sino para acercar al ser humano hacia sí mismo, hacia los demás y hacia Dios. Este es uno de los pasajes evangélicos donde encuentro estas tres dimensiones que son más que fundamentales en la fe:

* Encuentro con uno mismo. Reconocerse tal cual somos, sin máscaras, sin tapujos, sin doble lenguaje ni doble moral. Pedir al Señor compasión para que transforme nuestras debilidades y limitaciones presentes en nuestra realidad, ayudandonos asi a lograr un cambio real en nuestras vidas .

* Encuentro con los demás. La Iglesia está para animar el encuentro con el Señor en comunidad, está para dar aliento a los que desean de corazon ser pueblo de Dios...con palabra y testimonio     ¡Qué distinta sería muchas veces nuestra vida cristiana y nuestra acción pastoral si fuésemos más animadores que condenadores! Tenemos que decir al que busca a Dios: "- Ánimo, levántate. Cristo te está llamando." !no estas solo!.
Muy probablemente el ciego no sabía la distancia a la que estaba Jesús y fueron los demás los que haciendo el papel de lazarillos le condujeron hasta Él. ¡Santa Iglesia lazarilla y benditos lazarillos que a través de los siglos han mostrado y han acercado a millones de ciegos a Dios!

* Encuentro personal con Dios. Jesús le manda irse y le dice que por su fe ha sido curado. La Palabra de Jesús siempre cura y envía...pero para saber interpretarla, entenderla y vivirla necesitamos tener un encuentro espiritual real y verdadero con Dios, dejarnos guiar y envolver por su Santo Espiritu ...y eso solo lo podremos lograr abriendo nuestro corazon  a nuestro amado Padre y con fe y total dispocision orar, pero en una oracion de abandono, en silencio...cerrando los ojos y buscando en nuestro interior el encuentro con nuestro amado... Todo encuentro con Dios nos dara y estara siempre lleno de liberacion, cambio, sanacion y de fe, sobre todo de fe.

En otro lugar del Evangelio se nos dice "¿Puede un ciego guiar a otro ciego...?" y yo me pregunto si mi ceguera ha sido redimida y curada, si me estoy dejando guiar y si guío bien a los que quieren ser compañeros de camino. Recuerdo aquél Tomás ciego de incredulidad, que hasta que no vio y tocó no creyó y me propongo hoy firmemente creer sin ver a ejemplo de aquel pobre invidente del camino que lo único que pedía era compasión y vista. Esto es lo que debemos pedir cada día a nuestro buen Dios.


“Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí, pecador”

EL QUE TENGA OIDOS...QUE OIGA.

HERMANO JUAN PABLO CORC-OBISPO JUAN DAVID FALCON



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