¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

sábado, 20 de agosto de 2011

Lecturas y Homilia del Domingo del Tiempo Ordinario+ 21 de Agosto del 2011

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (22,19-23):

Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio: «Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá. Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna.»
 
Palabra de Dios

Salmo
Sal 137,1-2a.2bc-3.6.8bc

R/.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos


Te doy gracias, Señor, de todo corazón;

delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre. R/.


Por tu misericordia y tu lealtad,

porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.


El Señor es sublime,

se fija en el humilde
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.

Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11,33-36):

¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.
 
Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-20):

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»

Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor

HOMILIA
A todos nos gusta saber qué opinan los demás sobre nosotros. En la época de Jesús esto también era así. La gente daba mucha importancia a la opinión ajena ya que en esa opinión se transmitían los logros y las obras de cada persona. La fama era tan importante como la propia vida.
El Evangelio está lleno de preguntas que le hacen al Señor; Él se encargaba de responder de la mejor manera posible para que le entendieran, pero en la lectura de hoy es Jesús quien pregunta: -“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”
No pregunta “¿Qué dicen los escribas y fariseos sobre quién soy yo?”; ellos eran los entendidos, los que de verdad sabían a qué atenerse en los siempre difíciles y complicados temas de la fe. Pregunta “¿Quién dice la gente…?” La gente era precisamente quien le rodeaba, quien le había visto actuar, predicar y obrar milagros.

Los fariseos despreciaban a la gente y es el propio Jesús quien quiere oír la voz de los despreciados. Muchas veces nosotros olvidamos las voces cercanas que nos interpelan y nos pueden ayudar y dar luz en nuestro camino de la vida de fe. Puede ser incluso que creamos que los santos están siempre lejos de nosotros, lejos de nuestra vida y de nuestra realidad. Pero nunca debemos olvidar que es posible que en aquel al que menos tenemos en cuenta, al que parece que no posee ninguna cualidad relevante pueda estar Dios actuando en lo profundo de su ser y de su corazón. Hay que ir al corazón de las personas.

¿Cómo tratas a los que tienes alrededor?


¿Qué personas son las que te han dado ejemplo de fe en tu vida?


¿Has conocido algún santo de esta época?

La respuesta que dieron los discípulos fue variada. Había distintas opiniones. Todos coincidían que Jesús era de uno los profetas antiguos que había resucitado. A pesar de las obras que había hecho el Señor no le reconocían como autor de las mismas, sino que realmente eran los grandes profetas que le habían precedido los que estaban actuando en Él.

Tal como hoy, la figura de Jesús siempre produce una opinión. Para unos es el primer comunista, para otros un buen psicólogo y pedagogo, otros lo ven como un líder revolucionario, pero es más, mucho más que todo eso…

El Señor va mucho más allá y ahora les toca a ellos, a sus íntimos, el definirse ante su maestro: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Una nueva pregunta que tiene otro contenido totalmente distinto. Es más íntima. Es a un círculo más cerrado con el que ha intimado y al que les ha explicado las parábolas.
Pedro responde en nombre de los demás. Cuando les preguntó sobre la gente fueron todos los discípulos los que contestaron, ahora es Pedro quien se hace portavoz del grupo y hace una confesión de fe: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios viviente”. Inmediatamente Jesús le llama bienaventurado (feliz) porque había sabido captar perfectamente quién es el Señor.

¿Quién es Jesús para ti?



¿Cómo te imaginabas a Dios cuando eras pequeño/a?

Pedro es bienaventurado porque tenía fe. La fe sólo la da Dios. Interviene la educación y la formación que hemos recibido, pero la fe la da sólo Dios. Y es muy importante vivir desde la fe en Cristo ya que el estado espiritual de una persona depende de sus convicciones con respecto a Jesús.

A continuación comienza la constitución de la Iglesia, que es puesta en manos de Pedro. El Señor es el que edifica, es el arquitecto, sus discípulos edificarán sobre las bases que Él ha construido. Él edifica sobre la confesión de fe de que ha hecho Pedro, es como decir “sobre lo que has dicho se sostendrá la Iglesia”. 

En conclusion para razonar correctamente y llegar a dar una respuesta natural y correcta, como lo hizo Pedro hay que estar en una búsqueda sincera de la Verdad, pues los razonamientos estériles no llevan a ningún lado.  Hace falta la sencillez, la humildad, la niñez espiritual, para conocer los secretos de Dios y para darnos cuenta de dónde está Dios.Una fe viva, fervorosa, perseverante, inconmovible sólo viene de Dios y sólo la reciben los que se abren a este don.  Y la llave que abre nuestro corazón y nuestra mente a las cosas de Dios es LA HUMILDAD.

CRISTO VIVE!!

Revdmo. Juan David Falcon+Hermano Juan Pablo CORC

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