Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (55,1-3):
Así dice el Señor: «Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 144
R/. Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente. R/.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,35.37-39):
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.»
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo: «Traédmelos.»
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Palabra del Señor
HOMILIA
Uno de los milagros más recordados de Jesús fue el de la Multiplicación de los Panes y los Peces: comida multiplicada… y gratis. Y es interesante al leer el texto del Evangelista San Mateo (Mt. 14, 13-21), descubrir algunos detalles que rodearon este impresionante milagro.
Lo primero que llama la atención es el hecho de que para el momento de este acontecimiento, Jesús se acaba de enterar de la muerte de su primo, su Precursor, San Juan Bautista. Nos dice el Evangelista que “al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar solitario”. Es decir, que en ese momento el Señor estaba de duelo y quería retirarse a solas, seguramente a orar, o simplemente a recuperarse de la tristeza de este hecho, que -como Dios- conocía ya de antemano, pero que como Hombre verdadero que era también, sentía aflicción por tal pérdida y por tan vil asesinato (cfr. Mt. 14, 1-12).
¿Por qué llama la atención esto? Llama la atención por lo que enseguida nos cuenta el Evangelista: al saber la gente que Jesús estaba por allí, lo siguieron por tierra y al ver aquella muchedumbre de gente “se compadeció de ella y curó a los enfermos ... y posteriormente, les dio de comer. Es decir que Jesús se olvida de lo que inicialmente iba a hacer, se olvida de su retiro en soledad, y se somete a la solicitud de una muchedumbre hambrienta de pan material y de pan espiritual.
Y nosotros, que debemos ser imitadores de Cristo, ¿es así como actuamos con relación a las necesidades de los demás? ¿Qué necesidades van primero: las nuestras o las de los demás? ¿Cómo atendemos a quien nos necesita para que le demos una palabra de aliento, una atención porque está enfermo o simplemente un trozo de pan? ¿Hacemos como Jesús, olvidándonos de nuestra tristeza o preocupación personal para atender a otros, aún dentro de nuestra propia tristeza o preocupación? ...
El otro detalle que llama la atención de este milagro multiplicador de comida es el hecho de que Jesús le pregunta a sus discípulos cuánta comida tienen: son sólo cinco panes y dos pescados. La muchedumbre era grande: cinco mil hombres, más mujeres y niños. Si tomamos en cuenta que a Jesús lo seguían muchas más mujeres que hombres, probablemente en total podían haber sido unas quince mil personas.
¿Cómo podían los discípulos, preocupados por el gentío, seguir la indicación del Señor que les dice: “Denles ustedes de comer”? Pero sucedió que sí pudieron cumplir esta instrucción, pues, acto seguido, Jesús efectúa el milagro: de los cinco panes y dos peces iban saliendo muchísimos panes y pescados... ¡tantos! que al final se recogieron doce cestas de sobras.
Las cifras que pone el Evangelista dan una idea de la espectacularidad del milagro. Pero este milagro fue ¡nada! en comparación con otro milagro que este milagro pre-anuncia: la Sagrada Eucaristía, en la cual Jesús se convierte El mismo en nuestro “Pan bajado del Cielo” (Jn. 6, 41).
En efecto, Jesús es nuestro “Pan de Vida” que alimenta nuestra vida espiritual, que se da a nosotros como alimento en la Hostia Consagrada, por eso es tan importante y fundamental que cada vez que asistamos a misa, aceptemos con gran hambre y felicidad este alimento para nuestro espíritu, la salud,fuerza y fortaleza que obtendremos de verdad que nos ayudara a llevar y vivir de mejor forma nuestra semana…y podemos tenerlo cada vez que queramos recibirlo: diariamente, si deseamos.
Dios se ocupa de nuestras necesidades materiales y de las espirituales. Espera de nosotros, eso sí, que depongamos nuestros gustos y deseos para dar prioridad a los de los demás. Y también espera que pongamos lo poco que tengamos (nuestros cinco panes y dos pescados) para El multiplicarlos para los demás.
EL QUE TENGA OIDOS…QUE OIGA.
REVDMO. JUAN DAVID FALCON*HERMANO JUAN PABLO CORC
CRISTO VIVE!!!
¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).
viernes, 29 de julio de 2011
sábado, 23 de julio de 2011
Lecturas Domingo del Tiempo Ordinario 24 de Julio del 2011
Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes (3,5.7-12):
En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: «Pideme lo que quieras.»
Respondió Salomón: «Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?»
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: «Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 118,57.72.76-77.127-128.129-130
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Mi porción es el Señor;
he resuelto guardar tus palabras.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R/.
Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo;
cuando me alcance tu compasión,
viviré, y mis delicias serán tu voluntad. R/.
Yo amo tus mandatos
más que el oro purísimo;
por eso aprecio tus decretos
y detesto el camino de la mentira. R/.
Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,28-30):
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,44-52):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Palabra del Señor
HOMILIA
El lenguaje del evangelio de hoy es bastante cercano a nuestro mundo presente: vender y comprar, riquezas y fortuna… Pero, sin duda, nos ofrece un mensaje que va más allá de lo puramente material.
Veamos primero qué significados tienen los símbolos usados en este evangelio:
El tesoro escondido en el campo
Si hoy tú tienes algo de valor lo guardas en una caja fuerte en el banco o en casa; en la época de Jesús cuando alguien poseía algo de gran valor material lo escondía bajo tierra. Decían los rabinos de la época que no había más que un lugar seguro para guardar el dinero: la tierra.
En la Iglesia de la Edad Media se simbolizaba artísticamente a la Virgen María como un campo no cultivado, donde se guardaba la mayor riqueza (Jesús) y que, sin embargo, no había sido tocado por nadie en clara referencia a su virginidad .
¿Dónde escondemos nosotros los valores que Dios nos ha dado? ¿En el miedo, en la vergüenza…? ¿Qué hacemos con el tesoro de la fe? ¿Lo escondemos para que nadie nos lo robe?
La perla
En la tradición de los pueblos antiguos el nacimiento de la perla se debía a la irrupción de un rayo caído del cielo en una concha abierta. En el mundo antiguo una perla era la posesión más maravillosa por la que eran capaz de todo por poseer una de ellas.
En el Nuevo Testamento la perla es una imagen de lo divino, de lo que no es terreno. Jesús dice: no den lo sagrado a los perros ni les echen sus perlas a los cerdos. (Mt 7,6). Jesús se refiere a la perla como un símbolo del Reino de Dios.
En la Iglesia medieval se representa artísticamente a la Virgen María como una concha donde se guarda el tesoro más preciado: Jesús.
¿Qué consideras lo más valioso de tu vida? ¿Por qué? ¿Cuál es la perla de tu vida tanto material como espiritual?
La red
En la antigüedad las redes, lazos y trampas son imágenes para indicar el mal. En el Antiguo Testamento la red es un arma de Dios.
Desde finales del siglo II se representó el bautismo bajo la imagen de una pesca con anzuelo y red; el pescador es símbolo de quien bautiza; el pez del bautizado. La red llena de pequeños peces es un símbolo de la Iglesia. El mar es imagen del mundo.
¿Te sientes Iglesia? ¿Qué es la Iglesia para ti, en tu vida diaria?
En estas tres parábolas vemos una clara diferencia con respecto a la de las anteriores semanas. Hasta este momento Cristo había comparado el Reino de Dios con cosas pequeñas, pero ahora lo compara con dos cosas de gran valor: el tesoro enterrado en el campo y la perla encontrada.
En ambos ejemplos se nos descubre algo valioso pero en los dos existe también una clara diferencia:
1.-el hombre de la primera parábola encuentra accidentalmente el tesoro.
2,-el hombre del segundo ejemplo busca perlas finas.
Algo parecido nos sucede a los seres humanos para con Dios. En algunas ocasiones encontramos ante nuestra propia vida ese tesoro inmenso de la fe, casi sin ningún esfuerzo, con sólo mirar… en muchos otros momentos de nuestra vida vemos como las personas buscan un sentido para su existencia, buscan ese tesoro que les haga sentir vivos y plenos. Entre el buscar y encontrar anda la vida de todos los seres humanos…
Estas parábolas han tenido durante la historia dos interpretaciones:
1. El hombre del campo se aplica a Cristo que dio todo cuanto tenía, incluida la vida para salvarnos.
2. El tesoro escondido es el servir a Cristo. El tesoro no está en un huerto cerrado sino en el campo abierto de la vida.
Muchas veces me pregunto si los cristianos vemos la fe y nuestra pertenencia a la Iglesia como ese inmenso tesoro, ese magnífico regalo que podemos tomar como una presencia de Dios.
Después de la explicación que Jesús hizo de las principales parábolas de este capítulo, preguntó a los discípulos si habían entendido estas cosas, a lo que ellos respondieron afirmativamente. Nosotros también hoy podemos comprender tantas y tantas cosas del Señor profundizando en Él, en su vida, en su oración, en su experiencia constante de encuentro con el resucitado.
Termina el evangelio diciéndonos que tenemos que compaginar lo viejo y lo nuevo, lo que nos anunciaba el Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento. Lo que hay de nosotros desde una fe recibida cuando pequeños a la fe adulta que intentamos vivir. En ese encuentro actualizado es donde nuestra fe y nuestra vida se encuentran y se deben de gustar mutuamente…
EL QUE TENGA OIDOS…QUE OIGA.
REVDMO. DAVID FALCON-HERMANO JUAN PABLO CORC
CRISTO VIVE!!!!
Lectura del primer libro de los Reyes (3,5.7-12):
En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: «Pideme lo que quieras.»
Respondió Salomón: «Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?»
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: «Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 118,57.72.76-77.127-128.129-130
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Mi porción es el Señor;
he resuelto guardar tus palabras.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R/.
Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo;
cuando me alcance tu compasión,
viviré, y mis delicias serán tu voluntad. R/.
Yo amo tus mandatos
más que el oro purísimo;
por eso aprecio tus decretos
y detesto el camino de la mentira. R/.
Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,28-30):
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,44-52):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Palabra del Señor
HOMILIA
El lenguaje del evangelio de hoy es bastante cercano a nuestro mundo presente: vender y comprar, riquezas y fortuna… Pero, sin duda, nos ofrece un mensaje que va más allá de lo puramente material.
Veamos primero qué significados tienen los símbolos usados en este evangelio:
El tesoro escondido en el campo
Si hoy tú tienes algo de valor lo guardas en una caja fuerte en el banco o en casa; en la época de Jesús cuando alguien poseía algo de gran valor material lo escondía bajo tierra. Decían los rabinos de la época que no había más que un lugar seguro para guardar el dinero: la tierra.
En la Iglesia de la Edad Media se simbolizaba artísticamente a la Virgen María como un campo no cultivado, donde se guardaba la mayor riqueza (Jesús) y que, sin embargo, no había sido tocado por nadie en clara referencia a su virginidad .
¿Dónde escondemos nosotros los valores que Dios nos ha dado? ¿En el miedo, en la vergüenza…? ¿Qué hacemos con el tesoro de la fe? ¿Lo escondemos para que nadie nos lo robe?
La perla
En la tradición de los pueblos antiguos el nacimiento de la perla se debía a la irrupción de un rayo caído del cielo en una concha abierta. En el mundo antiguo una perla era la posesión más maravillosa por la que eran capaz de todo por poseer una de ellas.
En el Nuevo Testamento la perla es una imagen de lo divino, de lo que no es terreno. Jesús dice: no den lo sagrado a los perros ni les echen sus perlas a los cerdos. (Mt 7,6). Jesús se refiere a la perla como un símbolo del Reino de Dios.
En la Iglesia medieval se representa artísticamente a la Virgen María como una concha donde se guarda el tesoro más preciado: Jesús.
¿Qué consideras lo más valioso de tu vida? ¿Por qué? ¿Cuál es la perla de tu vida tanto material como espiritual?
La red
En la antigüedad las redes, lazos y trampas son imágenes para indicar el mal. En el Antiguo Testamento la red es un arma de Dios.
Desde finales del siglo II se representó el bautismo bajo la imagen de una pesca con anzuelo y red; el pescador es símbolo de quien bautiza; el pez del bautizado. La red llena de pequeños peces es un símbolo de la Iglesia. El mar es imagen del mundo.
¿Te sientes Iglesia? ¿Qué es la Iglesia para ti, en tu vida diaria?
En estas tres parábolas vemos una clara diferencia con respecto a la de las anteriores semanas. Hasta este momento Cristo había comparado el Reino de Dios con cosas pequeñas, pero ahora lo compara con dos cosas de gran valor: el tesoro enterrado en el campo y la perla encontrada.
En ambos ejemplos se nos descubre algo valioso pero en los dos existe también una clara diferencia:
1.-el hombre de la primera parábola encuentra accidentalmente el tesoro.
2,-el hombre del segundo ejemplo busca perlas finas.
Algo parecido nos sucede a los seres humanos para con Dios. En algunas ocasiones encontramos ante nuestra propia vida ese tesoro inmenso de la fe, casi sin ningún esfuerzo, con sólo mirar… en muchos otros momentos de nuestra vida vemos como las personas buscan un sentido para su existencia, buscan ese tesoro que les haga sentir vivos y plenos. Entre el buscar y encontrar anda la vida de todos los seres humanos…
Estas parábolas han tenido durante la historia dos interpretaciones:
1. El hombre del campo se aplica a Cristo que dio todo cuanto tenía, incluida la vida para salvarnos.
2. El tesoro escondido es el servir a Cristo. El tesoro no está en un huerto cerrado sino en el campo abierto de la vida.
Muchas veces me pregunto si los cristianos vemos la fe y nuestra pertenencia a la Iglesia como ese inmenso tesoro, ese magnífico regalo que podemos tomar como una presencia de Dios.
Después de la explicación que Jesús hizo de las principales parábolas de este capítulo, preguntó a los discípulos si habían entendido estas cosas, a lo que ellos respondieron afirmativamente. Nosotros también hoy podemos comprender tantas y tantas cosas del Señor profundizando en Él, en su vida, en su oración, en su experiencia constante de encuentro con el resucitado.
Termina el evangelio diciéndonos que tenemos que compaginar lo viejo y lo nuevo, lo que nos anunciaba el Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento. Lo que hay de nosotros desde una fe recibida cuando pequeños a la fe adulta que intentamos vivir. En ese encuentro actualizado es donde nuestra fe y nuestra vida se encuentran y se deben de gustar mutuamente…
EL QUE TENGA OIDOS…QUE OIGA.
REVDMO. DAVID FALCON-HERMANO JUAN PABLO CORC
CRISTO VIVE!!!!
sábado, 16 de julio de 2011
Lecturas y Homilia del Domingo del Tiempo Ordinario 17 de Julio del 2011
Primera lectura
Lectura del libro de la Sabiduría (12,13.16-19):
Fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 85,5-6.9-10.15-16a
R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente
Tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia, con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende la voz de mi súplica. R/.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.» R/.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,26-27):
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,24-43):
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero."»
Les propuso esta otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré los secretos desde la fundación del mundo.»
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará sus ángeles y arrancarán de su reino a todos los corruptos y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. El que tenga oídos, que oiga.»
Palabra del Señor
HOMILIA
La parábola del sembrador respondía al desaliento de los discípulos por la aparente falta de frutos de la predicación del Evangelio. La parábola del trigo y la cizaña responde a una forma más dramática de desconcierto en los discípulos de Jesús y que, por tanto actualmente tambien todos nosotros podemos experimentar. Es el que procede del escándalo del mal en el mundo y en la Iglesia. No se trata sólo de que la Buena Noticia se extienda con gran dificultad, hasta el punto de que nos pueda parecer que la misión de la Iglesia es un esfuerzo estéril. Es que además, con frecuencia, tenemos la sensación de que el mal es mucho más poderoso que el bien y se impone con mayor velocidad y eficacia. Y no se trata sólo del mal “en el mundo”, sino también en el campo de la Iglesia, en medio de aquellos que han acogido la buena semilla de Jesucristo. Esta es en verdad una gran causa de escándalo para creyentes y no creyentes, para miembros de la Iglesia y para los que se sienten fuera de ella. El mal (y hoy hablamos sólo del mal moral, el que depende exclusivamente de la voluntad del hombre), que parece dominar por todo el mundo en forma de injusticia, violencia, corrupción, pobreza, marginación, desigualdad y un etcétera que se podría prolongar casi indefinidamente, se hace presente también en la Iglesia: allí donde la semilla de la Palabra ha encontrado buena tierra y debería producir frutos sobreabundantes de vida nueva resulta que crecen también los amargos frutos del mal que Jesucristo ha venido a combatir.
El escándalo puede llegar hasta el punto de estar tentados de culpar al sembrador del crecimiento de la mala semilla. Es la clásica objeción que se ha dicho tantas veces contra Dios: si el Creador hizo todo de la nada y lo hizo bueno, y muy bueno (cf. Gen 1, 31), ¿cómo explicar la presencia del mal en el mundo? O Dios quiere eliminar el mal y no puede, y entonces no es todopoderoso, o puede y no quiere, y entonces no es bueno; en los dos casos parece que no se puede aceptar la existencia de Dios.
En la parábola de Jesús, pese a su aparente simplicidad, existen indicaciones muy profundas para entender la respuesta a estas graves objeciones. En primer lugar, Dios no ha creado un mundo totalmente acabado, sino sometido a la ley del crecimiento: ha sembrado buenas semillas que deben dar buenos frutos. Pero para que ese proceso llegue a buen puerto es necesaria nuestra colaboración. Dios nos ha confiado parte de esta tarea, y nos ha dado libertad y autonomía para realizarla responsablemente. Esto significa que, aunque es verdad que todo lo que Dios ha creado es bueno, esa bondad está llamada a crecer y perfeccionarse. Y esto, que se cumple en todo el mundo, es especialmente patente en el hombre. Precisamente porque ha recibido la semilla de la razón y la libertad, el hombre es responsable del mundo que Dios le ha confiado y, sobre todo, de sí mismo y de sus hermanos.
La semilla de la cizaña fue sembrada mientras “la gente dormía”. Vivir responsablemente es vivir en vela, con los ojos abiertos, alertas a esa responsabilidad. Actualmente dormir no significa simplemente descansar, sino desentenderse, vivir irresponsablemente, no asumir como se debe la propia libertad, abusar de ella. Es entonces cuando “el enemigo” aprovecha para sembrar la mala semilla. Es interesante subrayar que las buenas obras se siembran a plena luz, tienen un carácter sincero, abierto y sin tapujos, mientras que el mal se esconde, actúa a hurtadillas, tratando de cargar la responsabilidad sobre aquél que creó el bien y sembró la buena semilla. De ahí la pregunta de los criados, que bien podría ser un reflejo de las objeciones contra Dios de las que hablamos antes: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?” Cuando el señor responde que lo ha hecho “el enemigo”, podemos entender a ese enemigo de muy diversas formas: puede ser el demonio, pero también nosotros mismos cuando nos dejamos llevar de nuestros intereses egoístas y desoímos la Palabra de Dios, y nos negamos a realizar la tarea a la que Dios nos ha llamado. El denominador común de ese enemigo sembrador de cizaña es la libertad personal. Así que la cuestión es que existen actitudes, formas de vida, opciones vitales que se hacen libremente enemigas de Dios y de su obra y que siembran el mal en el mismo campo en el que Dios ha depositado la buena semilla.
La respuesta sobre el origen del mal (que aquí sólo mencionamos de forma general) abre otra cuestión, que es la principal en el Evangelio de hoy: qué hacer ante la presencia del mal. La propuesta de los criados es una tentación permanente que se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia y que ha producido infinidad de destrozos y sufrimientos: ir y arrancar la cizaña que ha empezado a despuntar junto con el trigo. No debemos entender la respuesta del dueño del campo como una llamada a la pasividad, como si ante la presencia del mal debiéramos simplemente no hacer nada, dejándolo campar tranquilamente, sin defendernos de él ni tratar de que triunfe la justicia. Son muchas las palabras de Jesús en el Evangelio las que nos hablan de una actitud comprometida con la causa del bien, de una resistencia activa ante las fuerzas del mal, empezando por el que encontramos en nosotros mismos. Pero cuando Jesús nos dice que no hay que arrancar la cizaña, para no arrancar al mismo tiempo el trigo, nos está diciendo que en la lucha contra el mal no podemos caer en la tentación de usar las mismas armas de aquello que combatimos. Es la tentación de pensar que el fin (bueno) justifica los medios (malos), que la causa de la verdad se puede defender con la imposición violenta, la de la justicia, con el engaño, la de la paz, con la injusticia.
Cuántas veces a lo largo de la historia se ha querido implantar el bien, la justicia, la libertad o la igualdad al precio de pasar por encima de los derechos y hasta la sangre de los inocentes; cuántas veces se ha querido acabar con el mal a base de “cortar por lo sano” y haciendo pagar a justos por pecadores. También en la historia de la Iglesia podemos encontrar por desgracia episodios de este tipo (tal vez menos de los que se dicen, pero siempre más de los que serían de desear). La tentación es tan fuerte, que hasta Jesús llegó a sentirla: “todo esto (todos los reinos del mundo) te daré, si te inclinas y me adoras” (Mt 4, 9; Lc 4, 7); es la tentación de servir al bien sirviéndose del mal, de extender el reino de la luz usando los métodos del reino de las tinieblas. Es claro que cuando esto sucede no sólo no eliminamos el mal (la cizaña), sino que destruimos los frutos de la buena semilla. Y los que se pretenden justicieros de esa manera, se convierten, a sabiendas o no, en “enemigos” que, queriendo arrancar la cizaña, en realidad están arrancando el trigo y sembrando semillas de futuras cizañas.
Es necesario combatir el mal, pero sólo con las armas del bien, y esto requiere la fe, la esperanza y la paciencia a la que Jesús nos llama en el Evangelio de hoy: renunciar absolutamente a la injusticia, al engaño, a todo abuso de poder, a toda contravención de los derechos ajenos, a toda violencia injustificada. Para actuar así tenemos que soportar una cierta porción de mal, que es, por cierto, el corazón de la verdadera tolerancia, pero sólo de esa manera evitamos contagiarnos del mal que queremos combatir.
Además, de este modo imitamos la paciencia de Dios con el tiempo de la historia, el tiempo en el que los hombres estamos llamados a cuidar y hacer crecer la buena semilla sembrada por Dios; e imitamos a Jesucristo, que echó las semillas del Reino sin imposiciones ni violencia, sin ceder a la tentación (en el fondo absurda, pero que nos acosa sin cesar) de ganar el mundo para Dios inclinándose ante el diablo. En él la paciencia de Dios se ha convertido en pasión, en padecimiento: el precio de la cruz, que Jesús asumió por no ceder a las insidias del diablo.
Que todo esto no tiene nada que ver con la pasividad que baja las manos ante los embates del mal se ve en la gran posibilidad que siempre tenemos frente a ese poder oscuro, de la que nos habla tan hermosamente la primera lectura: la posibilidad del perdón. La omnipotencia creadora de Dios no tiene nada que ver con la capacidad de destrucción, sino que se manifiesta en el perdón, la indulgencia, la paciencia. “El justo debe ser humano”: el Justo y fuente de toda justicia se ha hecho humano en Jesucristo, y en él, que ha cargado sobre sí los pecados del mundo, vemos cómo Dios, ante el pecado y el mal, nos da lugar al arrepentimiento, nos ofrece su perdón. También nosotros, discípulos de Jesús, debemos combatir el mal, no siendo prontos a condenar y arrancar, sino ofreciendo la fuerza divina y creadora del perdón. Dios cree en nosotros, cree que podemos cambiar; Dios no se cansa de esperar en nosotros, tiene la esperanza de nuestra conversión. ¿No deberíamos nosotros, que decimos creer y esperar en Dios, creer y esperar también en nuestros hermanos, también en nosotros mismos? Cuando lo hacemos, tal vez tengamos que soportar con paciencia una cierta dosis de cizaña, pero estaremos sembrando la buena semilla del trigo que Dios arrojó a nuestro mundo con la esperanza de encontrar buena tierra.
Si a veces nos cuesta entender el misterio del mal y la forma en que Dios reacciona ante él, podemos recordar que nuestras debilidades también afectan a nuestra mente y que siempre podemos pedir que el Espíritu venga en ayuda de esta debilidad nuestra; que él, que escudriña los corazones, nos dé la capacidad no sólo de entender, sino también de vivir conforme a la lógica de la paciencia y del perdón de Dios.
El que tenga oídos…que oiga.
Revdmo David Falcon_Hermano Juan Pablo CORC
CRISTO VIVE!!!
Lectura del libro de la Sabiduría (12,13.16-19):
Fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 85,5-6.9-10.15-16a
R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente
Tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia, con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende la voz de mi súplica. R/.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.» R/.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,26-27):
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,24-43):
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero."»
Les propuso esta otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré los secretos desde la fundación del mundo.»
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará sus ángeles y arrancarán de su reino a todos los corruptos y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. El que tenga oídos, que oiga.»
Palabra del Señor
HOMILIA
La parábola del sembrador respondía al desaliento de los discípulos por la aparente falta de frutos de la predicación del Evangelio. La parábola del trigo y la cizaña responde a una forma más dramática de desconcierto en los discípulos de Jesús y que, por tanto actualmente tambien todos nosotros podemos experimentar. Es el que procede del escándalo del mal en el mundo y en la Iglesia. No se trata sólo de que la Buena Noticia se extienda con gran dificultad, hasta el punto de que nos pueda parecer que la misión de la Iglesia es un esfuerzo estéril. Es que además, con frecuencia, tenemos la sensación de que el mal es mucho más poderoso que el bien y se impone con mayor velocidad y eficacia. Y no se trata sólo del mal “en el mundo”, sino también en el campo de la Iglesia, en medio de aquellos que han acogido la buena semilla de Jesucristo. Esta es en verdad una gran causa de escándalo para creyentes y no creyentes, para miembros de la Iglesia y para los que se sienten fuera de ella. El mal (y hoy hablamos sólo del mal moral, el que depende exclusivamente de la voluntad del hombre), que parece dominar por todo el mundo en forma de injusticia, violencia, corrupción, pobreza, marginación, desigualdad y un etcétera que se podría prolongar casi indefinidamente, se hace presente también en la Iglesia: allí donde la semilla de la Palabra ha encontrado buena tierra y debería producir frutos sobreabundantes de vida nueva resulta que crecen también los amargos frutos del mal que Jesucristo ha venido a combatir.
El escándalo puede llegar hasta el punto de estar tentados de culpar al sembrador del crecimiento de la mala semilla. Es la clásica objeción que se ha dicho tantas veces contra Dios: si el Creador hizo todo de la nada y lo hizo bueno, y muy bueno (cf. Gen 1, 31), ¿cómo explicar la presencia del mal en el mundo? O Dios quiere eliminar el mal y no puede, y entonces no es todopoderoso, o puede y no quiere, y entonces no es bueno; en los dos casos parece que no se puede aceptar la existencia de Dios.
En la parábola de Jesús, pese a su aparente simplicidad, existen indicaciones muy profundas para entender la respuesta a estas graves objeciones. En primer lugar, Dios no ha creado un mundo totalmente acabado, sino sometido a la ley del crecimiento: ha sembrado buenas semillas que deben dar buenos frutos. Pero para que ese proceso llegue a buen puerto es necesaria nuestra colaboración. Dios nos ha confiado parte de esta tarea, y nos ha dado libertad y autonomía para realizarla responsablemente. Esto significa que, aunque es verdad que todo lo que Dios ha creado es bueno, esa bondad está llamada a crecer y perfeccionarse. Y esto, que se cumple en todo el mundo, es especialmente patente en el hombre. Precisamente porque ha recibido la semilla de la razón y la libertad, el hombre es responsable del mundo que Dios le ha confiado y, sobre todo, de sí mismo y de sus hermanos.
La semilla de la cizaña fue sembrada mientras “la gente dormía”. Vivir responsablemente es vivir en vela, con los ojos abiertos, alertas a esa responsabilidad. Actualmente dormir no significa simplemente descansar, sino desentenderse, vivir irresponsablemente, no asumir como se debe la propia libertad, abusar de ella. Es entonces cuando “el enemigo” aprovecha para sembrar la mala semilla. Es interesante subrayar que las buenas obras se siembran a plena luz, tienen un carácter sincero, abierto y sin tapujos, mientras que el mal se esconde, actúa a hurtadillas, tratando de cargar la responsabilidad sobre aquél que creó el bien y sembró la buena semilla. De ahí la pregunta de los criados, que bien podría ser un reflejo de las objeciones contra Dios de las que hablamos antes: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?” Cuando el señor responde que lo ha hecho “el enemigo”, podemos entender a ese enemigo de muy diversas formas: puede ser el demonio, pero también nosotros mismos cuando nos dejamos llevar de nuestros intereses egoístas y desoímos la Palabra de Dios, y nos negamos a realizar la tarea a la que Dios nos ha llamado. El denominador común de ese enemigo sembrador de cizaña es la libertad personal. Así que la cuestión es que existen actitudes, formas de vida, opciones vitales que se hacen libremente enemigas de Dios y de su obra y que siembran el mal en el mismo campo en el que Dios ha depositado la buena semilla.
La respuesta sobre el origen del mal (que aquí sólo mencionamos de forma general) abre otra cuestión, que es la principal en el Evangelio de hoy: qué hacer ante la presencia del mal. La propuesta de los criados es una tentación permanente que se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia y que ha producido infinidad de destrozos y sufrimientos: ir y arrancar la cizaña que ha empezado a despuntar junto con el trigo. No debemos entender la respuesta del dueño del campo como una llamada a la pasividad, como si ante la presencia del mal debiéramos simplemente no hacer nada, dejándolo campar tranquilamente, sin defendernos de él ni tratar de que triunfe la justicia. Son muchas las palabras de Jesús en el Evangelio las que nos hablan de una actitud comprometida con la causa del bien, de una resistencia activa ante las fuerzas del mal, empezando por el que encontramos en nosotros mismos. Pero cuando Jesús nos dice que no hay que arrancar la cizaña, para no arrancar al mismo tiempo el trigo, nos está diciendo que en la lucha contra el mal no podemos caer en la tentación de usar las mismas armas de aquello que combatimos. Es la tentación de pensar que el fin (bueno) justifica los medios (malos), que la causa de la verdad se puede defender con la imposición violenta, la de la justicia, con el engaño, la de la paz, con la injusticia.
Cuántas veces a lo largo de la historia se ha querido implantar el bien, la justicia, la libertad o la igualdad al precio de pasar por encima de los derechos y hasta la sangre de los inocentes; cuántas veces se ha querido acabar con el mal a base de “cortar por lo sano” y haciendo pagar a justos por pecadores. También en la historia de la Iglesia podemos encontrar por desgracia episodios de este tipo (tal vez menos de los que se dicen, pero siempre más de los que serían de desear). La tentación es tan fuerte, que hasta Jesús llegó a sentirla: “todo esto (todos los reinos del mundo) te daré, si te inclinas y me adoras” (Mt 4, 9; Lc 4, 7); es la tentación de servir al bien sirviéndose del mal, de extender el reino de la luz usando los métodos del reino de las tinieblas. Es claro que cuando esto sucede no sólo no eliminamos el mal (la cizaña), sino que destruimos los frutos de la buena semilla. Y los que se pretenden justicieros de esa manera, se convierten, a sabiendas o no, en “enemigos” que, queriendo arrancar la cizaña, en realidad están arrancando el trigo y sembrando semillas de futuras cizañas.
Es necesario combatir el mal, pero sólo con las armas del bien, y esto requiere la fe, la esperanza y la paciencia a la que Jesús nos llama en el Evangelio de hoy: renunciar absolutamente a la injusticia, al engaño, a todo abuso de poder, a toda contravención de los derechos ajenos, a toda violencia injustificada. Para actuar así tenemos que soportar una cierta porción de mal, que es, por cierto, el corazón de la verdadera tolerancia, pero sólo de esa manera evitamos contagiarnos del mal que queremos combatir.
Además, de este modo imitamos la paciencia de Dios con el tiempo de la historia, el tiempo en el que los hombres estamos llamados a cuidar y hacer crecer la buena semilla sembrada por Dios; e imitamos a Jesucristo, que echó las semillas del Reino sin imposiciones ni violencia, sin ceder a la tentación (en el fondo absurda, pero que nos acosa sin cesar) de ganar el mundo para Dios inclinándose ante el diablo. En él la paciencia de Dios se ha convertido en pasión, en padecimiento: el precio de la cruz, que Jesús asumió por no ceder a las insidias del diablo.
Que todo esto no tiene nada que ver con la pasividad que baja las manos ante los embates del mal se ve en la gran posibilidad que siempre tenemos frente a ese poder oscuro, de la que nos habla tan hermosamente la primera lectura: la posibilidad del perdón. La omnipotencia creadora de Dios no tiene nada que ver con la capacidad de destrucción, sino que se manifiesta en el perdón, la indulgencia, la paciencia. “El justo debe ser humano”: el Justo y fuente de toda justicia se ha hecho humano en Jesucristo, y en él, que ha cargado sobre sí los pecados del mundo, vemos cómo Dios, ante el pecado y el mal, nos da lugar al arrepentimiento, nos ofrece su perdón. También nosotros, discípulos de Jesús, debemos combatir el mal, no siendo prontos a condenar y arrancar, sino ofreciendo la fuerza divina y creadora del perdón. Dios cree en nosotros, cree que podemos cambiar; Dios no se cansa de esperar en nosotros, tiene la esperanza de nuestra conversión. ¿No deberíamos nosotros, que decimos creer y esperar en Dios, creer y esperar también en nuestros hermanos, también en nosotros mismos? Cuando lo hacemos, tal vez tengamos que soportar con paciencia una cierta dosis de cizaña, pero estaremos sembrando la buena semilla del trigo que Dios arrojó a nuestro mundo con la esperanza de encontrar buena tierra.
Si a veces nos cuesta entender el misterio del mal y la forma en que Dios reacciona ante él, podemos recordar que nuestras debilidades también afectan a nuestra mente y que siempre podemos pedir que el Espíritu venga en ayuda de esta debilidad nuestra; que él, que escudriña los corazones, nos dé la capacidad no sólo de entender, sino también de vivir conforme a la lógica de la paciencia y del perdón de Dios.
El que tenga oídos…que oiga.
Revdmo David Falcon_Hermano Juan Pablo CORC
CRISTO VIVE!!!
sábado, 9 de julio de 2011
Lecturas y Homilia del Domingo 10 de Julio del 2011
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (55,10-11):
Así dice el Señor: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 64,10.11.12-13.14
R/. La semilla cayó en tierra buena y dio fruto
Tú cuidas de la tierra,
la riegas y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales. R/.
Riegas los surcos,
igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes. R/.
Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría. R/.
Las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,18-23):
Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-23):
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»
Palabra del Señor
HOMILIA
El evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre qué papel tiene la palabra de Dios en nuestra vida.
Es curioso ver que personas cristianas de toda la vida viven casi de espaldas a la palabra del Señor. Esta realidad de no tener en cuenta la palabra debilita mucho nuestras fuerzas espirituales.
Para referirse a la importancia de la palabra el Señor acude a las parábolas. Las parábolas son un modo de enseñar muy sencillo y muy provechoso, a la vez de ser muy agradable de escuchar y fácil de recordar.
No es un tratado de sagrada escritura lo que nos propone Jesús sino un acercamiento vital a la palabra de Dios.
¿Qué lugar ocupa la palabra de Dios en tu vida diaria?
¿Eres capaz de leer, meditar e intentar vivir la palabra?
La palabra se reparte pero cae en desigual terreno. Es la misma palabra pero cada persona se tiene que convertir en tierra para que germine.
El versículo once nos dice que “A ustedes, Dios les da conocer los secretos de su reino; pero a ellos no”. Los discípulos de Jesús tenían un conocimiento de las cosas de Dios que la gente común no tiene, la gente debe ser enseñada.
Esto nos demuestra la gran responsabilidad que tenemos como creyentes. Ser conocedores de los misterios de Dios es entrar en la hondura del Señor, sabernos en Él. Tener la seguridad vital que Dios está con nosotros incluso en medio de la duda, de la inseguridad y de nuestra propia indigencia.
¿Crees que Dios sigue estando presente en nuestro mundo a pesar de tantas y tantas calamidades? ¿Sabes descubrir la presencia de Dios? ¿Cómo sabes tú que Dios está presente incluso en lo que no entendemos?
Jesús repasa después la parábola con sus discípulos, a ellos les amplía el sentido de las cosas de Dios. Cada creyente debe ser un portador de Dios para los demás.
El terreno donde tiene que caer la semilla de la palabra es el corazón humano, pero sabemos que no todos los corazones están hechos ni preparados para lo mismo. Las inquietudes, deseos, miedos, ambiciones, son las encargadas de dar base a nuestro interior.
Los diferentes caracteres humanos están representados por los distintos tipos de terreno. Hay cuatro clases de corazones, de terrenos, en los que se siembra la palabra:
1.-Terreno junto al camino: los que oyen pero no entienden. La palabra no cala en ellos, no hay mayor interés en profundizar. Están distraídos, poco interesados en lo que oyen.
2.-Terreno entre las piedras: reciben y les impresiona la palabra pero por poco tiempo; no tienen duración. No hay firme convicciones en sus mentes y en su corazón. No tienen raíz, o sea, profundidad en lo que quieren. No saben qué quieren…
3.-Terreno entre espinos: aventaja a los dos anteriores: recibió la semilla y dejó que echara raíces hondas, pero tampoco dio frutos debido a los estorbos que encontró en su crecimiento. Los espinos no dejaron que la raíz prosperara e impidieron que diera fruto. ¿Cuáles son estos espinos? La palabra nos recuerda en otro texto que fundamentalmente son tres las cosas que nos alejan de Dios:
1. Las preocupaciones (los afanes del mundo, las preocupaciones de la vida).
2. Los placeres (pues entregan el corazón humano a otros que no son Dios).
3. Las riquezas (cuando son endiosadas por el ser humano).
4.-Terreno bueno: es el resultado lógico del encuentro de una buena tierra con una buena semilla. Este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto (v.23). Éste es el terreno productivo; no significa que no haya estorbos, pero todo queda superado por la fuerza de la vida que crece. El cristiano es aquel que permanece fuerte incluso en medio de las dificultades, anclado solamente en Dios.
Dar fruto es poner en práctica la palabra. Hay distintos niveles de frutos, todos no tenemos que dar el mismo ni con la misma intensidad.
Hay un versículo un tanto desconcertante: Pues al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará (v. 12)
¿Es real esto que ha dicho el Señor? ¿No es una injusticia este planteamiento de un Dios que dice que está de parte de los más débiles, de los que menos tienen…?
El versículo 12 se refiere a la libertad del ser humano con respecto a la palabra de Dios. Cada persona es libre de aceptarla o rechazarla. Cuando una persona acepta la palabra y la hace germinar en su vida empieza a dar fruto una y otra vez, en las diferentes cosechas de la vida. Cuando una persona la olvida, esa semilla queda estéril y se muere. Es lo que nos sucede cuando empezamos a estudiar un idioma, por ejemplo el inglés. Si nos ponemos a estudiar, a profundizar cada vez más, a practicarlo, cada día entenderemos y nos comunicaremos mejor… si, en cambio, abandonamos este aprendizaje diremos aquello. Yo sabía un poco de inglés, pero como no lo he practicado, hasta lo poco que sabía se me olvidó… Algo parecido sucede con la palabra: cuando no la ponemos por obra, se muere.
Revdmo David Falcon CORC
Cristo vive!!!
Lectura del libro de Isaías (55,10-11):
Así dice el Señor: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 64,10.11.12-13.14
R/. La semilla cayó en tierra buena y dio fruto
Tú cuidas de la tierra,
la riegas y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales. R/.
Riegas los surcos,
igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes. R/.
Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría. R/.
Las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,18-23):
Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-23):
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»
Palabra del Señor
HOMILIA
El evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre qué papel tiene la palabra de Dios en nuestra vida.
Es curioso ver que personas cristianas de toda la vida viven casi de espaldas a la palabra del Señor. Esta realidad de no tener en cuenta la palabra debilita mucho nuestras fuerzas espirituales.
Para referirse a la importancia de la palabra el Señor acude a las parábolas. Las parábolas son un modo de enseñar muy sencillo y muy provechoso, a la vez de ser muy agradable de escuchar y fácil de recordar.
No es un tratado de sagrada escritura lo que nos propone Jesús sino un acercamiento vital a la palabra de Dios.
¿Qué lugar ocupa la palabra de Dios en tu vida diaria?
¿Eres capaz de leer, meditar e intentar vivir la palabra?
La palabra se reparte pero cae en desigual terreno. Es la misma palabra pero cada persona se tiene que convertir en tierra para que germine.
El versículo once nos dice que “A ustedes, Dios les da conocer los secretos de su reino; pero a ellos no”. Los discípulos de Jesús tenían un conocimiento de las cosas de Dios que la gente común no tiene, la gente debe ser enseñada.
Esto nos demuestra la gran responsabilidad que tenemos como creyentes. Ser conocedores de los misterios de Dios es entrar en la hondura del Señor, sabernos en Él. Tener la seguridad vital que Dios está con nosotros incluso en medio de la duda, de la inseguridad y de nuestra propia indigencia.
¿Crees que Dios sigue estando presente en nuestro mundo a pesar de tantas y tantas calamidades? ¿Sabes descubrir la presencia de Dios? ¿Cómo sabes tú que Dios está presente incluso en lo que no entendemos?
Jesús repasa después la parábola con sus discípulos, a ellos les amplía el sentido de las cosas de Dios. Cada creyente debe ser un portador de Dios para los demás.
El terreno donde tiene que caer la semilla de la palabra es el corazón humano, pero sabemos que no todos los corazones están hechos ni preparados para lo mismo. Las inquietudes, deseos, miedos, ambiciones, son las encargadas de dar base a nuestro interior.
Los diferentes caracteres humanos están representados por los distintos tipos de terreno. Hay cuatro clases de corazones, de terrenos, en los que se siembra la palabra:
1.-Terreno junto al camino: los que oyen pero no entienden. La palabra no cala en ellos, no hay mayor interés en profundizar. Están distraídos, poco interesados en lo que oyen.
2.-Terreno entre las piedras: reciben y les impresiona la palabra pero por poco tiempo; no tienen duración. No hay firme convicciones en sus mentes y en su corazón. No tienen raíz, o sea, profundidad en lo que quieren. No saben qué quieren…
3.-Terreno entre espinos: aventaja a los dos anteriores: recibió la semilla y dejó que echara raíces hondas, pero tampoco dio frutos debido a los estorbos que encontró en su crecimiento. Los espinos no dejaron que la raíz prosperara e impidieron que diera fruto. ¿Cuáles son estos espinos? La palabra nos recuerda en otro texto que fundamentalmente son tres las cosas que nos alejan de Dios:
1. Las preocupaciones (los afanes del mundo, las preocupaciones de la vida).
2. Los placeres (pues entregan el corazón humano a otros que no son Dios).
3. Las riquezas (cuando son endiosadas por el ser humano).
4.-Terreno bueno: es el resultado lógico del encuentro de una buena tierra con una buena semilla. Este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto (v.23). Éste es el terreno productivo; no significa que no haya estorbos, pero todo queda superado por la fuerza de la vida que crece. El cristiano es aquel que permanece fuerte incluso en medio de las dificultades, anclado solamente en Dios.
Dar fruto es poner en práctica la palabra. Hay distintos niveles de frutos, todos no tenemos que dar el mismo ni con la misma intensidad.
Hay un versículo un tanto desconcertante: Pues al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará (v. 12)
¿Es real esto que ha dicho el Señor? ¿No es una injusticia este planteamiento de un Dios que dice que está de parte de los más débiles, de los que menos tienen…?
El versículo 12 se refiere a la libertad del ser humano con respecto a la palabra de Dios. Cada persona es libre de aceptarla o rechazarla. Cuando una persona acepta la palabra y la hace germinar en su vida empieza a dar fruto una y otra vez, en las diferentes cosechas de la vida. Cuando una persona la olvida, esa semilla queda estéril y se muere. Es lo que nos sucede cuando empezamos a estudiar un idioma, por ejemplo el inglés. Si nos ponemos a estudiar, a profundizar cada vez más, a practicarlo, cada día entenderemos y nos comunicaremos mejor… si, en cambio, abandonamos este aprendizaje diremos aquello. Yo sabía un poco de inglés, pero como no lo he practicado, hasta lo poco que sabía se me olvidó… Algo parecido sucede con la palabra: cuando no la ponemos por obra, se muere.
Revdmo David Falcon CORC
Cristo vive!!!
viernes, 1 de julio de 2011
Lecturas y Homilia del Domingo 03 de Julio del 2011+ Tiempo Ordinario
Primera lectura
Lectura de la profecía de Zacarías (9,9-10):
Así dice el Señor: «Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.»
Palabra de Dios
Así dice el Señor: «Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 144,1-2.8-9.10-11.13cd-14
R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás. R/.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.
R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás. R/.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,9.11-13):
Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
Palabra de Dios
Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra del Señor
HOMILIA
Uno de los pasajes más preciosos del Evangelio... y tal vez uno de los menos aprovechados, es aquella oración con que Jesús clamaba así al Padre Celestial: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.” (Mt. 11, 25)
Sí, al Padre le ha parecido bien esconder las cosas de su Reino -esconder su Sabiduría- a los sabios, a los cultos, a los racionalistas, a los que no creen en nada que no sea comprobable, a los que necesitan “ver para creer”. Y sí se las ha revelado a la gente sencilla, a los que creen no saber mucho o tal vez no saber nada, a los que están prestos a ser enseñados por el Espíritu Santo, a los que saben que nada saben que no les venga de Dios, a los que saben que nada son ante Dios. A ésos sí les revela el Padre sus secretos.
Conocida esta oración del Señor, no sorprende, entonces, que San Pablo, dirigiéndose a los griegos, quienes se dedicaban con mucho ahínco a la búsqueda del saber humano, les dijera esto: “Si entre ustedes alguno se considera sabio, según los criterios de este mundo, considérese que no sabe, y llegará a ser verdadero sabio. Pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios”. Y luego pasa a citar frases del Antiguo Testamento: “Dios atrapa a los sabios en su propia sabiduría ... El Señor conoce las razones de los sabios, y sabe que no valen nada”. (1 Cor. 3,18-20).
¡Qué distinto ve Dios las cosas a como las vemos nosotros los humanos! ... Si alguno quiere ser sabio, que se reconozca incapaz de saber y de conocer por sí solo, que se reconozca insuficiente, que sepa que nada puede por su cuenta, porque ... querámoslo reconocer o no ... nada puede el hombre por sí solo. En esto consiste la “pobreza de espíritu”. Sólo los sencillos, los “pobres de espíritu” podrán conocer la verdadera “Sabiduría” -aquélla que viene de Dios. Esa “Sabiduría” (con “S” mayúscula) es la que hace ver las cosas a los ojos de Dios, la que hace ver las cosas como Dios las ve.
La Santísima Virgen María, a quien invocamos como “Trono de la Sabiduría”, modelo de humildad y de esa Sabiduría que viene de Dios, sabía que nada podía por sí sola. Por ello reconoce que, no ella, sino Dios, el Poderoso, “ha hecho grandes cosas” en ella (Lc.1,49).
Pequeñez, sencillez, humildad. Son virtudes evangélicas necesarísimas, que nos llevan a ser pobres en el espíritu. Pero ¡qué lejanas están estas virtudes de lo que nuestro mundo actual -tan distinto de Dios- nos propone!
Ante la pequeñez espiritual del Evangelio, se nos propone el engrandecimiento del propio yo. Ante la sencillez del Evangelio, se nos proponen los racionalismos estériles. Ante la humildad del Evangelio, se nos propone la soberbia de creer que se puede lograr cualquier cosa con tan sólo proponérsela. Ante la pobreza en el espíritu del Evangelio se nos propone el engreimiento del ser humano.
Pero las proposiciones contenidas en la Palabra de Dios son para todos los tiempos. Y la Palabra nos aconseja reconocernos incapaces ante el Todopoderoso ... para poder llegar a ser sabios. Hacernos pequeños ... necesitados como los niños ... para que Dios pueda crecer en nosotros. Hacernos humildes ... reconocernos que no somos nada ante Dios ... para poder ser engrandecidos por El. Sólo así, podremos salirnos del grupo de los “sabios y entendidos”, a quienes le quedan escondidos los secretos de Dios y podremos, entonces, ser contados entre la “gente sencilla” a quienes el Padre revela lo escondido, sus secretos, los secretos de su Sabiduría.
¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi
entendimiento, para conocer tus mandatos:
fortalece mi corazón contra las insidias del
enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y
no quiero endurecerme y resistir, diciendo:
después…, mañana...i!es Ahora!, ¡! Hoy ¡!...no vaya
a ser que el mañana me falte.
¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de
entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de
paz!...
quiero lo que quieras, quiero porque
quieres, quiero como quieras, quiero cuando
quieras.
AMEN ¡!
Revdmo. J David Falcon+hermano juan Pablo CORC
CRISTO VIVE!!
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