¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

sábado, 7 de septiembre de 2013

Lecturas y Homilia del Domingo 23º del Tiempo Ordinario -08 de Septiembre del 2013


Primera lectura
Lectura del libro de la Sabiduría (9,13-18):

 ¿Qué hombre conoce el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos, y nuestros razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre abruma la mente que medita. Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues, ¿quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu santo espíritu desde él cielo? Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los salvó.

 Palabra de Dios          

 Salmo
Sal 89

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación

 Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R/.

 Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.

 Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.

 Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.    

 Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Filemón (9b-10.12-17):

 Yo, Pablo, anciano y prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión; te lo envió como algo de mis entrañas. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en tu lugar, en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo; así me harás este favor, no a la fuerza, sino con libertad. Quizá se apartó de ti para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido. Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como cristiano. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo.

 Palabra de Dios          

 Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,25-33):

 En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar." ¿O que rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»

 Palabra del Señor

 Homilía

 La Palabra de hoy nos puede parecer hermanos(a)algo desconcertante y contradictorio, a lo que hasta ahora hemos escuchado de nuestro Santo Maestro…pero no lo es.

Si en otros párrafos de la Escritura nos habla Jesús del amor a los demás en un tono de humildad, ahora parece que se cambian los acentos. El Señor reivindica para sí el amor más grande y nos pide que el amor que le tenemos debe de estar por encima incluso de nuestros amores más cercanos.

Sí, a primera vista parece contradictorio que, por una parte, Jesús presenta su mensaje e incluso se presenta a sí mismo como una invitación, como una oferta libre que podemos aceptar o rechazar; y, por otra, como una exigencia radical y estricta. El evangelio de hoy derrama luz sobre esta paradoja: Sí, lo que Jesús nos ofrece es un don, y nadie se ve forzado a aceptarlo. Permanecemos libres; pero, si lo aceptamos, será exigente con nosotros. Tenemos que poner a Jesús y su Reino por encima incluso de nuestras relaciones y deseos más queridos. Por eso tenemos que pensárnoslo dos veces antes de aceptarlo. Pero hemos de saber que si decidimos aceptarlo, con Jesús y en virtud del poder de su Santo Espiritu, podremos responder a su llamado, por difícil que sea, pues El nos dara la fuerza y fe necesaria y tendremos la garantia que seremos verdaderamente felices, aquí y en la eternidad.

 Mucha gente acompañaba al Maestro por el camino. Entre esas personas había de todo tipo de gente. Unos le acompañaban porque descubrieron en Él a alguien a quien merecía la pena seguirle. Otros le seguían por interés y algunos por curiosidad. Se volvió y les empezó a explicar lo difícil que es acompañarle. Ellos le estaban siguiendo físicamente, pero ahora Jesús les expone la necesidad de seguirle con el interior, con el amor más profundo.

 Los seres humanos, incluso los que intentamos llevar un seguimiento de Jesús con una cierta dignidad y totalidad, siempre podemos caer en la tentación de dejarnos absorber por otras situaciones de la vida. Puede ser el trabajo, los amigos, las dificultades e incluso nosotros mismos. La mayor dificultad que tenemos las personas para seguir a Cristo no está en los demás, ni en los que me dan alegrías o los que me dan penas. Mi mayor obstáculo puedo ser yo mismo si no soy capaz de poner a cada situación y cada persona en el lugar que les corresponde en mi vida.

 No es que Jesús haga un desprecio al amor hacia los más cercanos. No nos dice que les dejemos de amar. Lo que nos recuerda es que la fuente del amor, el amor más grande lo tenemos que tener hacia Dios; de esa fuente nacerá la enseñanza para aprender a amar de verdad a los otros.

 Muchos de los amores de la vida nos pueden apartar del camino del amor verdadero. Creemos que nos enamoramos de las personas pero ese amor se puede convertir en una trampa para nuestra libertad. Los amores que hay que superar están en personas físicas a las cuales podemos ver y tocar.

 Jesús nos anima a amarle más allá de lo físico, por eso su amor aparece como más exigente y sobre todo y todos. Seguir al Señor necesita de un amor más fuerte porque sus exigencias son mayores.

 Seguir a Cristo es intentar vivir como Él vivió. Su vida fue una total entrega por encima de los lazos familiares y de las relaciones filiales. Instauró una nueva forma de relación entre los seres humanos: ver a todos, de una manera especial a los más débiles y necesitados, como miembros de la propia familia de Dios, de esa manera todos pasamos a la categoría de hermanos en el Señor…de familia de Dios.

 Dice que debemos de renunciar a todo lo que tenemos para ser discípulo suyo. Amar a Cristo es preferirlo sobre otros amores e intereses.

 Las renuncias no se refieren solamente a cosas físicas pues hay muchas personas que dan el corazón a cosas materiales. La renuncia que Jesús nos pide pasa también por renunciar a nosotros mismos.

 Hay personas que han sido capaces de desprenderse en el seguimiento de Jesús de las cosas materiales. No son ambiciosos. Pero, sin embargo, el camino de discípulo no ha llegado a plenitud porque no ha sabido desprenderse de sí mismo: de sus manías y obsesiones, de sus traumas y cerrazones, de sus ambiciones y deseos. Estos creen que son discípulos pero no lo son porque o bien no han querido o no han podido sentir el amor de Cristo en plenitud. Solamente hay una cosa más difícil que desprendernos del amor a las cosas materiales y de las personas que nos rodea, y es precisamente desprendernos de nosotros mismos. Cuando estamos muy centrados en nuestra vida, cuando estamos obsesivamente preocupados por nosotros, por nuestro futuro, por nuestra situación, es muy difícil que el amor de Dios perdure en nosotros ya que nuestros intereses serán otros.

 Quien sigue a Cristo tiene pocas preocupaciones por sí mismo ya que en el Señor encuentra en cantidad lo que otros y el mismo mundo no le pueden ofrecer.

 EL QUE TENGA OIDOS…QUE OIGA.

 REVDO HNO. JUAN PABLO CJDM*OBISPO JUAN DAVID FALCON.

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