¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

sábado, 12 de febrero de 2011

Lecturas y Homilia del Domingo 13 de Febrero del 2011

Primera Lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (15,16-21):

Si quieres, guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja. Es inmensa la sabiduría del Señor, es grande su poder y lo ve todo; los ojos de Dios ven las acciones, él conoce todas las obras del hombre; no mandó pecar al hombre, ni deja impunes a los mentirosos.
Palabra de Dios

Salmo
Sal 118,1-2.4-5.17-18.33-34

R./
Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R/.

Tú promulgas tus decretos
para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus consignas. R/.

Haz bien a tu siervo:
viviré y cumpliré tus palabras;
ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu voluntad. R/.

Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes,
y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón. R/.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2,6-10):

Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.» Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu. El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.
Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil" tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado" merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio." Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor." Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir "sí" o "no". Lo que pasa de ahí viene del Maligno.»
Palabra del Señor

HOMILIA

Desde que Jesús se encontró con Zaqueo y le dijo aquello de “¡Baja del árbol!”, los cristianos nos hemos dado cuenta de que lo nuestro no son los éxtasis místicos a dos metros sobre el nivel del suelo sino estar con los pies bien pegados a la tierra. No ha sido ni es fácil convencerse de ello. A nosotros nos gusta mirar al cielo. Y a los discípulos también les gustaba. No en vano tuvieron que aparecer aquellos ángeles poco después de la ascensión de Jesús para decirles “¿Qué hacéis ahí mirando al cielo?”       En esta tierra es donde sucede la vida en todas sus dimensiones. En esta tierra es donde disfrutamos la vida que nos ha regalado Dios. En esta tierra es también donde la vida se niega y se destruye, donde no se respeta la libertad de los hijos de Dios y se pisotea su dignidad. En esta tierra es donde se vive –o no– día a día la fraternidad que es el Reino que anunció Jesús. En esta tierra es donde vivimos comprometidos con los hermanos y hermanas en la creación de los cielos nuevos y la tierra nueva, que son obra de Dios pero fruto de nuestras manos en esa maravillosa interacción de la gracia de Dios con el compromiso y esfuerzo humano.       Por eso la predicación de Jesús tiene un toque horizontal. Él también da normas como buen maestro que era. Pero sus normas no se orientan primariamente a estar a bien con Dios. No determina ni las oraciones ni el tiempo que hay que dedicar a rezar. No dice que haya que ir al templo de Jerusalén ni a la sinagoga. Pero tiene clarísimo que no ha venido a abolir la ley sino a dar la plenitud. Y para ello nos da un “zape”y nos invita a mirar a ras de tierra.        Lo importante en el reino de los cielos es querer de verdad a los hermanos. No se trata sólo de no matar físicamente. Se trata de no matar de ninguna manera. Porque llamar “imbécil” al hermano –al que es hijo o hija de Dios como tu o yo– es una forma de matar, de negarle su dignidad. Se trata de no matar con el corazón. Se trata de amar y de no odiar. Hasta tal punto la norma es importante que la reconciliación es prioritaria sobre la ofrenda que se va a poner en el altar. Poner la ofrenda sin haberse reconciliado antes es inútil. Que los hijos se den la mano y hagan las paces, es posiblemente la mejor ofrenda que puede recibir Dios.       Lo mismo se puede decir de las otras normas que da Jesús. El adulterio no se produce sólo cuando se tienen relaciones sexuales. El adulterio nace en el corazón de la persona que se deja llevar por el deseo sin respetar la dignidad ni la posición de la otra persona. Tampoco basta con tener el papel que dice que legalmente ha habido un divorcio. Hay que ver las razones escondidas en el corazón de las personas que han llevado a esa situación. Y hay que tener cuidado en usar el nombre de Dios para justificar nuestros actos y nuestros intereses egoístas. A las personas honestas y honradas les basta con un “sí” o un “no”.          Como dice la primera lectura, es de prudencia cumplir la voluntad de Dios. Sobre todo, porque Dios no nos pide nada que nos saque de nuestra realidad. Su sabiduría es tan inmensa que nos sitúa en nuestro lugar y ahí nos pide que seamos y nos comportemos como lo que ya somos: hijos e hijas de Dios y, por tanto, hermanos. Esa es la verdadera sabiduría. No la que se presenta con palabras oscuras que nadie entiende sino la que habla un lenguaje sencillo, lleno de sentido común, directo. Y nos dice lo que, a veces, no queremos escuchar por demasiado obvio. Algo así como: “está muy bien que reces mucho pero donde te juegas la partida y tu salvacion, es en la relación con tus familiares, con tus hijos, con tu esposa, con tus amigos, en el trabajo, con los vecinos...”        Quizá nos gustaría más que Jesús nos invitase a entrar en meditación continua, a retirarnos del mundo para entregarnos a la oración en el silencio de una iglesia. Pero Jesús nos llama, por el contrario, a poner los pies en el suelo, a reconocer que no basta con cumplir la letra de la ley sino a cumplirla de corazón. En otras palabras que amar es preocuparnos de verdad por el bien de los que nos rodean. Sin caer en distingos legales. Sin poner excusas.        Cuentan de aquel santo eremita que iba a misa un domingo al pueblo más cercano y que por el camino se encontró con un campesino al que se le había atascado el carro en el barro del camino. Se paró a ayudarle. Se ensució con el barro. Y llegó tarde a misa. ¿Cometió pecado? ¿No fue más verdadera la eucaristía que celebró ayudando a su hermano a salir del  barro del camino? Así, a ras de tierra, nos quiere Dios para construir con su gracia el Reino. Asi sea!

El que tenga oidos…que oiga.

Revdmo. David Falcon

CRISTO VIVE!!

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