¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

viernes, 25 de febrero de 2011

Lecturas y Homilia del Domingo 27 de Febrero del 2011


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (49,14-15):

Sión decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado.» ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.

Palabra de Dios
 
Salmo
Sal 61,2-3.6-7.8-9ab

R/.
Descansa sólo en Dios, alma mía

Sólo en Dios descansa mi alma ,

porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación;
mi alcázar: no vacilaré. R/.

Descansa sólo en Dios, alma mía,

porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré. R/.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,

él es mi roca firme, Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón. R/.
 
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (4,1-5):

Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora, en un administrador, lo que se busca es que sea fiel. Para mí, lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor. Así, pues, no juzguéis antes de tiempo: dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios.

Palabra de Dios
 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,24-34):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.»

Palabra del Señor
 
HOMILIA
 
 El Evangelio de hoy nos dice que no hay que agobiarse ni con el vestido ni por la comida ni por nada, que Dios nuestro padre proveerá por nosotros, que lo que tenemos que hacer es buscar el reino de Dios y su justicia y que lo demás se nos dará por añadidura. ¿Se puede entender esto actualmente, viviendo tantas carencias  y  problemas economicos?

      Pues sí. Ciertamente se puede entender a Jesús. Si nos situamos en otra perspectiva: la perspectiva de Dios Padre. Desde ella ponemos las cosas de este mundo, nuestras relaciones personales, nuestra misma persona, en el debido orden de importancia. No se trata de decir que la comida y el vestido no tienen importancia. Jesús no nos dice que hay que dejar el trabajo para dedicarse a ser un vago. Pero nos recuerda que en nuestra escala de valores la familia, por ejemplo, tiene que ser más importante que el trabajo. Y que las relaciones humanas son más importantes que el dinero o que el vestido. Y que Dios es el padre de todos y que de todos cuida. Y que nosotros somo hoy parte fundamental de esa providencia de Dios …para todos hay providencia, para los que nos rodean, para la humanidad en su conjunto, para la creación, para nosotros mismos. 

      Tener clara la providencia de Dios y la jerarquía de las cosas nos ayuda a saber comportarnos. Por ejemplo, si la persona es más importante que el vestido que lleva, está claro que debemos tratar y respetar por igual a todas las personas en su dignidad de hijas o hijos de Dios, independientemente del vestido. O lo que es lo mismo, independientemente del nivel social, de su riqueza, de sus estudios, de su poder. 

Dios no nos olvida

      El trabajo tiene su importancia. Pero no hasta el punto de entregar la vida al trabajo. Hay gente, no sólo ricos, que entregan de tal modo su vida al trabajo que todo lo demás queda en Segundo termino…las relaciones familiares, las amistades, la relación con Dios, etc.

      La crisis económica que vivimos actualmente ha tenido en gran parte su origen en la ambición y codicia de personas que estaban tan centradas en hacer dinero, en ganar mucho que les importaba nada hacer pedazos las vidas de los demás. Tomaron decisiones equivocadas que han llevado a consecuencias terribles para muchos. Es el mejor ejemplo de que este Evangelio sigue siendo muy actual. No vale la pena agobiarnos. Hay que poner la confianza en Dios y saber que El cuida de nosotros…y que nosotros somos su providencia para nuestros hermanos y hermanas y para nosotros mismos, que nos debemos cuidar , apoyar…amar porque somos hijos e hijas de Dios.

      Y con esa conciencia vamos a salir hoy a la vida a luchar por hacer de este mundo un lugar más fraterno donde las personas, todos, puedan vivir y no solamente sobrevivir. Porque esa es la voluntad de Dios. Ese es el misterio de Dios del que dice Pablo en la segunda lectura que somos administradores para todos los que nos rodean: que Dios quiere nuestra vida, que Dios nunca nos deja de su mano ni nos olvida, como nos recuerda la primera lectura del profeta Isaías. 

El que tenga oidos…que oiga.

Revdmo David Falcon.

CRISTO VIVE!!

lunes, 21 de febrero de 2011

PREPARANDONOS PARA EL MIERCOLES DE CENIZA Y LA CUARESMA

 

¿Cuántas veces has vivido estas semanas de cuaresma sin prestar demasiada atención a la penitencia, la abstinencia y la oración? ¿Cuántas veces has perdido los frutos de este tiempo, incluso sin haberte dado cuenta? Pero ¿cómo puedes celebrar de verdad la Pascua sin vivir la Cuaresma? ¿Cómo podrias celebrar con plena alegría la resurrección cuando has evitado participar en su muerte?.

Sí, Hermano!, Cristo tiene que morir, a través de ti y en ti- y de esta manera estar preparado para reconocerle cuando se presente ante ti el resucitado. 

Hay tanto en ti que necesita morir: los falsos objetivos, la avaricia, la ira, la impaciencia, la mentira, hipocresia, la inconformidad, comodidad y cobardia...ese no querer complicarte la vida. Ya basta! Reacciona!!
Estamos a tiempo!!! Se acerca una nueva oportunidad!!...

Proximamente sera miercoles de ceniza y deberas de estar decidido, si vas a aceptar el reto…pues al aceptar el signo de la ceniza en tu frente, estas aceptando el compromiso de vivir esta cuaresma, de manera mas seria y responsable…el compromiso hacia una verdadera conversion… de morir y resucitar con Cristo!...
Date cuenta lo poco que has muerto con El, lo poco que realmente has seguido el camino correcto y de tu poca fidelidad… Por todo esto, es conveniente orar…y prepararse.

OREMOS!!

Oh Señor, haz de esta cuaresma un tiempo diferente de otros.
 Déjame encontrarte de nuevo.
De verdad…necesito de ti.
He sido tan ciego!!...tan sordo!
Ya casi ni escucho esa voz que me acompaña,
esa presencia divina que me habita.

¡Cuánto ruido ensordecedor busqué para no oírme,
para no oírte, y qué sordo me volví!

Hay algo que me llama y tira de mí muchas veces

para que huya de mi casa -la tuya-,
hacia tierras lejanas.
Y ahora me encuentro muy lejos,
he malgastado mi tiempo y tus dones,
me he rebajado y me he metido en el fango
y me avergüenza ver lo bajo que he caído.

Me gusta, Padre, hacer mi santa voluntad

hasta que descubro, con tristeza,
que mis manos se han ido vaciando poco a poco
y ahora no tengo en ellas nada que valga la pena,
nada que dar y ofrecer porque todo lo derroché.
Incluso a mis amigos los siento lejos
porque he confundido la entrega con las discusiones vacías y las excusas.

No soy infinito,

aunque tengo sed de infinito.
La tierra y el polvo me  recuerdan lo que soy y lo que seré.
La tierra y el polvo me recuerdan que Tú eres mi Alfarero,
pero yo no me he dejado moldear, arcilla rebelde,
ni cocer al fuego de tu Espíritu.

Este Miércoles de ceniza:

    Quiero volver a casa,
    dejar este país maligno donde ya no hay alimento
    que pueda saciar mi hambre.

Este Miércoles de ceniza:

    Es hora de hacer una hoguera
    con todo mi egoísmo y mi estupidez.
    Hora de reducir a cenizas mi absurda torre de Babel
    y bajarme a la tierra y comenzar a dar la mano a mis hermanos.
    Hora de quitar estorbos de mis oídos,
    y hacer silencio para volver a escucharte y a escucharme.

Este Miércoles de ceniza:

    A ejemplo de Maria, Nuestra Santa Madre, debo entrar en el horno de tu Espíritu
    y dejarme transformar y moldear por ti…en confianza total.
    para que mi sí anterior…cobarde y dudoso, quede hecho cenizas,
    y pueda renovarlo… quiero hacerlo!!!...
!!Necesito de tu ayuda, oh Padre Misericordioso!!

Este Miércoles de ceniza:

   Seran cuarenta días para dejarme encontrar por Ti,
    para darme cuenta de que me esperas a la puerta de casa.
    Cuarenta días para pedirte perdón
    y ayunar …abstenerme de tantas aptitudes negativas y de tantas cosas que me hacen dano, que me enferman…y me alejan de ti
    Cuarenta días para escuchar más atento tu Palabra,
    y dejar que sea tu Pan quien me sacie
    y tu perdón quien me restaure.

Un poco de ceniza en el rostro

me puede poner en camino de verdad:
!NO HAY CAMINO FUERA DE DIOS!

Y hoy mismo comienzo el camino de retorno a Tu casa.
Bendito Seas, Padre mio! Estoy en tus manos!
Amen!.

El que tenga oidos…que oiga.

Revdmo. David Falcon.

CRISTO VIVE!!




sábado, 19 de febrero de 2011

Lecturas y Homilia del Domingo 20 de Febrero del 2011

Primera lectura
Lectura del libro del Levítico (19,1-2.17-18):

El Señor habló a Moisés: «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: "Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente, para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor."»

Palabra de Dios

Salmo
Sal 102,1-2.3-4.8.10.12-13

R/.
El Señor es compasivo y misericordioso

Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas

y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.

Como dista el oriente del ocaso,

así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles. R/.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,16-23):

¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros. Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia.» Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos.» Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.

Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,38-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente." Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas. Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»


Palabra de Dios


HOMILIA

Una de las  instrucciones más controversiales que nos ha dado Cristo es aquélla de poner la otra mejilla:  "Yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda”. (Mt. 5, 38-48)
Y es controversial porque pareciera que Jesús nos está pidiendo dejarnos agredir más allá de la agresión inicial.  ¿Será así?  Pareciera que no, porque cuando Jesús fue interrogado por Caifás en el juicio antes de su condena a muerte, un guardia lo cacheteó.  Y ¿qué hizo Jesús?  Veamos cómo confrontó al guardia: 

Uno de los guardias que estaba allí le dio a Jesús una bofetada en la cara, diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?»  Jesús le dijo: «Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hablado correctamente, ¿por qué me golpeas?»  (Jn 18, 22-23)
Si continuamos con el Sermón de la Montaña, vemos que Jesús da dos consejos más que van en la misma línea de mostrar la otra mejilla:  el entregar el manto además de la túnica, es decir, quedarse sin ropas, y el caminar una milla extra (ir más allá de la distancia requerida y permitida por la ley, llevando la carga de un soldado romano).
 
Sin entrar en detalles legales y costumbristas de aquella época, vale la pena destacar que biblistas que han estudiado las leyes, las normas y las costumbres hebreas piensan que lo de la mejilla -y otros dos consejos que da Jesús enseguida de éste- tenían como objetivo el poder desarmar anímica y moralmente al agresor.  En ese sentido pueden tomarse como consejos para resistir todo acto irrespetuoso y todas las injusticias sin tener que recurrir a la violencia.

Y para nosotros hoy –porque la Palabra de Dios es para todas las personas y para todos los tiempos- significan quea quien nos ha hecho daño debemos perdonar, no podemos guardarle rencor.  Tampoco podemos distraer pensamientos de venganza y –mucho menos- realizar alguna acción de venganza personal.

Pero Cristo sigue profundizando en el amor a los demás:  “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos”.
El amor a los demás hay que extenderlo a los enemigos y a los que nos odian y nos persiguen y nos calumnian.  Ya la exigencia se pone más difícil, ¿no? Pero si Dios pide esto, será difícil, pero no imposible.  Y es posible porque El nos proporciona todas las gracias para cumplir con lo que nos pide. 

Una cosa muy interesante es la finalidad que nos da para tener ese comportamiento magnánimo con los enemigos:  “hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial”. 

¿Qué nos quiere decir el Señor?  Que cuando tratamos bien a los enemigos, también los desarmamos, y eso puede servirles de estímulo para que sean amigos de Dios y amigos nuestros.  Sólo así podremos ser -nosotros y nuestros enemigos- hijos de Dios.  Todos somos creaturas de Dios, pero para ser hijos de Dios hay unas cuantas exigencias.  Una de ellas parece ser el trato magnánimo a los enemigos.    

Esto que nos propone Jesús fue lo que sucedió con los adversarios del Cristianismo al comienzo de la Era Cristiana:  muchos enemigos se convertían por el amor y el perdón que les dejaban ver los primeros cristianos.Muchos hermanos que siguieron el ejemplo de Jesus y se exigieron a seguir estas normas, lograron sin lugar a dudas llegar a la meta y cumplir con el llamado de todo cristiano…la santidad.

 Pues bien, mis queridos hermanos estamos llamados a ser santos. Todos los cristianos. No sólo los sacerdotes u obispos. No sólo las religiosas o religiosos. Todos estamos llamados a la santidad. Pero la santidad del cristiano no consiste en hacer muchas penitencias ni mortificaciones. Tampoco estriba en dedicar la vida a la oración y a la meditación. Ser santos es amar y amar hasta el extremo. Es amar a los enemigos. Es renunciar a lo que podría ser justo según este mundo para optar por la fraternidad a cualquier precio. Hasta el precio de pagar con la propia vida. Exactamente igual que hizo Jesús. Porque ser cristiano no es más que seguir el camino del Maestro.Dificil??

!!TODO LO PODEMOS EN CRISTO JESUS!! ANIMO! SI SE PUEDE!

El que tengas oidos que oiga.

Revdmo. David Falcon.

CRISTO VIVE!!


miércoles, 16 de febrero de 2011

Deseando de todo Corazon, que este pasado 14 de febrero, halla sido para todos ustedes, amados hermanos, un dia lleno de Amor y felicidad y que este sublime sentimiento, se quede permanentemente en sus corazones…les dejo esta reflexion, que con seguridad les ayudara a entender de mejor forma lo que es el Amor…y como debemos de esperimentarlo y compartirlo, a ejemplo de Nuestro Señor Jesus cristo y claro esta a la luz de la sagrada escritura. Leamos con atencion…



“Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único” (Jn 3,16).


“El nos amó primero” (1 Jn 4, 19)

La revelación no intenta decirnos lo que Dios es en sí mismo, sino lo que él es para nosotros. No pretende manifestarnos su naturaleza, su ser y su identidad, sino, más bien, su comportamiento con nosotros. Tiene, por lo mismo, un sentido que podríamos llamar ‘funcional’. Al decir, pues, que “Dios es Amor” (1 Jn 4, 16), quiere afirmar simplemente que Dios nos ama. Y que el amor es la única razón y el motivo único de toda su actuación con respecto a nosotros. Nos crea por amor, nos conserva en el ser por amor, nos elige y nos llama en Cristo por amor, y por amor nos predestina, desde toda la eternidad, a ser hijos suyos en su único Hijo, por una real configuración e identificación mística con él. Claro está que, al manifestarnos lo que Dios es para nosotros, nos dice también, y al mismo tiempo, lo que Dios es en sí mismo. Su comportamiento con nosotros, revela, de hecho, su verdadera identidad.


La máxima expresión del amor que Dios es y del amor que Dios nos tiene, se llama
Jesucristo. El es la manifestación suprema, la epifanía y la demostración definitiva de que Dios es amor y nos ama. “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 9-10). “Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único” (Jn 3, 16). “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Rom 5, 8).

Jesús nos revela a Dios en su más genuina identidad, en su verdad más profunda, en su plena autenticidad, que es la misericordia: bondad difusiva, amor que se entrega, fidelidad inquebrantable a sí mismo y a los demás. El gran mensaje de la revelación, que se convierte en Evangelio, es decir, en la Buena Noticia, que encuentra su máxima realización y expresión histórica en Jesucristo.


Ahora, podríamos preguntarnos: ¿Por qué nos ama Dios? Y tendremos que responder que la razón y el porqué de su amor a nosotros no están en nosotros mismos, sino en él. Dios nos ama porque él es el Amor, y es muy digno del amor amar. El amor de Dios no supone, sino que crea en nosotros la bondad y la belleza Su mirada nos hace buenos y gratos a sus ojos, porque imprime en nosotros la imagen del Hijo de sus complacencias. Por eso, conocer de verdad a Cristo y creer en él, es conocer verdaderamente a Dios y creer en su amor. Y creer de verdad en el amor de Dios, es creer en Cristo. “Nosotros, confiesa Juan, hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4, 16). Toda la vida espiritual cristiana se reduce, en última instancia, a creer de verdad que Dios nos ama, reconociendo agradecidamente y aceptando con temblorosa libertad ese amor.


“El nos amó primero” (1 Jn 4, 19)


El amor de Dios es, sin duda posible, anterior al nuestro. “El nos amó primero”, afirma el evangelista Juan (cf 1 Jn 4, 19). La iniciativa no es nuestra, sino suya. Y nos ama a nosotros “por nosotros mismos”, buscando sólo nuestro bien. El concilio vaticano Segundo, afirma que la persona humana es la única criatura terrestre “a la que Dios ama por razón de ella misma” (GC 24). Dios nos ama a nosotros porque somos nosotros. Y somos nosotros porque nos ama, ya que su amor nos crea y nos recrea. El nos ha amado primero… y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor…El nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este ‘antes’ de Dios, puede nacer también en nosotros el amor como respuesta.


Decir amor es decir gratitude. Y decir Amor absoluto es decir absoluta gratitud. El amor es razón de sí mismo, fin de sí mismo, fruto y premio de sí mismo. Cuando se ama de verdad, se ama simplemente por amor. No se busca nada a cambio. Lo expresó muy bien san Bernardo: “El amor se basta por sí mismo, agrada por sí mismo y por su causa. El es su propio mérito y su premio. El amor excluye todo otro motivo y otro fruto que no sea él mismo. Su fruto es su experiencia. Amo porque amo; amo para amar”.


El verdadero orden: ontológico y pedagógico


Al fariseo que le pregunta cuál es el mandamiento principal de la Ley (cf Mt 22, 36), Jesús le contesta, remitiéndose al Antiguo Testamento (Dt 6, 5 y Lev 19, 18). Pero conviene advertir que Jesús da esta respuesta después de haber afirmado: “Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único” (Jn 3, 16). Si el amor se expresa con el don, el amor total se expresa con el don total: es decir, con el don de sí mismo en su Hijo. Y este amor, rigurosamente infinito, capacita al hombre para responder con amor total, con la donación cabal de sí mismo.


Hablando del amor de Dios y del amor a Dios, hemos de reconocer un orden que es, a la vez, ontológico y pedagógico, y que podríamos formular así:

a) Ser amados.
b) Saber que somos amados.
 c) Dejarnos amar.
d) Amar.

Y, en ningún momento y por ninguna razón, deberíamos intentar cambiar este orden, pues sería desconocer y contradecir la realidad, y perdernos en un laberinto de confusiones.

Este orden se realiza, con absoluta perfección, en Jesucristo. El es “el Amado del Padre”, su “Predilecto”, “el Hijo de su Amor”, en quien encuentra todas sus complacencias. Y él es plenamente consciente de ello, pues lo sabe con total certidumbre. Se deja amar, acogiendo activamente ese amor y consintiendo en él, y ama con el mismo amor infinito con que es amado.
Algo similar y mas a nivel de nosotros, por su naturaleza humana,  podemos decir de Nuestra Santisima Madre la Virgen María. Ella es y se sabe excepcionalmente amada -“colmada de gracia” (cf Lc 1, 28.30)-, cree en ese amor, se deja amar, vive en adhesión total a la voluntad de Dios, prorrumpe en alabanza agradecida (cf Lc 1, 38.47-55) y ama con el mismo amor que recibe, convirtiéndose, para nosotros, en un “signo sacramental” del amor femenino y maternal que Dios nos tiene.

Dios es Amor, y se nos manifiesta como Amor. Esto es lo mas decisivo y original de la fe cristiana, que se convierte en nuestro primer derecho y en nuestro primer deber. Dios es Amor, en sí mismo y para nosotros. Es decir, Dios nos ama y nosotros lo sabemos porque él mismo nos lo ha revelado y demostrado, sobre todo, en la Persona de Jesús.


a)
Ser amados.-El principio objetivo de todo es que somos amados. Esa es la realidad histórica, el hecho primario y más fundamental de todos, que debe convertirse en el primer dato de nuestra conciencia. Todo parte de ahí y todo encuentra ahí su última razón de ser. Existimos, porque somos amados. Somos personas, porque somos amados. Somos creyentes, cristianos, religiosos, porque somos amados. El hecho de ser amados constituye la raíz viva de todo lo demás, porque todo brota lógicamente de ella y de ella recibe su savia vivificadora. Como afirma el concilio vaticano segundo, “el hombre existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador” (GS 19).

“Dios es amor, y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16). Estas palabras expresan con claridad el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino”.


Sin embargo, nos acecha siempre la misma peligrosa y veterada tentación: creernos protagonistas y comportarnos como si lo fuéramos. Es la vieja herejía humana. Olvidamos, con demasiada frecuencia, que todo lo bueno es ‘gracia’, porque no viene de nosotros, sino de Dios: porque nos es ofrecido y dado amorosamente, y sin mérito alguno de nuestra parte. Ser amados por Dios y de forma enteramente gratuita, personal y entrañable, es lo absolutamente primero, fuente y origen de todo lo demás. Su gracia nos transforma por dentro. Y, al transformarnos realmente, nos capacita para responder en ese mismo orden de amor. Sin ese amor transformante, nada podríamos hacer, y seríamos como sarmientos desgajados del tronco de la vid, irremediablemente muertos (cf Jn 15, 4-5).


b)
Saber que somos amados.-Dios nos ama, y quiere que lo sepamos. Porque sólo cuando uno es amado de verdad y se sabe de verdad amado, siendo plenamente consciente de esa realidad, ese amor se convierte en la experiencia más gozosa y transformadora de su vida. Se podría decir que la revelación entera es la pedagogía histórica de Dios para demostrarnos su amor. Toda la revelación es el sincero y gigantesco esfuerzo de Dios para convencernos de su amor, para hacernos sabedores y conscientes de que nos ama. Y este ‘esfuerzo’ culmina en la máxima prueba y demostración de su amor hacia nosotros, que es Jesús: en su Encarnación-Vida-Pasión-Muerte-Resurrección. Y Jesús mismo, para convencernos de su infinito amor, que es la expresión suprema del amor del Padre, da la vida por nosotros.

Podemos dudar de muchas cosas, comenzando por nosotros mismos. Pero, honradamente, “no podemos dudar de ser amados por el Amor” . Y se trata de un amor estrictamente personal, pues se dirige a cada uno de forma inmediata, de tú a tú, sin posible confusión. Dios ama a cada persona en particular y la ama por ella misma y para ella misma, aunque siempre en relación con las demás personas. Su amor nunca separa ni aísla. Su amor une y congrega siempre. Por eso, crea siempre lazos, crea verdadera comunidad. Para Dios, cada persona es única, no en el sentido de exclusiva, que sería pobre y empobrecedor, sino en el sentido de inconfundible. Porque el amor verdadero saca definitivamente del anonimato a la persona amada. Ya no la confunde con nadie. La quiere porque es ella misma. Y es, en realidad, ella misma porque la ama. Cada uno tiene, para Dios, un nombre absolutamente propio y, por eso, inconfundible. No es nunca un ‘número’, un ‘caso’ o una ‘función’. Es una persona, un tú, un hijo, un amigo, un rostro original.No somos producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno de nosotros es amado, cada uno es necesario.


Ser alguien para alguien y, en definitiva, ser y saberse amado de verdad con amor estrictamente personal, es una experiencia no sólo gozosa, sino también creadora de autenticidad, porque es principio activo de autorrealización. Y esto vale, sobre todo, cuando ese Alguien se escribe con mayúscula, porque sólo él es capaz de colmar infinitamente los infinitos anhelos del corazón humano.


d)
Dejarnos amar.-Pero el amor no se impone. El amor se ofrece. Pertenece a la dignidad misma del amor, que no se imponga. Y pertenece a esa misma dignidad y a su nobleza el que la persona humana haga el gesto de abrirse a ese amor, de acogerlo libremente, de creer y de consentir activamente en él. Por eso, el amor es lo más fuerte y, al mismo tiempo, lo más débil del universo. Lo más fuerte, porque se está ofreciendo permanentemente, sin posible cansancio, porque nunca se decepciona ni se bate nunca en retirada, porque es siempre fiel, ya que es enteramente gratuito y no busca una respuesta, aunque siempre la espera. Y el amor es también lo más débil, porque nunca emplea la fuerza para imponerse, nunca entra afuerza  en la vida de nadie, y es pura y paciente esperanza.

Todo nuestro quehacer, en relación con el amor que Dios nos tiene, es dejarnos amar. Esta actitud no es pasividad, sino pasión; no es espera, sino esperanza; no es cruzarse de brazos o cerrarse sobre sí mismo, sino abrir el alma de par en par y creer con todas las fuerzas en ese amor que Dios nos ofrece, pero que no impone nunca.


El verdadero amor es respeto. Y el amor infinito es infinito respeto. Tiene un tembloroso miedo a molestar y a importunar. Sólo espera que se le permita entrar y que se le acoja gozosa y confiadamente. Dios sólo quiere que nos dejemos amar por él, que reconozcamos que él nos ama con amor gratuito, personal y entrañable -que son tres características esenciales del verdadero amor-, que creamos de verdad, con fe inquebrantable, en el amor que él nos tiene. Sabiendo, por otra parte, que dejarnos amar es la manera mejor y más eficaz de amarle y de responder a su amor.


Dios espera de nosotros y nos pide, sobre todo, que creamos en su amor, que nos dejemos amar por él. Por supuesto, no sólo cuando las cosas nos salen según nuestros planes, sino también -y de un modo especial- cuando los acontecimientos son adversos y las circunstancias contradicen nuestros deseos y nuestras ilusiones. ¿No hay que creer en la luz, cuando es de noche? Es éste el mejor homenaje que podemos tributarle y el único servicio que le complace de verdad. Pero, resulta que nosotros nos empeñamos en ofrecerle lo que no nos pide y en darle lo que no le agrada. Este curioso fenómeno ¿no se deberá a que, en el fondo, no queremos tanto agradar a Dios, cuanto sentir la satisfacción egoísta de haber hecho algo por él? Porque si, de hecho, quisiéramos agradarle de verdad, haríamos lo que de verdad le agrada, que es fiarnos de él absolutamente, sin otra garantía que él mismo.


Esta actitud, que es esencialmente mística, porque reconoce y respeta la iniciativa absoluta de Dios y la absoluta primacía de su gracia, desencadena en nosotros la máxima cooperación activa, la colaboración más estrecha y la acción más eficaz. Por eso, no nos permite cruzarnos de brazos o dormitar en la indolencia o en la mediocridad. Es un fermento vivo que transforma, desde dentro, toda nuestra existencia. Es un revulsivo interior que nos mueve y nos urge vigorosamente a la donación total y al servicio más desinteresado.


Convendría recordar algo que normalmente se olvida o se ignora. Resulta que amar a Dios es dejarse amar por él. Y progresar en el amor es dejarse arrastrar por esa fuerza magnética que procede de él. Y entender algo sobre Dios es dejarnos iluminar por él. En términos generales, alcanzar algo no es otra cosa que dejarnos obsequiar. Y en esto consiste la esencia más genuina de la oración cristiana. Hemos creído en el amor de Dios,
 la opción fundamental de su vida.
No se comienza a ser cristianos por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro intimo y espiritual con Nuestro Dios… y ese encuentro intimo en la Oracion da un nuevo horizonte a nuestras vidas  y, con ello, una orientación decisiva.

d
) Amar.-Sólo desde la certeza inviolable y desde la gozosa experiencia de ser amados por Dios, podemos nosotros amar de verdad. Y amar con el mismo amor que recibimos, con el mismo amor -gratuito, personal y entrañable- con que somos amados. Ser amados por Cristo -realización y expresión máxima del amor de Dios a nosotros-, nos capacita para amar y nos urge a amar “como él ama”. Esa es la raíz viva, de donde brota el árbol, con su tronco, sus ramas, sus hojas y sus frutos. Ese es el reino y su justicia, y todo lo demás es “añadidura” (cf Mt 6, 33).

La certeza de ser amados infinitamente, se convierte en certeza de poder amar sin límites. El amor que gratuitamente recibimos, y que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones (cf Rom 8, 5), crea en nosotros no sólo la doble certeza de ser amados y de poder amar con ese mismo amor, sino también la capacidad real y la apremiante urgencia de amar a Dios y a los hombres, al Padre y a los hermanos, con igual medida …sin medida!!.


El hecho de ser amados, de saber que somos amados y de dejarnos amar, consintiendo activamente en ese amor, es fuente viva y principio eficaz y, también, la mejor pedagogía para aprender a amar. “Puesto que es Dios quien nos ha amado primero (c 1 Jn4, 10), ahora el amor ya no es sólo un ‘mandamiento’, sino la respuesta natural al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro.
El mandamiento del amor es posible sólo porque no es una mera exigencia: el amor puede ser mandado porque antes es dado.
Cristo da a la persona dos certezas fundamentales: la de ser amada infinitamente y la de poder amar sin límites. Nada como la Cruz de Cristo puede dar de un modo pleno y definitivo estas certezas y la libertad que deriva de ellas. Gracias a ellas, la persona consagrada se libera progresivamente de la necesidad de colocarse en el centro de todo y de poseer al otro, y del miedo a darse a los hermanos; aprende, más bien, a amar como Cristo ha amado, con aquel mismo amor que ahora se ha derramado en su corazón y la hace capaz de olvidarse de sí misma y de darse como ha hecho el Señor.

Dios, por ser constitutivamente Amor -en sí mismo y para nosotros-, es la raíz viva y permanente y la máxima garantía de nuestra capacidad y necesidad de amar. Sólo un amor, fundado en el amor de Dios, puede permanecer siempre fiel y superar victoriosamente todas las pruebas, abriéndose a la eternidad y al infinito.


“Amamos porque somos amados”


El amor de Dios no es sólo anterior al nuestro, sino causa y origen, raíz viva de nuestro amor a él y a los demás. “Amati, amamus: Nosotros amamos, porque somos amados”, recuerda san Bernardo, recogiendo una espléndida lección de san Juan: “Podemos amar nosotros, porque él fue el primero en amarnos” (1 Jn 4, 19). ”). “Y puesto que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (cf Rom 8, 5), nosotros amamos, porque somos amados. Y, al amar, nos hacemos acreedores a un mayor amor”.

A este respecto, debemos recordar: Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don. Es cierto -como nos dice el Señor- que el hombre puede convertirse en fuente de la que manan ríos de agua viva (cf Jn 7, 37-38). No obstante, para llegar a ser una fuente así, él mismo ha de beber siempre de nuevo de la primaria y originaria fuente que es Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios.
 Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este ‘antes’ de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta.

Es significativo que, hasta hace poco, la mayor parte de los exegetas y traductores de la Biblia hayan traducido ese versículo de la primera carta de san Juan (cf 4, 19), en sentido meramente exhortativo: "Amemos nosotros". En cambio, y por fortuna, son cada día más los que prefieren emplear el presente de indicativo ‑amamos‑, por creer que no se trata de una simple exhortación, sino de una constatación y de un hecho. Nosotros amamos, podemos amar -al Padre y a los hermanos-, porque Dios nos amó primero: porque somos amados y el Espíritu de Jesús nos capacita para ese amor nuevo y original, que él ha convertido en mandamiento suyo. (El verbo griego agapomen está en presente de indicativo, lo mismo que el verbo latino diligimus. No es, pues, una simple exhortación a amar, sino la firme constatación de que amamos precisamente porque somos amados, es decir, porque nos ama Dios).

Dios nos ama y se nos ha revelado como Amor en Jesucristo, y en él nos ha dado la máxima demostración de su Amor. De ahí que nuestro fundamental quehacer, nuestro deber primero ‑y también nuestro primer derecho‑ sea creer en el amor de Dios y dejarnos amar por él. Sabiendo, por otra parte, que ‑en buena lógica de amistad‑ creer en el amor de una persona, es la mejor manera de amarla. Y que dejarse amar es la más eficaz pedagogía para aprender amar de verdad.


En este sentido, podemos afirmar que decirle a Dios: 'Creo en tu amor', es la forma suprema de decirle: 'Te amo'. De este modo, el edificio de nuestra vida espiritual cristiana ya no se apoya en la arena movediza de nosotros mismos o de nuestra relación con Dios, sino en la roca firme de Dios o de su relación con nosotros.En la roca firme de su Amor!!.

El que tenga oidos…que oiga.

 Revdmo David Falcon

CRISTO VIVE!!

sábado, 12 de febrero de 2011

Lecturas y Homilia del Domingo 13 de Febrero del 2011

Primera Lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (15,16-21):

Si quieres, guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja. Es inmensa la sabiduría del Señor, es grande su poder y lo ve todo; los ojos de Dios ven las acciones, él conoce todas las obras del hombre; no mandó pecar al hombre, ni deja impunes a los mentirosos.
Palabra de Dios

Salmo
Sal 118,1-2.4-5.17-18.33-34

R./
Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R/.

Tú promulgas tus decretos
para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus consignas. R/.

Haz bien a tu siervo:
viviré y cumpliré tus palabras;
ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu voluntad. R/.

Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes,
y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón. R/.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2,6-10):

Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.» Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu. El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.
Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil" tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado" merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio." Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor." Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir "sí" o "no". Lo que pasa de ahí viene del Maligno.»
Palabra del Señor

HOMILIA

Desde que Jesús se encontró con Zaqueo y le dijo aquello de “¡Baja del árbol!”, los cristianos nos hemos dado cuenta de que lo nuestro no son los éxtasis místicos a dos metros sobre el nivel del suelo sino estar con los pies bien pegados a la tierra. No ha sido ni es fácil convencerse de ello. A nosotros nos gusta mirar al cielo. Y a los discípulos también les gustaba. No en vano tuvieron que aparecer aquellos ángeles poco después de la ascensión de Jesús para decirles “¿Qué hacéis ahí mirando al cielo?”       En esta tierra es donde sucede la vida en todas sus dimensiones. En esta tierra es donde disfrutamos la vida que nos ha regalado Dios. En esta tierra es también donde la vida se niega y se destruye, donde no se respeta la libertad de los hijos de Dios y se pisotea su dignidad. En esta tierra es donde se vive –o no– día a día la fraternidad que es el Reino que anunció Jesús. En esta tierra es donde vivimos comprometidos con los hermanos y hermanas en la creación de los cielos nuevos y la tierra nueva, que son obra de Dios pero fruto de nuestras manos en esa maravillosa interacción de la gracia de Dios con el compromiso y esfuerzo humano.       Por eso la predicación de Jesús tiene un toque horizontal. Él también da normas como buen maestro que era. Pero sus normas no se orientan primariamente a estar a bien con Dios. No determina ni las oraciones ni el tiempo que hay que dedicar a rezar. No dice que haya que ir al templo de Jerusalén ni a la sinagoga. Pero tiene clarísimo que no ha venido a abolir la ley sino a dar la plenitud. Y para ello nos da un “zape”y nos invita a mirar a ras de tierra.        Lo importante en el reino de los cielos es querer de verdad a los hermanos. No se trata sólo de no matar físicamente. Se trata de no matar de ninguna manera. Porque llamar “imbécil” al hermano –al que es hijo o hija de Dios como tu o yo– es una forma de matar, de negarle su dignidad. Se trata de no matar con el corazón. Se trata de amar y de no odiar. Hasta tal punto la norma es importante que la reconciliación es prioritaria sobre la ofrenda que se va a poner en el altar. Poner la ofrenda sin haberse reconciliado antes es inútil. Que los hijos se den la mano y hagan las paces, es posiblemente la mejor ofrenda que puede recibir Dios.       Lo mismo se puede decir de las otras normas que da Jesús. El adulterio no se produce sólo cuando se tienen relaciones sexuales. El adulterio nace en el corazón de la persona que se deja llevar por el deseo sin respetar la dignidad ni la posición de la otra persona. Tampoco basta con tener el papel que dice que legalmente ha habido un divorcio. Hay que ver las razones escondidas en el corazón de las personas que han llevado a esa situación. Y hay que tener cuidado en usar el nombre de Dios para justificar nuestros actos y nuestros intereses egoístas. A las personas honestas y honradas les basta con un “sí” o un “no”.          Como dice la primera lectura, es de prudencia cumplir la voluntad de Dios. Sobre todo, porque Dios no nos pide nada que nos saque de nuestra realidad. Su sabiduría es tan inmensa que nos sitúa en nuestro lugar y ahí nos pide que seamos y nos comportemos como lo que ya somos: hijos e hijas de Dios y, por tanto, hermanos. Esa es la verdadera sabiduría. No la que se presenta con palabras oscuras que nadie entiende sino la que habla un lenguaje sencillo, lleno de sentido común, directo. Y nos dice lo que, a veces, no queremos escuchar por demasiado obvio. Algo así como: “está muy bien que reces mucho pero donde te juegas la partida y tu salvacion, es en la relación con tus familiares, con tus hijos, con tu esposa, con tus amigos, en el trabajo, con los vecinos...”        Quizá nos gustaría más que Jesús nos invitase a entrar en meditación continua, a retirarnos del mundo para entregarnos a la oración en el silencio de una iglesia. Pero Jesús nos llama, por el contrario, a poner los pies en el suelo, a reconocer que no basta con cumplir la letra de la ley sino a cumplirla de corazón. En otras palabras que amar es preocuparnos de verdad por el bien de los que nos rodean. Sin caer en distingos legales. Sin poner excusas.        Cuentan de aquel santo eremita que iba a misa un domingo al pueblo más cercano y que por el camino se encontró con un campesino al que se le había atascado el carro en el barro del camino. Se paró a ayudarle. Se ensució con el barro. Y llegó tarde a misa. ¿Cometió pecado? ¿No fue más verdadera la eucaristía que celebró ayudando a su hermano a salir del  barro del camino? Así, a ras de tierra, nos quiere Dios para construir con su gracia el Reino. Asi sea!

El que tenga oidos…que oiga.

Revdmo. David Falcon

CRISTO VIVE!!

martes, 8 de febrero de 2011

El sufrimiento humano es un misterio,



El sufrimiento humano es un misterio, un misterio que se enmarca dentro del misterio de la Redención de Cristo, un misterio para el cual no hay una respuesta como la que esperamos, un misterio al cual Cristo no responde sino que llama para que le sigamos en su sufrimiento y colaboremos con El en la salvación del mundo y el triunfo final de las fuerzas del Bien.

Dicho esto, veamos cuáles son las actitudes que tenemos ante una situación de sufrimiento.
En cuanto aparecen los primeros síntomas de sufrimiento, la tendencia inicial es de oposición y viene entonces una pregunta que nunca falta: ¿Por qué? ¿Por qué a mí? Y esta pregunta no tiene respuesta-al menos en un primer momento cuando miramos el sufrimiento desde el ángulo meramente humano.

El misterio del sufrimiento es un proceso. Luego de esa oposición y cuestionamientos iniciales viene un momento de impotencia en que algunos recurren a Dios, también preguntándole por qué. Y Dios tampoco responde. La respuesta divina es más bien una invitación, una llamada de Cristo a seguirlo en su sufrimiento ... un misterio. Cristo nos responde desde la Cruz y nos invita a tomar la cruz del sufrimiento.

Y ante esta invitación, podemos seguir oponiéndonos, actitud que no ayuda, pues la cruz se hace más pesada. O podemos tomar la cruz, imitando a Cristo en su sufrimiento, respondiendo a su llamado “toma tu cruz y sígueme” (Lc. 9, 23). Al principio podemos tomarla con temor, con miedo al sufrimiento, creyendo que la aceptación lleva al agravamiento y a mas sufrimiento.

Pero los que han sufrido y han entregado su sufrimiento a Cristo saben por experiencia que, al unir su sufrimiento al de Cristo, enseguida la cruz del sufrimiento se aliviana, se hace menos pesada. ¿Por qué se aliviana? Porque Cristo mismo nos ayuda a llevarla.

Cristo nos invita a compartir su sufrimiento y al compartir los nuestros con los de Cristo, al unir nuestro sufrimiento al de Cristo, no es que desaparece la causa del sufrimiento, pero nuestro sufrimiento parece diluirse en los sufrimientos de Cristo. También ... un misterio. Pero prueba!!...prueba si estás sufriendo, trata de entregar y de ofrecer tus sufrimientos a Cristo ... y verás.

Entonces podemos comenzar a entender para qué es el sufrimiento: para colaborar con Cristo en la salvación del mundo y en nuestra propia salvación. Por eso se oye hablar de ofrecer el sufrimiento por alguien, por la conversión de las almas, por la propia conversión. 

Así lo hicieron muchos santos, algunos de los cuales al principio también pudieron haberse rebelado. Sabemos que muchos, de hecho, se convirtieron y comenzaron su camino de santidad por una situación de sufrimiento. Así son los caminos y las maneras de Dios: incomprensibles si los miramos con nuestra miopía humana, racionalista, mundana. 

El Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica Salvici Doloris, en la que explica el misterio del sufrimiento humano, iba aún más lejos y nos decía que el sufrimiento se enmarca, además, dentro la lucha entre las fuerzas del Bien y las del mal, y que nuestros sufrimientos, unidos a los de Cristo colaboran en el triunfo final de las fuerzas del Bien (cfr. SD, 26).

El sufrimiento, entonces, es un misterio, un misterio que se convierte en una invitación de Cristo a seguirle y a colaborar con El en la salvación del mundo y en el triunfo final de las fuerzas del Bien.

Pero entendamos bien!...no estamos llamados a sufrir!, por supuesto que no…el sufrimiento por si solo, y provocado es masoquismo…estamos llamados a la alegria y gozo en Cristo vivo y resucitado!...a vivir plenamente hoy y en la eternidad!.

Pero cuando llegue el sufrimiento, por alguna razon en nuestras vidas, es cuando debemos de aceptarlo y ponerlo en manos de Dios y asi unido al sufrimiento de Cristo, El sea quien nos ayude a cargarlo y entenderlo…convirtiendo dicho dolor, en un bien para nosotros…pues debemos confiar  en que dicho sufrimiento nos dara mas Fortaleza, nos unira mas a Cristo y podremos asi ser parte de la Victoria final, entre el bien y el mal…
donde todos sabemos, EL BIEN SERA EL VERDADERO TRIUNFADOR, COMO A SIDO…ES Y SERA AL FINAL DE LOS TIEMPOS…Seamos unos triunfadores en Cristo y por Cristo Jesus!! Asi sea.

El que tenga oidos...que oiga.

Revdmo. David Falcon
CRISTO VIVE!!

sábado, 5 de febrero de 2011

Lecturas y Homilia del Domingo 6 de Febrero del 2011

Primera lectura
Lectura de la carta Hebreos (13,15-17.20-21):


Por medio de Jesús, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que profesan su nombre. No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios. Obedeced con docilidad a vuestros dirigentes, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables; así lo harán con alegría y sin lamentarse, con lo que salís ganando. Que el Dios de la paz, que hizo subir de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, en virtud de la sangre de la alianza eterna, os ponga a punto en todo bien, para que cumpláis su voluntad. Él realizará en nosotros lo que es de su agrado, por medio de Jesucristo; a él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. 
Palabra de Dios
 
Salmo
Sal 22
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta


El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por anos sin término. R/.


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,30-34):


En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
Palabra del Señor

HOMILIA

 Nos encontramos en el preludio de la multiplicación de los panes y peces. El texto desmenuza en suaves pinceladas la actitud delicada y compasiva de Jesús. En el día de hoy la podemos hacer objeto de nuestra contemplación y oración.

El encuentro gozoso de los misioneros. El regreso de los apóstoles de su actividad misionera proporciona la ocasión propicia para el encuentro fraterno y así poder compartir en comunidad sus experiencias y hacer balance de resultados. Jesús les abre un espacio para la comunicación fraterna que los enriquezca y los edifique. Podemos adivinar en esa convocatoria un tono gozoso y festivo por el reencuentro. Son necesarios estos espacios para los misioneros y evangelizadores de todos los tiempos.

El descanso como premio y necesidad. Junto con la comunicación, necesitaban descansar. Jesús estaba en todo. En ello se ofrece una muestra más de su corazón humano y compasivo. Su sensibilidad y solicitud no se volcaron solo sobre pobres y necesitados; también fueron dirigidas hacia sus discípulos. No los soñaba como un grupo de activistas o de funcionarios, sometidos a un
trabajo apostólico forzado y sin tregua. Los quería como amigos y hermanos que comparten la vida. Y es lo que no deben olvidar jamás. Descuidar la vida fraterna es poner en riesgo la misión.


Pero lo importante es la misión. Por eso, sin disgustos ni quejas, se rompen los planes previstos, porque hay cosas que son más importantes. En ciertas ocasiones, el descanso no ostenta el título de innegociable. Jesús interrumpe el reposo de su grupo al advertir a la multitud que les busca y que andaba como ovejas sin pastor. Y pasó a la acción: a enseñarles con calma. Sin prisas, con atención, con solicitud, con esmero,… como hace un buen pastor. Como debemos tratar de hacer con los que nos necesitan y buscan.

El que tenga oidos...que oiga

Revdmo. David Falcon

Cristo vive!!!!!