¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

sábado, 9 de octubre de 2010

Lecturas y Homilia del Domingo 10 de Octubre del 2010

Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Reyes (5,14-17):
En aquellos días, Naamán de Siria bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta Elíseo, y su carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño. Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo: «Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta un regalo de tu servidor.» 
Eliseo contestó: «¡Vive Dios, a quien sirvo! No aceptaré nada.» Y aunque le insistía, lo rehusó. 
Naamán dijo: «Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor.»

Palabra de Dios

Salmo
Sal 97,1.2-3ab.3cd-4
R/. El Señor revela a las naciones su salvación


Cantad al Señor un cántico nuevo, 
porque ha hecho maravillas: 
su diestra le ha dado la victoria, 
su santo brazo. R/. 

El Señor da a conocer su victoria, 
revela a las naciones su justicia: 
se acordó de su misericordia y su fidelidad 
en favor de la casa de Israel. R/. 


Los confines de la tierra han contemplado 
la victoria de nuestro Dios. 
Aclama al Señor, tierra entera, 
gritad, vitoread, tocad. R/.


Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2,8-13):
Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Éste ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada: Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna. Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,11-19):
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» 
Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.» 
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?» 
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»

Palabra del Señor

HOMILIA

Hay dos aspectos en las lecturas de este domingo que pueden hacer que centremos la atención en uno y nos olvidemos del otro. Tanto en la primera lectura como en el evangelio aparece la figura del leproso. En las dos se produce la curación. Ese es un primer punto en el que fijarnos: Dios cura al que está enfermo de lepra. Pero hay un segundo aspecto no menos importante: en las dos lecturas se subraya que uno de los curados da las gracias por el favor recibido. Curación por parte de Dios o de Jesús y acción de gracias por parte del que ha sido curado. Y una conclusión sorprendente de Jesús: “Vete, tu fe te ha salvado.”

Lo primero es el milagro, la curación. No es casualidad que Jesús cure a unos leprosos. Es muy importante ver los tipos de enfermedad que cura Jesús. En este caso, curar a un leproso significa devolver a la sociedad al que había sido marginado y apartado. La lepra era entonces una enfermedad temida por lo contagiosa que se suponía que era. Eso hacía que las personas enfermas de lepra fuesen apartadas de la vida social y condenadas a la marginación total. Tanta era la marginación que en el lenguaje actual se dice de una persona que es como un leproso para expresar que esa persona es despreciada por las demás, que nadie quiere tener trato con ella.

Más allá del milagro físico
Jesús, al curar a los leprosos, va mucho más allá de hacer un puro milagro físico. Los reintegra en la sociedad, los convierte en miembros activos de la sociedad. Les indica que se presenten al sacerdote –era el que certificaba la curación y su vuelta a la normalidad– con el fin de que su curación sea también una curación “social”. Lo mismo se puede decir de Naamán, el sirio. También él, a pesar de ser un personaje importante en su país, corre el riesgo de perderlo todo, de dejar de ser alguien, por haber contraído la odiada enfermedad. La curación le devuelve a su posición social, le hace volver a ser persona, sujeto de derechos y deberes. 
      No sé si nosotros podemos curar la lepra , mediante un milagro. No tenemos ese poder. Pero sí podemos hacer el esfuerzo por integrar, por acoger, por luchar contra cualquier forma de marginación, una de las actitudes principales de nuestra vida cristiana.
Entonces, nos pareceríamos a Jesús que acoge a  todos, que integra, que no margina a nadie, que con todos habla, con todos se sienta y dialoga, que no tiene miedo de frecuentar las malas amistades porque a todos ofrece el reino, la presencia viva del amor de Dios que quiere sentar a todos sus hijos e hijas en torno a la única mesa del banquete de la vida, sin excluir a nadie, sin que nadie, por ninguna razón, se quede fuera. 

Agradecidos
 Pero hay otro tema en estas lecturas que también es importante para nuestra reflexión y para llevarlo a la práctica en nuestra vida cristiana. Es el agradecimiento. Naamán, el sirio, se siente curado y de su corazón brota la necesidad de volver a presentarse ante el profeta y ofrecerle un regalo, un signo no sólo de lo bien que se siente sino de su reconocimiento a lo que el profeta ha hecho por él. La respuesta del profeta le lleva a darse cuenta de que ha sido Dios mismo, su gracia, su fuerza, quien ha obrado el milagro. Y a él se vuelve agradecido: en adelante no reconocerá a otro Dios más que al Señor. Naamán se ha dado cuenta de que la vida, y todo lo que ella conlleva, es don de Dios. 

 Lo mismo se puede decir del leproso, sólo uno de los diez, que vuelve a Jesús para darle gracias. Ha experimentado igualmente que su curación ha sido un don gratuito de Dios, que le ha recreado y le ha devuelto a la vida, a la sociedad, a ser una persona como los demás. Dice el evangelio que volvió “alabando a Dios a grandes gritos”. Debía pensar que Jesús era un gran profeta pero su punto de referencia estaba centrado en Dios, el creador, el todopoderoso, que en lugar de destruir y aniquilar se goza en regalar vida y esperanza, amor y misericordia. El mismo Jesús lo confirma en sus palabras finales. Este leproso es el único que ha vuelto “para dar gloria a Dios”.  Ante él, ante Dios, no hay pago posible. No se pueden comprar los dones de Dios. Sólo queda la acción de gracias, vivir agradecidos.

 Y para concluir, las últimas palabras de Jesús. La salvación no es fruto del milagro. El milagro es la acción de Dios que transforma a la persona. Pero la salvación no se produce automáticamente. Necesita de la colaboración de la persona. Necesita que la persona acepte la acción de Dios y reconozca en él al que le ha dado la vida y todo lo que tiene. La salvación se produce en esa misteriosa complicidad entre la acción de Dios y la respuesta de la persona. Ahí brota la fe y la salvación. Ni es sólo acción de Dios ni es sólo fruto del compromiso o esfuerzo humano. Son los dos, Dios y cada persona, mano a mano, los que obran la salvación.

El que tenga oidos..que oiga

Cristo vive!!!      + Revdmo. David Falcon

Al orar con este texto, no paran de venirse a mi cabeza muchos rostros de personas. Cuando vives una Experiencia Misionera en los pueblos,con la gente humilde: estás y compartes con el "hermano pobre".Sus vidas y experiencias te llegan y afectan positivamente nuestras vidas.
A ellos les pasa como al leproso que fue a darle las gracias a Jesús. Son conscientes totalmente del paso de Dios en sus vidas, de cómo los ha salvado, de qué manera les ha tocado...muy a pesar de su miseria y escases.
 Y nosotros en muchas ocasiones, aquí en "nuestro mundo", en la ciudad , nos olvidamos de reconocer en nuestras vidas la mano de Dios. Cuando nos pasa algo bueno siempre interpretamos que lo hemos conseguido nosotros, con nuestro esfuerzo, con nuestra valentía... Pero cuando sucede algo que no nos agrada, vamos corriendo a pedirle explicaciones a Dios. ¡Qué diferentes son los hermanos con los que yo he compartido en los ranchos, en los pueblos!.
En el camino de evangelizarlos, de llevarles la Buena Noticia, han sido ellos los que me han recordado a mí quién hace maravillas en mi vida y cómo debo agradecerlas y vivirlas desde la fe.
Cuando te sientes llamado a evangelizar y transmitir lo bueno que Dios ha hecho en ti, te sientes obligado a agradecer esas maravillas para así poderlas transmitir de una forma más auténtica a los demás.
El pobre, el que vive al dia…el que es muchas veces marginado, rechazado,  es mucho más rico que nosotros en sentimientos y gratitud. Pero a nuestro alrededor hay muchos pobres de alma, de valores... A estos, no se nos puede olvidar llevarles el Evangelio. Aunque nos resulte difícil, y no agradezcan, y nos rechacen... pero es a lo que estamos llamados. "Lo que gratis habéis recibido, gratis debéis darlo".

OREMOS HERMANOS!
(Con verdadero espiritu de agradecimiento y humildad…oremos a nuestro Amado Dios…
Puedes repetirla a lo largo de la semana y asi hacerla tuya…asi aprendemos a orar…)

Te damos Gracias y te alabamos, Dios Padre nuestro,
porque Tú purificas nuestro corazón cada día.
¡Sólo en Ti, Dios nuestro, está la Salvación!
No permitas que nunca dejemos de glorificarte,
porque sólo Tú sanas nuestro espíritu y nos proteges del mal.
Padre Bueno, haz Tú que seamos siempre agradecidos
y que sepamos ver y reconocer las bendiciones diarias
que Tú haces con cada uno de nosotros.

Hazte presente en nuestros corazones
para transformarnos en personas generosas
que sepan agradecer a todos los que nos rodean,
todo el bien que los demás hacen en nuestra vida.

Conviértenos en personas capaces de sentir la gratitud
para expresarla a todos nuestros hermanos
con cariño, amabilidad, y sin esperar nada a cambio.
Tú que eres Dios Padre Bueno y Misericordioso,
haznos ser humildes y sencillos para saber valorar
todas las buenas obras de tantas personas
que Tú nos has puesto en nuestro camino a lo largo de la vida.

Te alabamos y te bendecimos, Dios Padre, porque Tú eres
Todo Gratuidad y Todo Amor constante con nosotros.
 Padre nuestro, Tú que eres Todo Bondad,
haz que nunca dejemos de darte Gracias por la vida y
por todo lo que nos regalas dia a  día,

Ayúdanos, Dios, a no olvidar jamás
que la gratitud es un modo de expresar nuestro amor a Ti
y a nuestro prójimo,
A través de la fe que Tú nos regalas...

 Amén.


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