¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

domingo, 8 de julio de 2012

Lecturas y Homilia del Domingo 14º del Tiempo Ordinario _08 de Julio del 2012

  Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (2,2-5):

En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía: «Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: "Esto dice el Señor." Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.»

Palabra de Dios

Salmo
Sal 122

R/.
Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia



A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R/.


Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia. R/.


Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos. R/.


Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,7b-10):


Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.» Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.


Palabra de Dios


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,1-6):


En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.


Palabra del Señor

Homilía

¿Te has fijado cómo reciben a los triunfadores en su lugar de residencia? ¿Has visto la fiesta que organizan cuando alguien gana algún importante trofeo deportivo y vuelve a su lugar de origen…?


Hoy es Jesús el que regresa a su pueblo y a su gente, a Nazaret, y lo hace acompañado de sus discípulos que habían visto sus milagros y oído sus palabras. El recibimiento no puede ser más débil, la acogida no puede ser más pobre. Cuando Jesús comienza a enseñar en la sinagoga, la gente en lugar de fijarse en lo que dice se fija humanamente en quién lo dice. Ya saben ustedes que los seres humanos nos hemos acostumbrado a ir de la persona a la palabra; cada uno habla según quien es…


Despreciaban a Jesús porque lo catalogaban como uno de tantos. Algo parecido puede que nos suceda a nosotros hoy. Nuestra fe en Cristo aparece como una más en el surtido que nos ofrece el supermercado de las creencias. Nuestra fe y nuestras obras no son socialmente valoradas. Muchos ven la fe en Cristo como algo de antaño cuando hoy el ser humano ni siquiera a llegado a la plenitud del conocimiento racional…


Hoy decimos "Nadie es profeta en su tierra" y en muchas ocasiones es verdad. A veces estamos demasiado cerca de ciertas personas para ver sus grandezas. Por otra parte, no seamos ingenuos; muchas veces no reconocemos lo bueno en el otro porque sentimos en nuestro interior la herida de la envidia o el puñal de los celos.
En el duro camino de la evangelización no siempre estaremos en el domingo de ramos; muchas veces nuestra tarea evangelizadora pasará por muchos viernes santos. Hay cristianos que sufren porque su fe no es reconocida, ni mucho menos su tarea de entrega a los demás. Inconscientemente van buscando una aprobación social. Hay también personas que nos piden explicaciones sobre nuestra fe, y les damos una y otra y otra… pero nunca acaban de comprender la profundidad del mensaje. Esto es lo normal.


Cuando alguien se acerca a pedirnos explicaciones sobre nuestra fe, tenemos que preguntarnos y tratar de descubrir lo que realmente viene buscando. ¿Es realmente una persona en una actitud de búsqueda sincera y confiada, o mas bien es una persona que lo que quiere es entretener el tiempo libre en interminables disputas sobre la fe? Hay que tener muy en cuenta la finalidad de la conversación. Hay gente que no se conformará con todas las explicaciones y razonamientos que puedas dar. Siempre tendrán un pero y una queja. La condición humana es así: no hay más ciego que el que, aunque queriendo, no puede ver.


Si la gente se une para odiar, odiarán; si se han reunido para resistirse a entender, malentenderán; si se han reunido para no ver más punto de vista que el suyo propio, no verán otro. Pero si la gente se ha reunido amando a Cristo y tratando de amarse entre sí, hasta los que están más ampliamente separados en ese grupo se pueden encontrar en Él.
Los cristianos de este tiempo no debemos de dejarnos acobardar por razonamiento más o menos elaborados que nos piden pruebas sobre nuestra fe. Tenemos que tener bien claro que quienes anunciemos a los demás el mensaje de Dios debemos de enfrentar la burla y la ignorancias de muchos. Siempre nos despreciarán por el mensaje.


Jesús en su pueblo es quizás el ejemplo más claro de lo que nos puede pasar con nuestra familia, nuestros amigos de la infancia, los conocidos de toda la vida. Es curioso ver cómo probablemente hemos acercado a alguna persona a Dios, pero, en cambio, a los más cercanos, a nuestros familiares y conocidos de toda la vida, se mantienen distantes a la fe en el Señor, cuando no a la defensiva de la misma.
¿Qué hacer?
El mensaje de Jesús rebasará los siglos y seguirá siendo predicado, aunque los más cercanos a nosotros no nos entiendan ni compartan nuestra experiencia. El mensaje de Jesús no morirá con nosotros.
Predicar el mensaje no sólo con la palabra sino también con una vida de entrega y de amor generoso al otro. Nuestro aptitud tiene que ser de tolerancia,apertura y de escucha, viendo y apreciando todo lo que de bueno nos puede aportar el otro, incluso el alejado o el que no tiene fe.


Serenarnos en Dios. Nosotros no estamos llamados a hacer propaganda del reino de Dios para los demás, sino a experimentar personalmente, ya aquí y ahora, ese reino que se abre paso a través del tiempo y de la condición humana.
Si mantenemos estas claves muy probablemente nuestra propia vida será testimonio reconocido de que Cristo es alguien por el que vale la pena vivir y por quien merece la pena gastar la existencia diaria.


El que tenga oidos...que oiga.


HERMANO JUAN PABLO CORC_OBISPO JUAN DAVID FALCON





 

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