¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

jueves, 21 de abril de 2011

Lecturas Homilia del Jueves Santo 21 de Abril del 2011

Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»

Palabra de Dios

Salmo
Sal 115,12-13.15-16bc.17-18

R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26):

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

Palabra del Señor

HOMILIA

 El Jueves Santo estamos conmemorando la Cena del Señor, la Ultima Cena del Señor. Y nos reunimos para celebrar la Santa Misa en el mismo día y más o menos a la misma hora en que Jesús celebró esta Cena con sus discípulos la noche antes de su muerte.

La Liturgia de hoy nos destaca la institución de dos Sacramentos: la Eucaristía y el Orden Sacerdotal.

Y, tal como sucedió aquel día, hoy también tiene lugar el Lavatorio de los pies.

Jesús lava los pies a sus apóstoles

El pensamiento predominante en este día es el amor, recordando que en el primer Jueves Santo Jesús nos dejó el Sacramento de su Amor, la Sagrada Eucaristía, y también nos dio solemnemente el mandamiento del amor: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.

De allí que las Lecturas de hoy nos hablen de Eucaristía, de servicio y de amor.

La Primera Lectura (Ex. 12, 1-14) nos explica cómo era la Pascua judía, precisamente lo que Jesús estaba celebrando con sus discípulos en esta noche tan especial.
Jesucristo aprovechó esa Fiesta tan importante que todo el Pueblo de Israel celebraba para dejarnos el Sacramento de su Cuerpo y su Sangre.

En efecto, esa noche del primer Jueves Santo de la historia, Jesús no se queda en la celebración antigua de la Pascua, en que los judíos comían un cordero sacrificado, sino que El mismo se convierte para nosotros en el Cordero, al dejarnos el Sacramento de su Cuerpo y su Sangre.

La Pascua significa el “paso” de Yavé, cuando durante la plaga que mató a todos los primogénitos egipcios, Yavé pasó de largo las casas de los Israelitas, sin hacer daño a sus primogénitos, mientras hería a los de los egipcios.

Como la salida de los Israelitas de Egipto tuvo lugar enseguida de esta última plaga, la tradición hebrea relacionó el rito de la Pascua también con este éxodo y se comenzó a dar a la sangre del cordero pascual un valor redentor, pues gracias a la sangre los hebreos fueron rescatados -redimidos- de la esclavitud de los egipcios.

Es así como el Señor y los discípulos se encuentran celebrando esta fiesta la noche antes de la muerte de Jesús, pues la instrucción recibida de Yavé era esta: “Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua”. Así leemos al final de la Primera Lectura del libro del Exodo.

Pero sucede algo imprevisto en esa última celebración pascual de Jesús con sus discípulos: Jesús, después de comer la cena pascual, sustituye al cordero pascual por Sí mismo. El se entrega como el “verdadero Cordero Pascual” (Prefacio de la Misa de Pascua).


La Ultima Cena

Ese verdadero Cordero es el que San Juan Bautista, su Precursor, nos identifica cuando lo ve llegar al Jordán: ”Allí viene el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo” (Jn. 1, 29).

También en el Apocalipsis se nos presenta a Cristo como Cordero, sacrificado -“degollado”- sí, pero ya glorioso: “Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, la honra, la gloria y la alabanza” (Ap. 5, 12). “Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los siglos” (Ap. 5, 13-b).

Pero en la Ultima Cena también Cristo nos deja su Sangre además de su Cuerpo. Recordemos que para el pueblo de Israel, la sangre tenía un carácter sagrado. Primeramente, porque la sangre es vida y, por tanto, tiene relación con Dios, dador de la vida. Además, desde noche que salieron de Egipto, la sangre del cordero sacrificado marcando la puerta de cada hogar hebreo, había comenzado a significar redención, pues ningún primogénito hebreo había sido tocado.

Más aun, la Alianza entre Yavé y su pueblo se sella mediante un rito de sangre: la mitad de la sangre de las víctimas se arrojaba sobre el altar que representa a Dios y la otra mitad sobre el pueblo.

Eso lo vemos cuando, después de recibir el código de la Alianza y de explicarlo a los Israelitas, Moisés hace ese ritual y agrega estas palabras sobre el rito de la Alianza sellada con sangre: “Esta es la sangre de la Alianza que Yavé ha hecho con ustedes, conforme a todos estos compromisos” (Ex. 24, 3-8).

En la Segunda Lectura (1 Cor. 11, 23-26), San Pablo nos narre la institución del Sacramento de la Eucaristía. Y nos refiere que en la Ultima Cena, Jesús cambió la sangre del cordero de la Antigua Alianza por su propia Sangre. En efecto, al presentar el cáliz con el vino, dijo: “Este cáliz es la Nueva Alianza, la cual se sella con mi Sangre”.


Jesús con el caliz de la Nueva Alianza

Estaba el Señor anunciando su muerte al día siguiente y su Sangre derramada en la Cruz, con la cual sellaría la Nueva Alianza.
¿Vemos la conexión entre la Antigua y la Nueva Alianza, entre el cordero animal de la Antigua Alianza y Jesús, el Cordero de la Nueva Alianza?

El Cuerpo entregado y su Sangre derramada hacen de la muerte de Cristo un sacrificio singular: sacrificio de alianza, que sustituye la Antigua Alianza del Sinaí por esta Nueva Alianza, en la cual el Cordero es Cristo, y en la que no se derrama sangre de animales, sino ¡nada menos! que la del mismo Cristo.

Y todo este sacrificio de Jesús, para nuestra redención: todo esto por mí y para mí. Y esta Nueva Alianza es perfecta, puesto que Jesús nos redime de nuestros pecados y nos asegura para siempre el acceso a Dios y la posibilidad de vivir unidos a El, mediante la recepción de su Cuerpo y de su Sangre en la Comunión, Sacramento de salvación que nos dejó instituido en el primer Jueves Santo de la historia.

Por eso en el Salmo 115 cantamos dado gracias al Señor por su Sangre que nos redime:" El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo"
" Este Salmo nos recuerda nuestros compromisos –la Alianza- con el Señor y nos lleva al agradecimiento por su sacrificio: “¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? …Cumpliré mis promesas al Señor”.

Celebramos todos estos misterios y compromisos al conmemorar la Ultima Cena del Señor cada Jueves Santo. El Sacramento de la Eucaristía es el Regalo más grande que Jesús nos ha dejado: todo su ser de Hombre y todo su Ser de Dios, para ser alimento de nuestra vida espiritual, para unirnos a El.

El misterio del Cuerpo y la Sangre de Cristo es un misterio de Amor. Dios Padre nos entrega a su Hijo para redimirnos del pecado, para pagar nuestro rescate. ¡Qué precio para rescatarnos! La Vida de Jesucristo, el Cordero de Dios, entregada en la Cruz. Y esa entrega del Hijo de Dios por nosotros los seres humanos, se renueva en cada Eucaristía.

En el Evangelio (Jn. 13, 1-15), San Juan nos narra el momento cuando Jesús lava los pies a los Apóstoles.

Jesús hizo un trabajo que solía hacer un sirviente cuando un caminante llegaba a algún hogar. Sabemos que Jesús y los Apóstoles no tenían sirvientes, pero Jesús quiso hacerse “sirviente”, “servidor”, al lavarles los pies a sus discípulos.

Y, más que limpiarles los pies polvorientos, Jesús quiso “purificarlos” antes de recibir su Cuerpo y su Sangre. Notemos como habla de “estar limpios, aunque no todos”, refiriéndose al que lo iba a traicionar.

En el Evangelio Jesús nos exhorta a hacer lo mismo nosotros: a servir. La recepción de la Eucaristía, la Comunión, debe llevarnos a un mayor amor a Dios y a un mejor servicio a los hermanos.
Hoy nos deja el Señor el Sacramento de su Cuerpo y su Sangre, Pan de Vida, alimento de Vida Eterna.

Jesucristo realizó el milagro de irse y de quedarse: se quedó con nosotros escondido en el Pan Eucarístico, para ser alimento de nuestra vida espiritual y para ser objeto de nuestra adoración.

Por eso, después de la Misa Solemne de la Cena del Señor, cada Jueves Santo en cada Iglesia en el mundo, Jesucristo mismo en la Sagrada Hostia, es trasladado a un Altar especial que se ha preparado para allí ser adorado por todos los fieles que deseen hacerlo la noche del Jueves Santo y al día siguiente, hasta antes de comenzar el Oficio del Viernes Santo.

EL QUE TENGA OIDOS QUE OIGA.
REVDMO. DAVID FALCON

CRISTO VIVE!!!!!


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