Es para nosotros cuestión de vida o muerte que nuestras
Eucaristías puedan definirse como "la Eucaristía de Jesús", que en
ellas sea reconocible su Presencia, su protagonismo. Y que nadie ni nada -que
no sea Él- se adueñe de la celebración, como desgraciadamente pasa hoy en dia.
La homilía no es más importante que la proclamación de la
Palabra. El presbítero o el obispo no deben suplantar la Palabra y su sentido,
con sus palabras personales y temas sociales. Quien reparte el Cuerpo del
Señor, no debe suplantarlo con otro alimento. ¡Dejar que la Palabra actúe como
Palabra de Dios y servirla en actitud de profunda atención al momento histórico
y al espacio geográfico en que es proclamada!
¡Solo el Espíritu Santo convierte una misa en la Eucaristía
de Jesús! ¡Sólo el Espíritu Santo hace resonar la Palabra como Palabra de Dios,
convierte los dones en Cuerpo y Sangre del Señor, une a la comunidad como
"cuerpo de Cristo"! Sí el Espíritu y no la letra vacia y trivial.
Las comidas que Jesús ofrecía o a las que se refería en sus
parábolas, generaban espacios de reconciliación y amistad. Si la Eucaristía
mantiene espacio de irreconciliación, de discriminación entre unos hermanos y
otros, unos que comulgan y otros que no pueden comulgar, ¿en qué medida evocarán
a Jesús? En las comidas de Jesús ninguno de los invitados era excluído: ¡ni
siquera Judas! Y si alguien se excluía -el hijo mayor de la parábola del hijo
pródigo, o Judas a partir de un determinado momento- lo hacía por propia
iniciativa. En la multiplicación de los panes se dice que "todos comieron
hasta hartarse"; en la comunión con la copa de la Alianza se dice también
"y bebieron de ella todos". El Jesús que celebra la Cena con sus
discípulos el Jueves Santo, celebró su penúltima cena el día anterior en
Betania con ellos, pero también Lázaro, Marta y María -con un especial
protagonismo de estas mujeres respecto a la fe en Jesús y la atención a su
cuerpo!
El alimento por excelencia de las comidas de Jesús era
"el pan bajado del cielo", o el "pan del mañana", o la
"carne o la sangre del Hijo del Hombre", o el cuerpo entregado y la
sangre derramada. En ese alimento y bebida irrumpe en nosotros todo el misterio
de Dios,! nos invade!.
Tanto nos ama nuestro
Abbá Padre que nos entrega a su Hijo
para sanarnos, liberarnos, incorporarnos a su Vida. El pan "nos es
dado" y al mismo tiempo que alargamos la mano decimos: "¡perdónanos
nuestras deudas, así como también nosotros perdonamos!". La carne del Hijo
del Hombre es amistad hasta la muerte, es amor verdadero y sin reservas: nadie
tiene amor mayor que quien da la vida por sus amigos. Él Cuerpo y la Sangre de
Jesús nos son entregados incondicionalmente.
La actitud más noble ante este inmenso Dios que en su Hijo
se nos regala, no es pensar que unos son dignos y otros no. Antes de comulgar
evocamos las palabras del Centurión: "oh Señor. no soy digno de que entres
en mi casa"; "apártate de mi, que soy un pecador"... La
conciencia de tan inmenso regalo nos hace estremecer y nos debe de llevar a la adoración
mas profunda, para asi poder sentir la amistad más entrañable. No lo llamamos
ya Señor. sino Amigo.
No hay evocación de la última Cena sin lavatorio de los
pies. El ministerio ordenado pierde credibilidad si no queda situado a los pies
de los fieles, de las hermanas y de los hermanos. Si se crean distancias, desigualdades.
¿Cómo decir entonces, "vosotros sois mis amigos"? ¿Cömo proclamar que
la Eucaristía nos hace "uno", "un solo cuerpo", "un
solo espíritu"? Cualquier tipo de lavatorio de los pies, de atención a los
hermanos, de acogida y hospitalidad, que en la Eucaristía tenga lugar, hace de
ella un acontecimiento más protagonizado por nuestro Señor Jesús. "Lo que
hicísteis a uno de éstos, a mí me lo hicísteis... tuve hambre y me dísteis de
comer". Rescatemos el verdadero mensaje de nuestras Eucaristias y demos
sentido correcto a esta vivencia diaria y dominical que nuestro Padre nos
regala con tanto amor y entrega total!! Alimento purifcador que nos llevara a
unirnos al Espiritu Santo de Dios y preparara nuestro espíritu para trascender
en Cristo Jesus Resucitado!!
Rvdo. Hno. Juan Pablo ICJDM+Obispo Juan David Falcon.
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