¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

domingo, 20 de abril de 2014

CRISTO RESUCITO ALELUYAA!! ALELUYAAA!!!

Yo quiero resucitar ¿Tú quieres resucitar? ¿Quieres vivir para siempre? ¿Sientes pasión por la vida? ¿Puedes afirmar que eres una persona “que ama la vida”? ¿Sientes rebeldía frente a la muerte individual e indignación ética frente a la cultura de la muerte?

Estas preguntas y sus correspondientes respuestas positivas son imprescindibles para poder entender y concientizar la resurrección de Jesús. Para quienes no quieren vivir, la resurrección se convierte en una pesadilla. Para quienes ya se han resignado a ser muertos en vida, la continuación de la misma sería, en realidad, continuidad de la muerte.

Para los que amamos la vida y creemos en un Dios vivo la resurreccion es esperanza, razón y objetivo de vida! Trascender y ser eternos en Cristo!! Vida eterna!! Es un deseo…una ilusión!!
Uno de los peligros de la sociedad actual es perder “el gusto por la vida”. Quedarnos encerrados en la pasividad y desinteres de las cosas que verdaderamente tienen valor, dispersos en las experiencias superficiales de bienestar y materialismo. Entretenidos en los quehaceres monotonos y cotidianos del dia a dia.

Nos volvemos apaticos y desapasionados. Se pierde el deseo profundo de vivir ...
la unica solucion para cambiar…despertar, si es que ya estamos en esa realidad, o para no caer en ella, es tomar conciencia de que estamos vivos y que la vida se nos dio para ser felices, para gozar en plenitud.
Pero principalmente reconocer que Nuestro Dios es un Dios de vivos...no de muertos.y que estamos llamados para vivir eternamente en Cristo Jesus...tomar conciencia de la resurreccion y conectarnos a la idea de una vida eterna.
Sin pasión por la vida, es imposible entender y conectarse con la esperanza de la resurrección.

¿Tienes algo que eternizar?

Todos los humanos hemos experimentado alguna anticipación de la resurrección. Pues está incluida en la experiencia del Amor.. Amar a alguien es la afirmación de su vida contra todas las formas de muerte:” quiero que tú vivas; “necesito que no te mueras; es una dicha que hayas nacido. Tu vida me da motivos para seguir viviendo...

El amor supera el miedo a la muerte. El amor pide eternidad. Sentirse amado es estar vivo. Amar a la pareja, a los hijos, padres, hermanos, amigos es sentirse motivados, activos, despiertos...!vivos!.
Todo tipo de Amor da felicidad y pide eternidad. En cambio, quien no ama, no tiene nada que eternizar. El amor pide eternidad. No hay más eternidad que la del amor. Construyendo cada uno de nosotros su amor, ya sea conyugal o fraternal construimos nuestra eternidad. El amor no tiene fecha de caducidad. Es anticipo de resurrección...y ya esta en este mundo.

Amenazados de resurrección, no de muerte

En esta línea, la resurrección de Jesús crucificado es un inagotable grito a favor de la vida, en presencia de la misma muerte. Es la revelación de que en El todos estamos “amenazados” de resurrección, con más certidumbre que estamos amenazados de muerte, pues somos mortales cada día. Se trata de una dichosa amenaza; se trata de una promesa que garantiza: que el amor termina triunfando sobre la muerte, los verdugos no terminarán teniendo la última palabra sobre las víctimas. Estamos convocados a la resurrección. Es nuestra vocación más genuina.

Hemos resucitado con él (Col 3,1). Somos seres creados para la vida plena, en la cual ya no habrá ni dolor ni llanto. Esa es nuestra vocación última. “Nuestra vida y esperanza debe de estar puesta en Cristo Resucitado”.

Creo en el amor, creo en la resurreccion.

Por eso, celebrar y meditar la resurrección de Jesús implica despertar las más hondas vibraciones de nuestro corazón: el deseo de vivir, de vivir para siempre, de amar y ser amados. La Pascua es un gran nutriente del Amor . Recuerda que toda energía empleada en construir cualquier relación de Amor, tiene futuro. Nada se pierde en el camino del Amor.

Llevaremos a la eternidad lo que hayamos amado verdaderamente, es cierto que tenemos que pasar por el filtro de la muerte de vez en vez, pero tenemos que vivir la experiencia de que nuestro amor, por más fuerte que sea, no puede impedir la muerte de nuestros seres queridos, pero veamoslo con  los ojos del resucitado, con la alegria de la resurreccion...de pensar que la muerte solo es un momento de trancision hacia la eternidad, y visto asi, eso nos dara una nueva vision, fortaleciendo nuestro corazon y dandonos consuelo, alegria, esperanza y fe.

Pues contemplar al Resucitado es sentir ganas de resucitar con El. Jesús radicaliza la convicción de que “la vida no termina, se transforma”. Nos ama lo suficiente como para hacernos resucitar. Cristo ha resucitado. Yo quiero resucitar en compañía de los que amo. !! Creo en la resurrección!!. Y tu?/
El amor es aperitivo y fuerza de resurrección ya en este mundo.

“EL QUE TENGA OIDOS…QUE OIGA.”

Hoy mas que nunca grito a todo pulmón…!! CRISTO VIVE!!  Y lo creo…lo creo!!!!

Rvdo. Hno. Juan Pablo ICJDM+Obispo Juan David Falcon



jueves, 17 de abril de 2014

Hoy amados hermanos y hermanas en este Jueves Santo 2014 debemos de ir al rescate del centro de nuestro cristianismo y de nuestra vida espiritual…Nuestra Santa Eucaristia!!



Es para nosotros cuestión de vida o muerte que nuestras Eucaristías puedan definirse como "la Eucaristía de Jesús", que en ellas sea reconocible su Presencia, su protagonismo. Y que nadie ni nada -que no sea Él- se adueñe de la celebración, como desgraciadamente pasa hoy en dia.

La homilía no es más importante que la proclamación de la Palabra. El presbítero o el obispo no deben suplantar la Palabra y su sentido, con sus palabras personales y temas sociales. Quien reparte el Cuerpo del Señor, no debe suplantarlo con otro alimento. ¡Dejar que la Palabra actúe como Palabra de Dios y servirla en actitud de profunda atención al momento histórico y al espacio geográfico en que es proclamada!
¡Solo el Espíritu Santo convierte una misa en la Eucaristía de Jesús! ¡Sólo el Espíritu Santo hace resonar la Palabra como Palabra de Dios, convierte los dones en Cuerpo y Sangre del Señor, une a la comunidad como "cuerpo de Cristo"! Sí el Espíritu y no la letra vacia y trivial.

Las comidas que Jesús ofrecía o a las que se refería en sus parábolas, generaban espacios de reconciliación y amistad. Si la Eucaristía mantiene espacio de irreconciliación, de discriminación entre unos hermanos y otros, unos que comulgan y otros que no pueden comulgar, ¿en qué medida evocarán a Jesús? En las comidas de Jesús ninguno de los invitados era excluído: ¡ni siquera Judas! Y si alguien se excluía -el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, o Judas a partir de un determinado momento- lo hacía por propia iniciativa. En la multiplicación de los panes se dice que "todos comieron hasta hartarse"; en la comunión con la copa de la Alianza se dice también "y bebieron de ella todos". El Jesús que celebra la Cena con sus discípulos el Jueves Santo, celebró su penúltima cena el día anterior en Betania con ellos, pero también Lázaro, Marta y María -con un especial protagonismo de estas mujeres respecto a la fe en Jesús y la atención a su cuerpo!

El alimento por excelencia de las comidas de Jesús era "el pan bajado del cielo", o el "pan del mañana", o la "carne o la sangre del Hijo del Hombre", o el cuerpo entregado y la sangre derramada. En ese alimento y bebida irrumpe en nosotros todo el misterio de Dios,! nos invade!.
 Tanto nos ama nuestro  Abbá Padre que nos entrega a su Hijo para sanarnos, liberarnos, incorporarnos a su Vida. El pan "nos es dado" y al mismo tiempo que alargamos la mano decimos: "¡perdónanos nuestras deudas, así como también nosotros perdonamos!". La carne del Hijo del Hombre es amistad hasta la muerte, es amor verdadero y sin reservas: nadie tiene amor mayor que quien da la vida por sus amigos. Él Cuerpo y la Sangre de Jesús nos son entregados incondicionalmente.

La actitud más noble ante este inmenso Dios que en su Hijo se nos regala, no es pensar que unos son dignos y otros no. Antes de comulgar evocamos las palabras del Centurión: "oh Señor. no soy digno de que entres en mi casa"; "apártate de mi, que soy un pecador"... La conciencia de tan inmenso regalo nos hace estremecer y nos debe de llevar a la adoración mas profunda, para asi poder sentir la amistad más entrañable. No lo llamamos ya Señor. sino Amigo.

No hay evocación de la última Cena sin lavatorio de los pies. El ministerio ordenado pierde credibilidad si no queda situado a los pies de los fieles, de las hermanas y de los hermanos. Si se crean distancias, desigualdades. ¿Cómo decir entonces, "vosotros sois mis amigos"? ¿Cömo proclamar que la Eucaristía nos hace "uno", "un solo cuerpo", "un solo espíritu"? Cualquier tipo de lavatorio de los pies, de atención a los hermanos, de acogida y hospitalidad, que en la Eucaristía tenga lugar, hace de ella un acontecimiento más protagonizado por nuestro Señor Jesús. "Lo que hicísteis a uno de éstos, a mí me lo hicísteis... tuve hambre y me dísteis de comer". Rescatemos el verdadero mensaje de nuestras Eucaristias y demos sentido correcto a esta vivencia diaria y dominical que nuestro Padre nos regala con tanto amor y entrega total!! Alimento purifcador que nos llevara a unirnos al Espiritu Santo de Dios y preparara nuestro espíritu para trascender en Cristo Jesus Resucitado!!


Rvdo. Hno. Juan Pablo ICJDM+Obispo Juan David Falcon.