¡NO TENGAIS MIEDO!!! YO ESTOY Y ESTARE PARA SIEMPRE CON VOSOTROS! (cf Jn 14, 16-17).

viernes, 29 de abril de 2011

Lecturas y Homilia del 2 Domingo de pascua 01 de Mayo del 2011

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,42-47):

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

Palabra de Dios

Salmo
Sal 117,2-4.13-15.22-24

R/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1,3-9):

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe –de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espiritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor

HOMILIA

Jesús ha Resucitado!!. Esta es la gran verdad de la fe. Cualquier persona que se declare cristiana tendrá en el centro de su corazón y de su vida la experiencia del resucitado. Para los creyentes tener la presencia de la resurrección es algo así como la luz del sol que cada día nos acaricia con sus rayos...

Pero, ¿Qué ocurre con los alejados o con los débiles en la fe? ¿Qué pasa con esas personas que han oído hablar de la resurrección de Jesús, pero nunca la han experimentado? ¿Qué hacer con esos hermanos cuya fe se detuvo sólo en los miedos posteriores de la cruz?

El Evangelio de hoy trae a mi mente una frase que quiere dar sentido a esta experiencia del Resucitado: "sus heridas nos han curado..." Normalmente cuando tenemos heridas los que tenemos que sanar somos nosotros por nuestra parte. En Jesús sus heridas fueron nuestra salud. Los cristianos debemos de meditar esto día y noche. Las heridas que sufrió Jesús me están curando...

Jesús se aparece a los Apóstoles el mismo día de su vuelta a la vida. Las experiencias de la vida por muy fuertes que sean, han de ayudarnos a comprender que el Resucitado está tan cerca de mí que puedo sentirle en el momento preciso de mis sufrimientos. Hay veces que prometemos a los demás que el futuro que Dios nos ofrecerá será mejor y nos olvidamos que el futuro de Dios se llama "hoy" para los que en esta vida intentamos seguirle. ¿Dónde está el Resucitado hoy? En tu vida, en tus dolores, en tus esperanzas. Llegó, resucitó y acudió a los suyos. Una y otra vez llega Jesús a nuestra vida como las olas en la orilla del mar, lo que ocurre es que nuestra mirada muchas veces no está llena de admiración sino de dudas y desconfianzas.

Faltaba un discípulos, Tomás, el que no cree las cosas grandes de Dios con facilidad. Tomás es el mundo de hoy que pide pruebas y certezas. Son tan grandes las pruebas que piden que sólo Dios puede darlas con su resurrección.

Pedimos muchas pruebas a Dios cuando en realidad nosotros mismos somos un misterio para nosotros, e incluso para los demás. Sólo para Dios no somos un misterio. Dios sabe lo que habita en nuestro corazón y sabe dar la respuesta adecuada en el momento adecuado. Dios sabe de nuestras muertes y resurrecciones, de nuestras cobardías, grandezas y miserias. Él sabe del barro del que estamos hechos. Vivir en cristiano es sintonizar nuestra vida con el ritmo de Dios, sólo así la vida nos dará respuestas.

Meter los dedos en las heridas de Jesús es entrar en su interioridad, descubrir sus dolores y su entrega por nosotros. ¿No vivimos muchas veces una fe epidérmica que no nos transforma? Entrar en el interior de Cristo es sentir como Él.

Nuestra vida está llena de pecados y errores que se multiplican en la medida que nos alejamos de Dios. No es extraño por tanto que en este texto de la aparición de Jesús aparezca la referencia al Espíritu Santo y al perdón de los pecados. Aceptar el Espíritu Santo es aceptar la presencia de Dios en mi vida, y cuando una persona está con Dios y en Dios, el pecado tiene muy poco protagonismo en su existencia.

Tomás pedía pruebas vitales. Necesitaba ver, tocar, sentir, palpar la presencia del supuesto resucitado. La evangelización no es otra cosa que ofrecer a los demás esta experiencia sensible de Jesús. Creer es ver, tocar, sentir a Cristo. La crisis del apóstol era de fe más que de razonamientos.

Cuando llevamos un camino en dirección al resucitado las dudas son cada vez menos. Hay personas que sufren interiormente porque sus dudas no le dejan confiar ni en nadie ni en sí mismos. ¿Qué necesita una persona sin fe para sentir la presencia del Resucitado? Me da la impresión que tiene que empezar por el principio; ir una y otra vez de Belén a la Cruz y al Domingo de Resurrección con admiración y respeto.

Cuando metamos nuestros dedos en las heridas de Cristo,sepamos que eso no le produce dolor sino amor, un amor que con seguridad  convierte el corazón de quien se acerca a Él.

 Ten Fe !!! Cristo Resucito!! ...Aleluyaa!!   Aleluyaaa!!...y esta aqui en nosotros!!!.

Revdmo. David Falcon.

CRISTO VIVE!!!


domingo, 24 de abril de 2011

!Lecturas y Homilia del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor 24 de Abril del 2011...!! Este es nuestro día ! ...CRISTO RESUCITO... ALELUYA!! !! ALELUYAA !!



Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»

Palabra de Dios

Salmo
Sal 117,1-2.16ab-17.22-23

R/. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R/.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.


Secuencia

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4):

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor


HOMILIA


!!! “Alégrese nuestra Madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante”, canta el pregón pascual. “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”, proclama la liturgia. Sí, hoy es nuestro día más grande. Es la Pascua de las Pascuas: “Resucitó Cristo, nuestra esperanza”. Lo revela la llama del Cirio Pascual, nos lo recuerda el agua bautismal, nos lo canta el aleluya!!!.

La Resurrección de Jesucristo es el misterio más importante de nuestra fe cristiana. En la Resurrección de Jesucristo está el centro de nuestra fe cristiana y de nuestra salvación.  Por eso, la celebración de la fiesta de la Resurrección es la más grande del Año Litúrgico, pues si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe ... y también nuestra esperanza.

Y esto es así, porque Jesucristo no sólo ha resucitado El, sino que nos ha prometido que nos resucitará también a nosotros. En efecto, la Sagrada Escritura nos dice que saldremos a una resurrección de vida o a una resurrección de condenación, según hayan sido nuestras obras durante nuestra vida en la tierra (cfr. Juan 5,29).

Así pues, la Resurrección de Cristo nos anuncia nuestra salvación; es decir, ser santificados por El para poder llegar al Cielo. Y además nos anuncia nuestra propia resurrección, pues Cristo nos dice: “el que cree en Mí tendrá vida eterna: y yo lo resucitaré en el último día” (Jn. 6,40).

La Resurrección del Señor recuerda un interrogante que siempre ha estado en la mente de los seres humanos, y que hoy en día surge con renovado interés: ¿Hay vida después de esta vida? ¿Qué sucede después de la muerte? ¿Qué sucederá en el Juicio Final? ¿Queda el hombre reducido al polvo? ¿Hay un futuro a pesar de que nuestro cuerpo esté bajo tierra y en descomposición, o tal vez esté hecho cenizas, o pudiera quizá estar desaparecido en algún lugar desconocido?

La Resurrección de Jesucristo nos da respuesta a todas estas preguntas. Y la respuesta es la siguiente: seremos resucitados, tal como Cristo resucitó y tal como El lo tiene prometido a todo el que cumpla la Voluntad del Padre (cfr. Juan 5,29 y 6,40). Su Resurrección es primicia de nuestra propia resurrección y de nuestra futura inmortalidad.

La vida de Jesucristo nos muestra el camino que hemos de recorrer todos nosotros para poder alcanzar esa promesa de nuestra resurrección. Su vida fue -y así debe ser la nuestra- de una total identificación de nuestra voluntad con la Voluntad de Dios durante esta vida. Sólo así podremos dar el paso a la otra Vida, al Cielo que Dios Padre nos tiene preparado desde toda la eternidad, donde estaremos en cuerpo y alma gloriosos, como está Jesucristo y como está su Madre, la Santísima Virgen María.

Por todo esto, la Resurrección de Cristo y su promesa de nuestra propia resurrección nos invita a cambiar nuestro modo de ser, nuestro modo de pensar, de actuar, de vivir. Es necesario “morir a nosotros mismos”; es necesario morir a “nuestro viejo yo”. Nuestro viejo yo debe quedar muerto, crucificado con Cristo, para dar paso al “hombre nuevo”, de manera de poder vivir una vida nueva. Sin embargo, sabemos que todo cambio cuesta, sabemos que toda muerte duele. Y la muerte del propio “yo” va acompañada de dolor. No hay otra forma. Pero no habrá una vida nueva si no nos “despojamos del hombre viejo y de la manera de vivir de ese hombre viejo” ( Rom 6, 3-11 y Col. 3,5-10).

Y así como no puede alguien resucitar sin antes haber pasado por la muerte física, así tampoco podemos resucitar a la vida eterna si no hemos enterrado nuestro “yo”. Y ¿qué es nuestro “yo”? El “yo” incluye nuestras tendencias al pecado, nuestros vicios y nuestras faltas de virtud. Y el “yo” también incluye el apego a nuestros propios deseos y planes, a nuestras propias maneras de ver las cosas, a nuestras propias ideas, a nuestros propios razonamientos; es decir, a todo aquello que aún pareciendo lícito y correcto, no está en la línea de la voluntad de Dios para cada uno de nosotros.

Durante toda la Cuaresma la Palabra de Dios nos ha estado hablando de “conversión”, de cambio de vida. A esto se refiere ese llamado: a cambiar de vida, a enterrar nuestro “yo”, para poder resucitar con Cristo. Consiste todo esto -para decirlo en una sola frase- en poner a Dios en primer lugar en nuestra vida y a amarlo sobre todo lo demás. ¿No es esto sencillamente el cumplimiento del primer mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas? Y amarlo significa complacerlo en todo. Y complacer a Dios en todo significa hacer sólo su Voluntad ... no la nuestra.

Así, poniendo a Dios de primero en todo, muriendo a nuestro “yo”, podremos estar seguros de esa resurrección de vida que Cristo promete a aquéllos que hayan obrado bien, es decir, que hayan cumplido, como El, la Voluntad del Padre (Juan 6, 37-40).

La Resurrección de Cristo nos invita también a estar alerta ante el mito de la re-encarnación. Sepamos los cristianos que nuestra esperanza no está en volver a nacer. Mi esperanza no está en que mi alma reaparezca en otro cuerpo que no es el mío, como se nos trata de convencer con esa mentira que es el mito de la re-encarnación.

Los cristianos debemos tener claro que nuestra fe es incompatible con la falsa creencia en la re-encarnación. La re-encarnación y otras falsas creencias que nos vienen de fuentes no cristianas, vienen a contaminar nuestra fe y podrían llevarnos a perder la verdadera fe. Porque cuando comenzamos a creer que es posible, o deseable, o conveniente o agradable re-encarnar, ya -de hecho- estamos negando la resurrección. Y nuestra esperanza no está en re-encarnar, sino en resucitar con Cristo, como Cristo ha resucitado y como nos ha prometido resucitarnos también a nosotros.

Recordemos, entonces, que la re-encarnación niega la resurrección ... y niega muchas otras cosas. Parece muy atractiva esta falsa creencia. Sin embargo, si en realidad lo pensamos bien ... ¿cómo va a ser atractivo volver a nacer en un cuerpo igual al que ahora tenemos, decadente y mortal, que se daña y que se enferma, que se envejece y que sufre ... pero que además tampoco es el mío?

La Resurrección de Cristo nos invita, entonces, a tener nuestra mirada fija en el Cielo. Así nos dice San Pablo: “Busquen los bienes de arriba ... pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra” (Col. 3, 1-4).

¿Qué significa este importante consejo de San Pablo? Significa que la vida en esta tierra es como una antesala, como una preparación, para unos más breve que para otros. Significa que en realidad no fuimos creados sólo para esta ante-sala, sino para la Eternidad, nuestra verdadera patria, donde estaremos con Cristo, resucitados -con El...unidos a El.

Significa que, buscar la felicidad en esta tierra y concentrar todos nuestros esfuerzos en ello, es perder de vista el verdadero objetivo de la vida...trascender!. Significa que nuestra mirada debe estar en la meta hacia donde vamos. Significa que las cosas de la tierra deben verse a la luz de las cosas del Cielo. Significa que debiéramos tener los pies firmes en la tierra, pero la mirada puesta en el Cielo.

Significa que, si la razón de nuestra vida es llegar a ese sitio que Dios nuestro Padre ha preparado para aquéllos que hagamos su Voluntad, es fácil deducir que hacia allá debemos dirigir todos nuestros esfuerzos. Nuestro interés primordial durante esta vida temporal debiera ser el logro de la Vida Eterna en el Cielo. Lo demás, los logros temporales, debieran quedar en lo que son: cosas que pasan, seres que mueren, satisfacciones incompletas, cuestiones perecederas ... Todo lo que aquí tengamos o podamos lograr pierde valor si se mira con ojos de eternidad, si podemos captarlo con los ojos de Dios.

Los que hemos resucitado con Cristo “buscamos las cosas de arriba”, estamos llamados a sembrar resurrección: ponemos esperanza en el dolor, ponemos vida en la muerte, ponemos gozo en la pena. Si creemos en Cristo Resucitado, nuestra vida es Pascua, es pasar de la muerte a la vida. “Como el grano de trigo, que, al morir, da mil frutos. Como el ramo de olivo, que venció a la inclemencia. Como el sol, que se esconde y revive en el alba”, resucita el cristiano y, a su paso, resucitan las cosas.

La resurrección de Cristo y la nuestra es un dogma central de nuestra fe cristiana. ¡Vivamos esa esperanza! No la dejemos enturbiar por errores y falsedades, como la re-encarnación y otros mitos y mentiras. No nos quedemos deslumbrados con las cosas de la tierra, sino tengamos nuestra mirada fija en el Cielo y nuestra esperanza anclada en la Resurrección de Cristo y en nuestra futura resurrección. Que así sea.

!!! CRISTO VIVE...HOY MANANA Y SIEMPRE !!!   !! ALELUYAA !! !! ALELUYAA!!

Revdmo David Falcon.

OREMOS!!

Señor Jesús de la Misericordia y Dios nuestro,
Tú estás Vivo y Tú Vives en nuestros corazones.

Tú, Señor Jesús, Resucitas hoy
y nos invitas a celebrar junto a Ti la Vida,
pidiéndonos que comuniquemos a nuestros hermanos
que Tú Vives hoy y siempre en cada uno de nosotros.

Tú nos regalas hoy el gozo de poder sentir
tu Presencia Viva dentro de nosotros,
y en las personas con las que convivimos.

Tú, Señor, te haces presente en nuestra comunidad
y en cada Eucaristía en la que te entregas por Amor.

Tú, Señor y Dios nuestro, hoy nos animas
a tener siempre los ojos bien abiertos para poder verte
en todos los acontecimientos cotidianos de cada día,
y lograr llenar nuestra alma de esperanza y alegría.

¡Danos un corazón inquieto, Señor Jesús y Dios nuestro,
para poder verte Resucitado en cada momento de la vida!
Haznos correr a todos los lugares anunciando tu Buena Noticia
porque tu Amor urge en el mundo y en cada hermano nuestro.

Señor Dios nuestro, te damos Gracias por el don de la vida
y por el gran regalo de tu Resurrección que hoy nos ofreces,
porque logra liberarnos de nuestras “muertes” cotidianas
llenándolas de tu Vida, y entregándonos la Salvación.  Amén


sábado, 23 de abril de 2011

Comentario del Sábado Santo 23 de Abril del 2011


El Sábado Santo no hay liturgia, por eso no hay lecturas.

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, Sábado Santo, contemplamos la tumba de Jesús. No decimos nada. No celebramos nada. Estamos inundados de silencio. Una parte de nosotros mira a la noche de la muerte. La otra intuye lentamente la alborada.

Nuestra vida entera es un sábado santo. Nos habitan los recuerdos de todas las muertes que anticipan la nuestra. Nos reclaman todas las primaveras que anuncian nuestra resurrección.

No es fácil vivir un día como hoy. Algunas comunidades prolongan el gran ayuno de ayer. De esta manera se preparan para el gozo de la Vigilia Pascual. En muchos lugares, el Sábado Santo se ha convertido en un día de reposo tras la intensidad litúrgica de los días pasados. En la mayoría, es un día de vacación o de entretenimiento.

Dondequiera que nos encontremos, hay tres preguntas que pueden ayudarnos a templar nuestro ánimo en este “no-día”, en esta celebración de ese extraño artículo del Credo que reza: “fue sepultado”.

¿Qué esperanzas he ido sepultando a lo largo de mi vida?
¿Qué preguntas me repito con más frecuencia en el último tiempo?
¿Qué anhelos anidan todavía en mi corazón?

Que la Vigilia de esta noche nos inunde de la luz, de la Palabra, del agua y del pan que necesitamos para hacer más sabrosa nuestra vida.
Hasta el Domingo de Pascua, si Dios quiere.

¡Feliz domingo de Resurrección!

Revdmo. David Falcon

Cristo vive!!

jueves, 21 de abril de 2011

Lecturas y Homilia del Viernes Santo 22 de Abril del 2011

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (52,13–53,12):

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor. Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios

Salmo
Sal 30,2.6.12-13.15-16.17.25

R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R/.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.

Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16;5,7-9):

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios

Evangelio
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1–19,42):

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color purpúra. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor


HOMILIA

La Liturgia de este día, el más triste día de todo el año, nos lleva a contemplar el misterio de la Pasión y Muerte de Jesús. El ambiente en el Templo está preparado para simbolizar el dolor de este día, mostrándonos los conmovedores sufrimientos a los que estuvo sujeto nuestro Señor, al cargar con nuestras culpas para redimirnos.

Recordemos que fue El -Cristo Jesús- Quien, siendo inocente de toda culpa, pagó nuestro rescate a un altísimo precio: su propia vida, para que nosotros -cada uno de nosotros- fuera liberado del secuestro en que estábamos a causa del pecado original y a causa de los pecados que nosotros mismos hemos ido añadiendo a la culpa inicial de nuestros primeros progenitores.

En la Primera Lectura vemos al Profeta Isaías (Is. 52, 13 - 53, 12) describir las torturas a que fuera sometido nuestro Redentor. Y es sorprendente que el Profeta -con casi siete siglos de anticipación- hace esta descripción con un realismo tal, que pareciera las hubiera estado presenciando en el momento mismo en que Jesucristo las padeció.

La lectura de la Pasión según San Juan (Jn. 18 , 1 - 19, 42) que hemos leído hoy y la de los otros Evangelistas, nos muestran cómo fue Jesús “triturado con el sufrimiento”. Y el peor sufrimiento no fue el físico, ese martirio atroz que terminaría por destrozar su Cuerpo y darle una agonía y una muerte dolorosísima ... El peor sufrimiento fue el sufrimiento moral al que fue sometido el Señor.

El ya había comunicado esa tristeza a los Apóstoles que se había llevado consigo al Huerto de los Olivos. Nos dice el Evangelio que “se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia” (Mc. 14, 33). Y antes de comenzar a orar les dijo: “Tengo el alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí conmigo velando” (Mc. 14, 34).

Jesús
en el Huerto de los Olivos

Muchos sufrimientos pesaban sobre el corazón acongojado de Jesús, mientras oraba al Padre. A estas traiciones, negaciones y soledades de sus más cercanos, se añadían las faltas, culpas y pecados de cada uno de nosotros. Todo esto pesaba sobre el Corazón de Jesús y le llevaba a sentir esa “tristeza mortal” que le refirió a sus Apóstoles. Pero la mayor y más profunda tristeza fue la de saber cuán desperdiciados serían los sufrimientos de su Pasión y de su humillante muerte en la Cruz.

Y ¿por qué hablamos de desperdicio? Porque desperdicio es desaprovechar cualquiera de las gracias de salvación, todas esas gracias innumerables -infinitas- que obtuvo Cristo con su muerte,para todos nosotros ... Gracias que nosotros dejamos de aprovechar al no querer escucharlo… al no querer seguirle ... al creer que podemos nosotros disponer nuestra vida a espaldas de El ... etc., etc., etc.

Y Jesucristo nos muestra lo contrario a todo esto con su Pasión y Muerte que hoy recordamos. El fue obediente hasta la muerte ... ¿Y nosotros? ¿Somos obedientes a la Voluntad de Dios? ¿Somos humildes, reconociéndonos que n a d a s o m o s ... sin Dios ... que nada podemos sin El?

Jesús se nos muestra abatido, vencido por la debilidad, para justamente destruir nuestro orgullo -esa tendencia tan fuerte que tenemos todos los seres humanos y que está en la raíz misma de cada pecado que cometemos. Jesucristo se mostró fracasado ante la injusta persecución a que fue sometido, para enseñarnos humildad y obediencia ante los designios de Dios Padre ...

¿Y nosotros? ¿Qué pensamos del sufrimiento? ¿Qué pensamos de ese mandato del Señor en que nos anuncia que nuestro camino debe ser igual al suyo? ¿Qué pensamos de aquellas palabras de Jesús “el que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”? ... ¿Qué pensamos de este mandato del Señor? ... ¿Lo seguimos? ... ¿Realmente? ... ¿Nos negamos a nosotros mismos y tomamos esa cruz que el Señor nos ofrece para seguir sus pasos? ... ¿O más bien al primer indicio de sufrimiento nos oponemos, cuestionamos a Dios, rechazamos sus designios y hasta lo rechazamos a El por considerar que es “injusto” con nosotros? ¿Pero ... es que no recordamos que el cristiano es seguidor de Cristo? ¿Y en qué debemos seguir a Cristo? ... Pensémoslo bien: seguir a Cristo es seguirlo en todo ... Y ¿qué nos muestra Cristo el Viernes Santo? Nos muestra que seguirlo a El es seguirlo también en el dolor y en el sufrimiento.

Ciertamente, el sufrimiento humano no es querido por Dios. Recordemos que el sufrimiento entró en el mundo a causa del pecado del hombre. Sin embargo Dios permite el sufrimiento para la salvación del hombre. Y Dios puede sacar -como de hecho lo hace- un bien de un mal. Recordemos que los proyectos de Dios para cada uno de nosotros son infinitamente mejores que los que nosotros podamos proponernos ... pero a veces resultan incomprensibles, pues no estamos en sintonía con Dios, sino con nosotros mismos y con las cosas terrenas.
Es conveniente aclarar: Dios no te pide sacrificios,ni mortificaciones de ningun tipo, ni te castiga o te hace sufrir a voluntad o porque asi lo merescas...Sufrir por sufrir...o sufrir como consecuencia de nuestros errores...o sufrir por gusto...eso lo ocasionamos nosotros,en eso no tiene nada que ver Dios!!.

Recordemos que Dios nos ama ... y que nos ama infinitamente. Al estar seguros de ese Amor Infinito de Dios nuestro Padre ... y estando en sintonía con El a través de una oración sincera, a través de una oración entregada a su Voluntad, podemos estar confiados -incluso en los momentos más difíciles y más dolorosos de nuestra vida- porque aquella muerte de un ser querido, aquella enfermedad, aquella contrariedad, aquella persecución,aquella separacion del ser amado-estamos seguros- forma parte del plan maravilloso de Dios para nuestra salvación.

El camino de Cristo hacia el Calvario y la esperanza de su Resurrección nos muestra el camino que hemos de recorrer nosotros: no es en el triunfo terreno, no es en las glorias humanas, donde está la salvación. Es en el sacrificio de uno mismo, en la muerte de uno mismo y de nuestro pecado donde está el triunfo de la Resurrección y de la Vida Eterna.

El que tenga oidos...que oiga

Revdmo David Falcon

CRISTO VIVE!!!

ORACION
ANTE EL CRUCIFICADO

Amigo y hermano, Jesucristo,
hemos llegado al pie de esta cruz en que expiras,
para contemplarte y para escucharte en silencio.
Para verte clavado en ese madero
que se agiganta a nuestros ojos,
que surge de los abismos
y traspasa los cielos.

Tu cuerpo llena todos los espacios
y rompe todos los confines.

Hemos venido para oír tu voz
que resuena como un grito silencioso
en el corazón de todos los seres.

Abrimos los ojos y los oídos
para llenarnos de ti,
y hacemos silencio en nuestro interior
para que la única Palabra
no encuentre interferencias
de falsos mensajes, de ruidos importunos.

Estamos aquí desconcertados, asombrados,
sin entender nada,
como un niño ante su padre muerto.
No queremos pensar.
No nos importa comprender.
Nos basta mirar y ser mirados.
Nos basta tu presencia.

Sólo queremos que en la retina de nuestros ojos
queden grabados los tuyos;
que la luz que irradia tu rostro
ensangrentado, desfigurado, profanado,
vaya calando lentamente nuestro corazón...
y nos vaya transformando...purificando....


Lecturas Homilia del Jueves Santo 21 de Abril del 2011

Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»

Palabra de Dios

Salmo
Sal 115,12-13.15-16bc.17-18

R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26):

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

Palabra del Señor

HOMILIA

 El Jueves Santo estamos conmemorando la Cena del Señor, la Ultima Cena del Señor. Y nos reunimos para celebrar la Santa Misa en el mismo día y más o menos a la misma hora en que Jesús celebró esta Cena con sus discípulos la noche antes de su muerte.

La Liturgia de hoy nos destaca la institución de dos Sacramentos: la Eucaristía y el Orden Sacerdotal.

Y, tal como sucedió aquel día, hoy también tiene lugar el Lavatorio de los pies.

Jesús lava los pies a sus apóstoles

El pensamiento predominante en este día es el amor, recordando que en el primer Jueves Santo Jesús nos dejó el Sacramento de su Amor, la Sagrada Eucaristía, y también nos dio solemnemente el mandamiento del amor: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.

De allí que las Lecturas de hoy nos hablen de Eucaristía, de servicio y de amor.

La Primera Lectura (Ex. 12, 1-14) nos explica cómo era la Pascua judía, precisamente lo que Jesús estaba celebrando con sus discípulos en esta noche tan especial.
Jesucristo aprovechó esa Fiesta tan importante que todo el Pueblo de Israel celebraba para dejarnos el Sacramento de su Cuerpo y su Sangre.

En efecto, esa noche del primer Jueves Santo de la historia, Jesús no se queda en la celebración antigua de la Pascua, en que los judíos comían un cordero sacrificado, sino que El mismo se convierte para nosotros en el Cordero, al dejarnos el Sacramento de su Cuerpo y su Sangre.

La Pascua significa el “paso” de Yavé, cuando durante la plaga que mató a todos los primogénitos egipcios, Yavé pasó de largo las casas de los Israelitas, sin hacer daño a sus primogénitos, mientras hería a los de los egipcios.

Como la salida de los Israelitas de Egipto tuvo lugar enseguida de esta última plaga, la tradición hebrea relacionó el rito de la Pascua también con este éxodo y se comenzó a dar a la sangre del cordero pascual un valor redentor, pues gracias a la sangre los hebreos fueron rescatados -redimidos- de la esclavitud de los egipcios.

Es así como el Señor y los discípulos se encuentran celebrando esta fiesta la noche antes de la muerte de Jesús, pues la instrucción recibida de Yavé era esta: “Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua”. Así leemos al final de la Primera Lectura del libro del Exodo.

Pero sucede algo imprevisto en esa última celebración pascual de Jesús con sus discípulos: Jesús, después de comer la cena pascual, sustituye al cordero pascual por Sí mismo. El se entrega como el “verdadero Cordero Pascual” (Prefacio de la Misa de Pascua).


La Ultima Cena

Ese verdadero Cordero es el que San Juan Bautista, su Precursor, nos identifica cuando lo ve llegar al Jordán: ”Allí viene el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo” (Jn. 1, 29).

También en el Apocalipsis se nos presenta a Cristo como Cordero, sacrificado -“degollado”- sí, pero ya glorioso: “Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, la honra, la gloria y la alabanza” (Ap. 5, 12). “Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los siglos” (Ap. 5, 13-b).

Pero en la Ultima Cena también Cristo nos deja su Sangre además de su Cuerpo. Recordemos que para el pueblo de Israel, la sangre tenía un carácter sagrado. Primeramente, porque la sangre es vida y, por tanto, tiene relación con Dios, dador de la vida. Además, desde noche que salieron de Egipto, la sangre del cordero sacrificado marcando la puerta de cada hogar hebreo, había comenzado a significar redención, pues ningún primogénito hebreo había sido tocado.

Más aun, la Alianza entre Yavé y su pueblo se sella mediante un rito de sangre: la mitad de la sangre de las víctimas se arrojaba sobre el altar que representa a Dios y la otra mitad sobre el pueblo.

Eso lo vemos cuando, después de recibir el código de la Alianza y de explicarlo a los Israelitas, Moisés hace ese ritual y agrega estas palabras sobre el rito de la Alianza sellada con sangre: “Esta es la sangre de la Alianza que Yavé ha hecho con ustedes, conforme a todos estos compromisos” (Ex. 24, 3-8).

En la Segunda Lectura (1 Cor. 11, 23-26), San Pablo nos narre la institución del Sacramento de la Eucaristía. Y nos refiere que en la Ultima Cena, Jesús cambió la sangre del cordero de la Antigua Alianza por su propia Sangre. En efecto, al presentar el cáliz con el vino, dijo: “Este cáliz es la Nueva Alianza, la cual se sella con mi Sangre”.


Jesús con el caliz de la Nueva Alianza

Estaba el Señor anunciando su muerte al día siguiente y su Sangre derramada en la Cruz, con la cual sellaría la Nueva Alianza.
¿Vemos la conexión entre la Antigua y la Nueva Alianza, entre el cordero animal de la Antigua Alianza y Jesús, el Cordero de la Nueva Alianza?

El Cuerpo entregado y su Sangre derramada hacen de la muerte de Cristo un sacrificio singular: sacrificio de alianza, que sustituye la Antigua Alianza del Sinaí por esta Nueva Alianza, en la cual el Cordero es Cristo, y en la que no se derrama sangre de animales, sino ¡nada menos! que la del mismo Cristo.

Y todo este sacrificio de Jesús, para nuestra redención: todo esto por mí y para mí. Y esta Nueva Alianza es perfecta, puesto que Jesús nos redime de nuestros pecados y nos asegura para siempre el acceso a Dios y la posibilidad de vivir unidos a El, mediante la recepción de su Cuerpo y de su Sangre en la Comunión, Sacramento de salvación que nos dejó instituido en el primer Jueves Santo de la historia.

Por eso en el Salmo 115 cantamos dado gracias al Señor por su Sangre que nos redime:" El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo"
" Este Salmo nos recuerda nuestros compromisos –la Alianza- con el Señor y nos lleva al agradecimiento por su sacrificio: “¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? …Cumpliré mis promesas al Señor”.

Celebramos todos estos misterios y compromisos al conmemorar la Ultima Cena del Señor cada Jueves Santo. El Sacramento de la Eucaristía es el Regalo más grande que Jesús nos ha dejado: todo su ser de Hombre y todo su Ser de Dios, para ser alimento de nuestra vida espiritual, para unirnos a El.

El misterio del Cuerpo y la Sangre de Cristo es un misterio de Amor. Dios Padre nos entrega a su Hijo para redimirnos del pecado, para pagar nuestro rescate. ¡Qué precio para rescatarnos! La Vida de Jesucristo, el Cordero de Dios, entregada en la Cruz. Y esa entrega del Hijo de Dios por nosotros los seres humanos, se renueva en cada Eucaristía.

En el Evangelio (Jn. 13, 1-15), San Juan nos narra el momento cuando Jesús lava los pies a los Apóstoles.

Jesús hizo un trabajo que solía hacer un sirviente cuando un caminante llegaba a algún hogar. Sabemos que Jesús y los Apóstoles no tenían sirvientes, pero Jesús quiso hacerse “sirviente”, “servidor”, al lavarles los pies a sus discípulos.

Y, más que limpiarles los pies polvorientos, Jesús quiso “purificarlos” antes de recibir su Cuerpo y su Sangre. Notemos como habla de “estar limpios, aunque no todos”, refiriéndose al que lo iba a traicionar.

En el Evangelio Jesús nos exhorta a hacer lo mismo nosotros: a servir. La recepción de la Eucaristía, la Comunión, debe llevarnos a un mayor amor a Dios y a un mejor servicio a los hermanos.
Hoy nos deja el Señor el Sacramento de su Cuerpo y su Sangre, Pan de Vida, alimento de Vida Eterna.

Jesucristo realizó el milagro de irse y de quedarse: se quedó con nosotros escondido en el Pan Eucarístico, para ser alimento de nuestra vida espiritual y para ser objeto de nuestra adoración.

Por eso, después de la Misa Solemne de la Cena del Señor, cada Jueves Santo en cada Iglesia en el mundo, Jesucristo mismo en la Sagrada Hostia, es trasladado a un Altar especial que se ha preparado para allí ser adorado por todos los fieles que deseen hacerlo la noche del Jueves Santo y al día siguiente, hasta antes de comenzar el Oficio del Viernes Santo.

EL QUE TENGA OIDOS QUE OIGA.
REVDMO. DAVID FALCON

CRISTO VIVE!!!!!


martes, 19 de abril de 2011

CAMINO LITÚRGICO, ESPIRITUAL Y PASTORAL PARA LA SEMANA SANTA


De Getsemaní a la Cruz transfigurada

La Semana Santa adquiere su mayor densidad y dramatismo a partir de Getsemaní. En el monte de los olivos, en el lagar del aceite, Jesús vive sus más angustiosas y angustiadas horas. La oscuridad de la noche de la primera luna llena de primavera hace presagiar la tragedia. Pero la cruz será la luz...

La noche dará paso al día...De la pasión a la pascua, el paso del Dios del amor...."Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos". "Vosotros sois mis amigos".

Getsemaní (la noche del jueves santo) no tiene una celebración litúrgica propia, exclusiva, común, aun cuando quien no vive Getsemaní difícilmente puede recorrer el Vía Crucis, ascender al Calvario y descubrir su cruz y su gloria.

Quizás por ello, porque la liturgia no propone una única y homologada celebración de Getsemaní, la religiosidad popular ha hecho de esta noche "la madrugáda de la mortificacion y el silencio", ha unido y prolongado la noche con el día mediante tantas y diversas procesiones del silencio, actos de mortificacion y desagravio, escenificaciones y ritos, que se realizan y se viven con gran intensidad y  mucha Fe... Y lo mismo ocurrirá con la mañana del Viernes Santo. Es tiempo para la plegaria, para las procesiones, para el ejercicio del Vía Crucis, para la preparación de la Hora de Nona, la hora más esperada de toda la historia cuando Jesucristo ofrezca su cuerpo lacerado y su alma entregada y la muerte sea vencida en prenda inmediata de resurrección, como el grano de trigo que solo enterrado en la tierra puede convertirse en el grano de oro.

El único día sin Eucaristía

El Viernes Santo es el único día del año sin Eucaristía. Aquel día, aquel 14 de Nisán, la Eucaristía -instituida, por otro lado, el día anterior(jueves santo)- era más que nunca ofrenda, sacrificio y banquete: Jesús mismo se ofrecía en aras del Calvario, en aras de la cruz.

Por esto, la liturgia del Viernes Santo imposibilita la celebración eucarística y a cambio propone una intensa, sentida, dolorida y esperanzada celebración de la Pasión y Muerte del Señor.

Todo es distinto en sus rituales, ceremonias y desarrollo. Incluso su hora ideal de celebración es lo más próxima posible a la Hora de Nona (15 horas, horario solar). El altar ha de estar desnudo, las luces apagadas, sin cruz, sin candelabros, sin manteles. La celebración comienza en silencio -un silencio que hasta se "escucha"- y el sacerdote no besa el altar sino que se postra rostro en tierra mientras él y la asamblea oran en silencio. Viste casulla roja, hoy más que nunca color de pasión y de martirio.

La celebración comienza con una oración -se puede elegir entre dos- y sigue con la liturgia de la Palabra. En la primera lectura, Isaías nos profetiza sobre el Siervo de Yahvé, desfigurado, sin rostro humano, acosado y acorralado, como oveja llevada al matadero. Repleto de cicatrices:"sus cicatrices nos han curado".

El elocuente silencio de la cruz

El texto evangélico es la pasión según San Juan, también leída por tres personas. Impresiona el silencio y la dignidad de Jesucristo. Sigue la homilía, necesariamente breve, compungida e invitando al arrepentimiento y oracion... No hay preces, sí hay la llamada Oración universal, dividida en dos partes: la monición y la plegaria. Se pide por la Iglesia, el Papa, los ministros sagrados y los fieles, los catecúmenos, la unidad de los cristianos, el pueblo judío, los no cristianos, los no creyentes, los gobernantes y los atribulados.

Tras la oración universal concluye la primera parte de la liturgia del Viernes Santo. La segunda es la Adoración de la Santa Cruz. Por tres veces se muestra a Cristo crucificado, progresivamente se va quitando el manto purpura...hasta quedar totalmente descubierto el Cristo crucuficado. "Mirad el árbol de la cruz donde estuvo colgada la salvación del mundo. /Venid a adorarlo".

El pueblo fiel se acercar a besar la cruz mientras vuelve el cántico a la celebración. "Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección glorificamos. Por el madero ha venido la alegría al mundo entero". "¡Victoria, tú reinarás. Oh cruz, tú nos salvarás!”.

La distribución de la sagrada comunión es la tercera y última parte de esta liturgia severa, serena y condolida. Tras ella, de nuevo, el silencio. Hemos celebrado la muerte de Cristo. Ahora corresponde acompañarlo en su sepulcro. A El y a María, su Madre, la Madre del Ajusticiado, la Dolorosa, la Virgen de la Soledad. Y con el silencio, aparece, de nuevo, la religiosidad popular, que se torna esplendorosa en la segunda parte del Viernes Santo.Entre escenificaciones y rezos....

Del silencio al Aleluya

Durante todo el Sábado Santo hasta la más última hora posible de la tarde no puede haber celebración litúrgica alguna. La Iglesia guarda duelo. La Iglesia aguarda y espera.Es el momento de reflexionar...es el momento de esperar con Esperanza y Alegria...el momento de nuestra renovacion...claro la espera debe seguir siendo con respeto y  en silencio y recogimiento....

Toda la liturgia, espiritualidad y acción pastoral de la Cuaresma y de la Semana Santa se encamina, aguarda -sí- y espera a la gran Noche que será ya el gran Día para siempre, el Día de los Días. Y por ello, también en esta celebración todo será distinto, hermoso, brillante, alegre. Es la Vigilia Pascual.

La primera parte de la Vigilia Pascual se llama Lucernario. En el atrio del templo, en torno a una hoguera, se bendice el fuego, se prepara el cirio, se entona el pregón pascual y de las sombras primeras surge la gran luz: el cirio es imagen de Cristo Resucitado, la luz sin ocaso. Una larga liturgia de la Palabra -se pueden hacer hasta siete lecturas del Antiguo Testamento, eco y memoria de la historia de la salvación y del constante paso del Dios del amor sobre su pueblo-, se entona jubiloso el Gloria mientras las campanas -enmudecidas desde la tarde del Jueves Santo- irrumpen con sus mejores sones. Llega también una epístola paulina y se canta con dicha y con fuerza el Aleluya para dar paso al Evangelio y a la homilía."¡Qué noche tan dichosa!".Una noche llena de luz, alegria y Esperanza!!!!

La tercera parte es la liturgia bautismal. La celebración recupera entonces sus raíces con las celebraciones de la Iglesia primera, que había ideado la Cuaresma y el Triduo Pascual como el tiempo del Bautismo, realidad y símbolo de la Resurrección.

La luz, las flores, el agua, el aleluya, la paz, la misión son los signos y los reclamos de esta Noche Santa, que, tras la liturgia bautismal, da paso ya a la liturgia propiamente eucarística, toda ella debe realizarse con gran gozo, cantos, luz y signos llenos de alegría y de fiesta.

"Podéis ir en paz, aleluya, aleluya/Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya" es la fórmula de la despedida, fórmula que habrá de repetirse durante todos los días de la primera semana de Pascua. Verdaderamente ha resucitado. Aleluya. "Id a Galilea. Allí le veréis". Es la hora de la Iglesia.

Y todos estos signos, símbolos y sentimientos se retomarán en la liturgia eucarística del día de Pascua, mientras se recupera el ritmo normal de la celebración, acentuándose -eso sí- su dimensión jubilosa y festiva, y mientras el pueblo precede o concluye esta solemne Misa de Pascua con las tradicionales -hasta enternecedoras - procesiones del Encuentro, donde la Madre del Resucitado a su vez, de la Iglesia y de los creyentes en Jesús- adquiere un protagonismo especial. El via matrix

Reflejos y testigos de la Luz de Cristo

El Vía Crucis ha de dar paso al Vía Lucis o sea nuestro camino de de luz...camino de vida que nos llevara hacia nuestra propia resurreccion... 
La Cruz ha estallado en Luz!!!! ...Es el árbol de la vida, la fuente de la nueva y definitiva regeneración. El amor del Crucificado -amor sin límites- ha hecho nuevas todas las cosas. Aleluya!!!

En El estamos salvados. Somos levadura nueva. Busquemos entonces las cosas de allá arriba, donde está Cristo Jesús, el Señor. Aleluya.

Es el tiempo de la Iglesia, sacramento del Resucitado.

Y a nosotros se nos confía vivir en su luz y transmitir su luz por todo el mundo. "Vosotros sois la luz del mundo, vosotros sois la sal de la tierra". Nosotros lo somos solo en su Cruz transfigurada, en su costado herido por la lanza...pero mas lo somos  en su bendita Resurreccion... agua y sangre de vida, somos y debemos ser destellos incandescente de su Luz. Aleluyaa!!! Aleluya!!


 Vive intensamente estos dias  Santos ...y siente correr por tus venas la sangre renovada del resucitado...el Amor infinito de nuestro Dios....

!!!Felices pascuas!!!!!

El que tenga oidos que oiga.

Revdmo. David Falcon.


         !! CRISTO VIVE !!


 

viernes, 15 de abril de 2011

Lecturas y Homilia del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor + 17 de Abril del 2011

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (50,4-7):

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 21,8-9.17-18a.19-20.23-24

R/.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,

hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R/.


Me acorrala una jauría de mastines,

me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R/.


Se reparten mi ropa,

echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.


Contaré tu fama a mis hermanos,

en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios


Evangelio
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (26,14–27,66):

C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:

S. «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
C. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó:
+ «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. «¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. «¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:
+ «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
C. Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.»
C . Pedro le replicó:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. »
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.»
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. «Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ «Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron:
S. «Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. «Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon, diciendo:
S. «Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le dijo:
S. «También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. «Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. «Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.» Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. «Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía; lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ «Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. «A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa

C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. «Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: "A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos." La última impostura sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. «Ahí tenéis la guardia. Id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

Palabra del Señor

HOMILIA

Las últimas horas de Jesús fueron de gran intensidad. Todo se precipitó en pocas horas. La pedagogía de la fe nos ha enseñado que para llegar a la Pascua hay que pasar primero por la Pasión. Ese fue el orden cronológico y espiritual. Cada uno de los acontecimientos que vivimos en estos días tiene que producir en nosotros ecos espirituales de Dios.

En la Pasión vemos a Jesús aparentemente fracasado. Sabemos que todos los proyectos humanos son caducos. Sólo la fe nos hace una invitación a la eternidad. Ni la muerte puede romper la historia de Dios y el ser humano.

Cuando los cristianos afirmamos con razón que Jesús murió por nosotros para salvarnos, a los oídos de los no creyentes esto suena más que extraño.  Es difícil creer que alguien puede asumir todos los pecados, dolores y sufrimientos de la humanidad y que, además, todo ello sea para dar sentido y salvación al ser humano.

Nuestros amigos no creyentes se preguntarán el cómo de esa salvación, la presencia de la humanidad redimida en este mundo nuestro. ¿Podemos decir que nuestro mundo tan lleno de dolor está salvado? ¿Es posible que entre tantas miserias humanas estamos salvados por Jesús?

La mirada del creyente hacia la Semana Santa es de profunda interiorización del sacrificio de Cristo. No nos quedamos contemplando un acontecimiento histórico de ajusticiamiento de un ser humano. Nuestra mirada encuentra en aquellos días una respuesta a la voluntad de Dios.

Todos los amores humanos son más fuertes que la muerte gracias al sacrificio de Jesús en la cruz. Jesús pasó haciendo el bien como otras muchas personas y culminó su vida en la entrega máxima. La Pasión de Cristo no ha sido un trágico destino, sino un acontecimiento salvífico como nunca había sucedido a los seres humanos. Si en nuestras sociedades civiles honramos con cariño y con respeto a los héroes que en distintas etapas de la vida sacrificaron sus vidas por personas concretas, ¡qué gran agradecimiento debemos tener a quien la dio por todos nosotros!

Cristo nos abrió camino, nos enseñó las sendas por las que va a discurrir la historia de la Iglesia y la historia personal de cada uno. Pasión, cruz, resurrección se turnarán una y otra vez en nuestra vida física hasta que lleguemos al reino definitivo que Dios nos tiene preparados.
La Iglesia camina en el sufrimiento reflejado en distintos momentos. La Iglesia siempre está en Pasión, en agradecimiento y en Resurrección.

Cuando las personas temen a la muerte es que no han sido capaces de mirar la cruz de Cristo como una oferta de vida eterna. Las personas de nuestro tiempo ya no están acostumbrada a las grandes palabras ni a las grandes promesas, ni a los evangelios.

Hemos entrado en una sociedad donde las palabras son siempre pasajeras, sin raíces. Lo que es nuevo es lo que atrae; por ello la Semana Santa o la vivimos cada año como una realidad nueva o se nos vuelve, aburrida, sin sentido.

Empezar la Semana Santa es hacer provisión de eternidad sin olvidarse de este mundo doliente que está siempre en viernes santo. El equilibrio del cristiano estará siempre así: entre el viernes santo y el Domingo de Pascua.

¿Cómo empezar la Semana Santa?

 

Dejando el corazón en silencio para que pueda oír y entender el misterio de estos días.
Acudiremos a los oficios y celebraciones no perplejos sino admirados. 

Agradecidos más que desorientados. Cercanos al misterio más que interrogadores del infinito. Puede ser que tú que lees estas líneas estés atravesando momentos de sufrimiento, sea físico o moral; te invito a que te dejes acompañar por Jesús en su entrada triunfal y no temas cuando llegue la dura asignatura del dolor. La Semana Santa no es otra cosa que la vida humana en breve; un resumen del proyecto que Dios tiene sobre cada uno de nosotros.

Por eso no debe de ser una semana cualquiera; si no la semana mas importante de nuestra vida!!...por eso la tenemos que vivir con intensidad!!, porque fue Jesús , con su Pasion, Muerte y Resurreccion, quien nos mostró el camino y las actitudes que debemos de tener en todos los momentos de nuestra vida…Debemos vivir dia a dia, con fe y seguridad…construyendo y haciendo nuestra propia historia, junto a Cristo…hasta la Eternidad. Asi sea.

El que tenga oidos…que oiga.

Revdmo. David Falcon

CRISTO VIVE!!!

sábado, 9 de abril de 2011

Lecturas y Homilia Domingo 5º de Cuaresma 10 de Abril del 2011

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (37,12-14):

Así dice el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.
Palabra de Dios


Salmo
Sal 129,1-2.3-4ab.4c-6.7-8


R/. Del Señor viene la misericordia,


la redención copiosa
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz,
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.


Si llevas cuentas de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R/.


Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,8-11):


Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Palabra de Dios


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (11,3-7.17.20-27.33b-45):


En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.»
Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.»
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.


Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»


Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?»
Le contestaron: «Señor, ven a verlo.»
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!»
Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»
Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.
Dice Jesús: «Quitad la losa.»
Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.»
Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»
Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.»
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.»
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra del Señor.


HOMILIA


Hoy la Palabra nos lleva a ver un Jesús humano y divino a la vez. Sus lágrimas y su cercanía a la familia en la muerte de un amigo ya nos dice la categoría humana del Señor. Sus Palabras se vuelven presencia de Dios entre nosotros.


Hay personas que cuando se acercan al tema de la muerte lo hacen para desesperanzarse, para destrozarse o para sumergirse en una fuerte depresión. Jesús se acerca para darnos la respuesta sobre cómo debemos de situarnos ante la separación física definitiva.


Jesús manda a sus apóstoles a que "resuciten muertos". Cada cristiano debe ser en Jesús un resucitador de otras personas abatidas por la muerte. Bien fácil es comprender que Jesús se está refiriendo no sólo a la muerte física. Se refiere a esas muertes interiores, presentes en la fragilidad humana y que lleva a las personas a perder cualquier ilusión por seguir adelante.A solo existir…no vivir.


¿Quiénes están muertos?


Los muertos son aquellas personas que han dejado de creer y de tener esperanza. Los que viven llenos de temores cuando una y otra vez el Evangelio nos dice: "¡No tengan miedo!" Las personas que han tirado la toalla con suma facilidad cuando Dios nos invita a la lucha. Estar muertos es no ser feliz, es dejar que el amor muera y que gane la batalla la soledad, la cobardía, la indiferencia...


Son muchas las razones que hacen que una persona pierda las ganas de vivir. Hay gente que ante los graves problemas que viven lo que quieren es morirse. Siempre me he dicho ante las dificultades que lo que tengo que hacer es luchar para superarlas.


Me llama mucho la atención el ver personas presas de la soledad, del desánimo y del desaliento, el ver cómo sufren día tras días. Se estancan, no se mueven ni exterior ni interiormente, y se quejan porque no son felices...


Tenemos que leer este Evangelio recordando la parábola del hijo pródigo (Lucas 11) ya que el hijo menor "estaba muerto y ha vuelto a la vida..." Volvió a la vida porque fue capaz de animarse, de volver sobre sus pasos, de moverse. De nada sirve (es anticristiano) el quedarse estancado sin hacer nada sino estar todo el día lamentándose. Hay que luchar por lo que se quiere, hay que sacrificarse por lo que uno desea.


El sufrimiento de muchas personas se podría evitar o aminorar si tuviesen la capacidad de cambiar, de levantarse y volver de nuevo a la casa del Padre. Pero no, están lamentándose constantemente de su pasado, presente y futuro... Morir es dejar que las distintas formas de muerte (pecados) presentes en el mundo nos ganen terreno interior. Resucitar es "levantarse" y volver a la casa del Padre.


Para estar con Dios no es necesario esperar la muerte física. En el camino físico de la vida Dios está con nosotros. Jesús se hizo uno de los nuestros para demostrarnos que en la vida podemos realizar el magnífico proyecto que Dios trazó desde el paraíso terrenal para el ser humano. Morir es caer en la tentación.


Entre Dios y las personas se establece una muy honda complicidad amistosa que sólo rompe el pecado. Seguir a Cristo es ser amigo de Dios. La amistad con Dios ni siquiera la muerte física la rompe ya que el amor es más fuerte que la muerte. Resucitar es establecer en esta y en la otra vida esa intimidad con Dios que nace de un corazón bueno y gracias a una comunicación continua.


La resurrección comienza ya aquí en esta tierra en las personas que son valientes, que creen en Cristo y su mensaje…en los que son capaces de ver sus errores y miserias y luchan por superarlos, en los que saben que el amor tiene el poder inmenso de cicatrizar el pasado y restaurar las limitaciones del presente.


Yo, no me fío de los que hacen de la muerte, la ruptura y la división la solución de sus problemas. Ahora está de moda la denominada "cultura de la muerte". La cultura que nos trae Jesús es la cultura de la vida; de la física y de la eterna.


La resurrección que nos propone Jesús es la de los corazones. La persona que está unida a Cristo colaborará con Él para que el interior de muchos seres humanos sean transformados y sean, a su vez, capaces de transformarse y trascender.


¿Por qué hay tantas personas que no descubren a Jesús en sus vidas?


Porque la fe es una gracia que Dios da y no todos tienen el corazón abierto para recibirla…pero también porque hay un buen número de seres humanas que viven más cerca de las muertes cotidianas que las vidas y la vida que nos ofrece Jesús. ¿Cómo puede dar vida a otros una persona que está muerta por dentro...?


La cruz y la resurrección de Jesús fue la respuesta de Dios en su amor a las personas. Con la resurrección del Señor ya no había que esperar la resurrección en la otra vida. Ya, aquí y ahora, en las esquinas del mundo, ha comenzado la resurrección. Ya todos los corazones pueden mirar el mañana sin temor porque en ese futuro es Dios quien está. Cuando llegue la hora de nuestra muerte física, la única diferencia es que se abrirá la puerta de la eternidad para la vida que en la temporalidad de la carne hemos entregado a Cristo.


Hoy estoy seguro que tengo más motivos para resucitar que para estar en la muerte, ¿Y tú...?


El que tenga oídos…que oiga.


Revdmo. David Falcon


CRISTO VIVE!!!